"Contra la tolerancia", Rafa Villaró

CONTRA LA TOLERANCIA (I)

Tolerancia, al menos en catalán y castellano (en román castellano), significa eso que, en otro registro lingüístico, expresamos como ‘perdonar la vida’. Y eso sólo lo puede hacer quien puede. O sea: quien tiene poder, capacidad de coacción respecto al tolerado.

Cuando se habla de tolerar a alguien, se le está definiendo como dependiente de la -‘buena’- voluntad de otros. Y se es tolerante en tanto consciente de la propia capacidad de deshacerse de los tolerados.

El tolerado es aquel, persona o colectivo, que tiene que condicionar su vida a la del tolerante, colectivo o persona. Aspirando, en el mejor de los casos, a ser ignorado. Por lo menos en los aspectos tolerados de su vida.

Quien quiere/puede aspirar a que le toleren?
Quien -puede- aspirar a tolerar?, a ser tolerante?

Quien tolera a otros parte de la negación de éstos. Aunque, en lugar de  eliminarlos, les presta un estatus, siempre subordinado y provisional, en su propio mundo.

La tolerancia no necesita del (re)conocimiento de los tolerados. Sólo de una ‘etiquetación’ -significación- desde los propios códigos no cuestionados.

Precisamente la actitud antagónica del respeto.

CONTRA LA TOLERANCIA (II)

Cuando un ciudadano español tolera que otro ciudadano español hable en algún idioma oficial español que no es el suyo, no tiene una actitud, una premisa, un valor que rija su actuación respecto a los demás, diferente de la que regía a Milosevic (o a Stalin, o a Hitler, o a...) ante los albanoparlantes de Kosovo, los no-ortodoxos de Bosnia,...

Cuando un ciudadano europeo, consciente de la discriminación de las comunidades gitanas (por ejemplo), blande la tolerancia como camino de integración de esos desvalidos, no difiere mucho -nada- de aquel que se mete en casa de Otro con la iluminada intención de ofrecerle vida y salvación al escaso precio de la autorenuncia entendida en los términos prefijados por el tolerador.

Ser tolerado no es más que un permanente recordatorio de la propia impotencia, del estar a merced de las buenas intenciones del tolerante. Buenas intenciones que, por otra parte, quedan, como toda intención, sujetas a las circunstancias sociomateriales del momento.
Así, cuántos tolerantes en tiempos de bonanza y margen para la autocomplacencia se mantienen en ello en momentos de conflicto y necesidad?

No podemos confiar la convivencia, la paz social, al paternalismo del alterófobo bondadoso (siempre coyunturalmente), sino al respeto entre diferentes, entre distintos (el respeto entre iguales no es más que autorespeto, loable, pero socialmente indiferente).

Tolerancia significa en castellano lo que, en otro nivel de lenguaje, expresamos como perdonar la vida. Y eso sólo puede hacerlo quien dispone de ella (la tolerancia nunca se establece como simétrica, eso sería equilibrio de fuerzas).

Ante las buenas intenciones del Estado con -una- identidad, el Estado garante de todas.

Rafa Villaró, 2001.