"Trilogía de las drogas", entrevista a Don Winslow

Se llama Winslow. Don Winslow. Tiene 65 años y hasta los cuarenta y pico trabajó como detective privado. Hoy es uno de los novelistas que más éxito comercial tienen en el mundo, en su caso sobre todo a través de la llamada trilogía de las drogas, que se inició con El poder del perro (2005), siguió con El cártel (2015) y ahora llega a su culminación con La frontera (Harper Collins), un mamotreto de más de 900 páginas en que reencontramos al agente Art Keller, que llega a director de la DEA, y en el otro bando vemos cómo los jóvenes, hijos o nietos de los mafiosos fundadores, se hacen con el control de sangrientos cárteles como el de Sinaloa. El método Winslow no engaña a nadie: acción trepidante, diálogos que pueden cortarse con un cuchillo, violencia, ritmo, sexo, intrigas... lo que en cine sería un blockbuster con actores famosos y mucho presupuesto (no en vano, Ridley Scott prepara una serie de toda la trilogía). Winslow responde por teléfono a las preguntas de La Vanguardia desde su casa en California.

¿Por qué una tercera parte?

La particularidad de esta entrega es que refleja lo que pasa en EE.UU: la frontera, la emigración, los cambios políticos...

¿Tres y ya está? ¿Por qué no cuatro o seis?

Con el primero di el tema por zanjado, y con el segundo me sucedió lo mismo. Pero, desgraciadamente, sucedieron cosas nuevas y terribles: la epidemia de heroína en EE.UU, las tasas de asesinatos en México, la llegada de Trump... Le prometo que este es el último.

Los lectores han podido seguir a Art Keller durante un largo período, de los años 70 a hoy. ¿Cómo ha cambiado con el tiempo?

Mucho. Empieza siendo un idealista, luego su trato con los cárteles le trastoca, le obsesiona la idea de la venganza y se vuelve rígido en su idea de la justicia, más sangriento, se convierte en alguien introvertido. Pese a todo, aunque más deseoso de venganza que de justicia, Keller sigue siendo Keller.

El narco Adán Barrera –aquí ya fallecido– ¿es más Pablo Escobar o el Chapo Guzmán?

Podría ser cualquiera de los dos porque son de la misma generación, la que tiene que ver con los inicios del narcotráfico, los padres fundadores, uno en Colombia y otro en México. Pero este libro va de otra generación, sin su personalidad carismática ni su background. Bueno, hay una cosa que sí tiene que ver con la desaparición del Chapo Guzmán –en su caso, por detención–: el caos en que se sume su organización y todos los movimientos que se realizan para llenar ese vacío.

Por los pueblos por donde pasa Keller, hay carteles con el lema: “Adán vive”.

Sí, la gente los ve como ídolos, porque ayudan a sus comunidades, a la vez que por otro lado las masacran. Son capaces de cortar cabezas pero también de abrir un hospital o una escuela.

Leemos que hay más de 250.000 muertos solamente en México...

México atraviesa el período más sangriento de toda su historia, y EE.UU, el peor desde la guerra civil de 1861-1865, mucho más mortífero que todas las guerras exteriores que como país hemos mantenido.

Muestra a los cárteles como monarquías antiguas, con sus rituales y los hijos que suceden a los padres.

Así son. Son organizaciones hereditarias, arbitrarias y estructuradas jerárquicamente, con golpes de estado también, como sucedía en las monarquías europeas, ejemplo de derroche, ostentación y explotación del pueblo.

¿Cómo son los narcos jóvenes?

Muy diferentes. Los viejos vienen del campo, trabajaban los cultivos, tenían cultura del esfuerzo, lucharon duro para llegar a donde llegaron. La generación siguiente nació y creció en la riqueza y eso les ha dado ciertos vicios, una corrupción y perversión mayores y menor tolerancia a la adversidad. Si lee a Shakespeare, Enrique IV y Enrique V son grandes obras pero el personaje de Enrique VI es el más complejo y fascinante. Algo parecido sucede.

En la ficción solemos ver la corrupción en el lado mexicano pero usted es muy duro mostrando la podredumbre al otro lado, en EE.UU.

Bueno, es que el tráfico de drogas no es un mal del espacio exterior, los estadounidenses –y ustedes los europeos– somos los mayores consumidores mundiales de droga, somos los creadores de estructuras criminales para ese comercio, gran parte de los beneficios son nuestros, en términos económicos: bancos, inmobiliarias, instituciones de todo tipo en EEUU se benefician del dinero del narcotráfico, también políticos. Enviamos cada año 64.000 millones de dólares a unos psicópatas para que vayan matando a la población. Algo de culpa tenemos ¿no?

Su presidente de EE.UU., John Dennison, quiere construir un muro. ¿A quién recuerda?

Escribo sobre nuestros tiempos, este libro se ambienta en el presente, no hay nada que no haya sucedido en la realidad. El muro de Trump no sirve para nada absolutamente: ni detiene las drogas –que entran por los puertos– ni el crimen.

¿Y por qué lo hace?

Porque lo prometió en campaña. Ningún experto recomienda un muro. Necesitamos un líder más maduro, que escuche a los entendidos del propio gobierno, que permita que lo eduquen. No un chulo que quiere imponer sus prejuicios.

Si Shakespeare estuviera vivo ¿escribiría sobre la guerra de las drogas?

No le quepa duda, trabajaría para la HBO o Netflix. Dickens haría lo mismo: series. Volverían una y otra vez a lo que tuviera éxito, varias temporadas de la familia real inglesa, por ejemplo.

La primera causa de muerte de menores de 55 años en su país...

...es la sobredosis.

¿Qué soluciones hay?

Legalizar el comercio de drogas, así se destinarían los recursos de esta guerra a cuestiones como el desarrollo económico, la salud...

Pero, si las legalizamos, tal vez no tendremos criminales pero se multiplicarían los adictos ¿no?

Las experiencias en Canadá, Portugal, Holanda y otros lugares no van en ese sentido, aunque ahí se trata de drogas blandas. Pero estamos en la peor situación jamás vivida y algo distinto habrá que hacer.

¿Qué serie o película de narcotráfico recomienda?

Ninguna... no las veo, nunca he visto una. Es algo deliberado, para que no me perturbe la percepción como narrador. Tomo mis apuntes directamente de la realidad.

, Barcelona, 10/03/2019 - lavanguardia