en el Turquestán Oriental se vive bajo la app Gran Hermano chino

Puede que la provincia china de Xinjiang sea uno de los lugares del planeta más parecidos a la distopia orweliana de 1984. En septiembre del 2018, Human Rights Watch denunció que un millón de musulmanes uigures, mayoría en la provincia, habían sido retenidos en campos de reeducación y que la población era sometida a una vigilancia extrema. Ahora, la organización en defensa de los derechos humanos revela que Pekín ha desarrollado una aplicación para recopilar una cantidad extraordinaria de información personal: desde la altura, al consumo de energía, el cambio de tarjeta SIM, si socializan con sus vecinos o salen de casa por la puerta principal. Todo para detectar a “sospechosos”.

HRW ha tenido acceso a una copia de la aplicación, denominada Plataforma Integrada de Operaciones Conjuntas (IJOP, por sus siglas en inglés). Utilizando la técnica de la tecnología inversa han descubierto que, aunque en la superficie la información que se recopila parece normal, explorada detenidamente se observa cómo comportamientos legales y ordinarios son tratados como sospechosos. Por ejemplo, si la IJOP pierde el rastro de un teléfono, manda una alerta a las autoridades para averiguar si la persona es sospechosa y requiere de una investigación más profunda.

Policías chinos patrullan en los alrededores de una mezquita en la ciudad de Kashgar, Xinjiang Policías chinos patrullan en los alrededores de una mezquita en la ciudad de Kashgar, Xinjiang (AFP)

“Un funcionario llamó y le ­preguntó cuántos años había tenido este número de teléfono”, asegura Aylin, una estudiante que afirma que su madre se encuentra en un campo de reeducación por usar una tarjeta SIM que no era suya. “Ella dijo once, y la policía dijo: ‘¡Mientes, son siete!’. Se asustó y acciden­talmente cortó la llamada”. El uso de ­Whatsapp o Telegram está también considerado como sospechoso. La información de la aplicación alimenta un sistema central que combina información de otros sistemas de vigilancia que incluye cámaras de seguridad con tecnología de reconocimiento facial o programas que acceden a la información de dispositivos cuando se conectan a redes wifi. La IJOP agrega todos estos datos, señala a sospechosos y envía alertas a los agentes cercanos al individuo. Un exresidente de Xinjiang explica que, una semana después de haber sido liberado tras una detención arbitraria, al entrar en un centro comercial “se disparó una alarma” y fue llevado a comisaría. “Les dije: ‘Estuve en un centro de detención y ustedes me liberaron porque era inocente’. La policía me dijo: ‘No vaya a ningún lugar público’. Yo respondí: “Entonces, ¿qué hago? ¿Quedarme en casa?”. Él mismo se respondió: ‘Sí, al menos es mejor que esto, ¿verdad?’”.

El sistema ha sido utilizado para identificar a un gran número de personas y arrestarlas sin motivo aparente. “En total pasé casi un mes en diferentes cárceles. No fui acusado de nada. Los documentos oficiales dicen que fui arrestado bajo ‘la sospecha de perturbar el orden social’. Tras aquello, estuve básicamente bajo arresto domiciliario, porque mi documento de identidad estaba marcado”, afirma Alim, un estudiante uigur.

El Gobierno chino justifica esta vigilancia alegando que pretende combatir el terrorismo. No obstante, la investigación de HRW revela que muchos o casi todos los comportamientos recopilados por la IJOP no tienen ninguna relación con la lucha antiterrorista.

, Barcelona, 03/05/2019 - lavanguardia