"La acción de la desobediencia", Flavia Company

Ustedes a qué o a quiénes obedecen? ¿Obedecen? Es decir, ¿actúan según el criterio de otros aun cuando violente el propio? ¿Otorgan autoridad a otras personas, sean estas adultas o no? ¿Sienten la contradicción de dirigir sus pasos justo hacia el lado opuesto del que sería de su agrado?

Y si han contestado a estas preguntas de modo afirmativo, digan: ¿por qué? ¿Saben o creen que van a obtener algo? ¿Mejoran la vida del otro aun a costa de empeorar quizás la propia? ¿Prefieren que sean otros los que se equivoquen? ¿Cuál es la razón de que concedan a alguien el poder de tomar determinaciones en su ­lugar?

Una buena razón es la jerarquía. Sea religiosa, militar o civil. El cargo superior debe ser respetado mediante el cumplimiento de sus órdenes, que, como es natural, podrían ser en algunos casos arbitrarias. La jerarquía es un contrato firmado por quien lo acepta por adelantado. Inevitable entonces. La acción de la desobediencia implicaría la expulsión, como le ocurrió al célebre Bartleby de Melville, aquel espléndido personaje que ante las peticiones laborales de su jefe contestaba “preferiría no hacerlo”.

He ahí quizás la verdadera revolución, la de no hacer lo que no deseamos hacer. No tanto la de hacer lo que deseamos. Bastaría con frenar aquellas acciones con las que no nos sentimos en coincidencia, que nos obligan a negarnos a nosotros mismos, que nos enfrentan al malestar y, por ende, a veces, al resentimiento, al encono, a la rabia.

La obediencia injustificada se acumula en el alma para su mal y busca una fisura por la que descomprimirse. Muchas veces se convierte en la imposición de la ­voluntad a otro dispuesto a obedecer al que ya obedeció. Una cadena de despropósitos.

¿Por qué hacer caso de quien pretende someter a otros a su parecer? La pregunta podría ser, también: ¿de qué modo tiene ese alguien poder sobre ustedes? Y ahí la respuesta es básica, porque si se trata de algún tipo de interés, la palabra no es obediencia sino trueque. Y si no hay interés alguno, tal vez estamos ante una forma del miedo. Y si es así, quizás hoy mismo sea momento de darse el gusto de iniciar la acción de la desobediencia y decir no donde se quiera decir no. Y como el efecto mariposa, esperar a ver qué inevitables prodigios se operan.

, 21/04/2019 - lavanguardia