"El camino hacia la libertad es harto difícil", Emma Bonino, X-06

Mi lucha se ha apropiado de gran parte de mi vida y ni siquiera me pertenece. Hecho afortunado porque sino seria una lucha quijotesca, casi paranoica. Mi lucha ha sido vivida en compañía de una gran variedad de personas, hombres y mujeres.

Nunca he sido una ortodoxa feminista simplemente porque no creo que baste ser mujer para ser mejor. Pero tampoco basta ser hombre para ser mejor. Aunque el pasado nos demuestra como las mujeres han sido habitualmente sometidas.

Y el pasado es también presente: baste recordar cuando las mujeres afganas aparecían como fantasmas envueltos en burkas. Como Comisaria de Ayuda Humanitaria me tocó asistir al mísero espectáculo de los talibanes: no permitían a las mujeres acceder a la ayuda humanitaria que les concedíamos con los programas de la Unión europea; y he sido arrestada cuando fui a controlar esa situación, la cual temía que existiese. Fue en ese contexto en el que lancé, en 1998, la campaña internacional Una Flor para las Mujeres de Kabul, lo hice para denunciar al mundo la barbarie de los talibanes.

La mujer además de padecer la violencia a su propia libertad también lo hace en su propio cuerpo: las mutilaciones genitales. Esta práctica se cobra cada año la integridad física (y no sólo) de dos millones de niñas. Actualmente más de 120 millones de mujeres han sido mutiladas. He empeñado horas en este trabajo, horas que se convirtieron en años, y aunque el resultado de mi esfuerzo, como el de tantos otros, ha sido modesto, seguimos insistiendo.

Ahora, como ministra de Comercio Internacional, una de mis principales batallas se centra en los derechos económicos de las mujeres de los países con los que Italia tiene importantes intercambios, también como premisa de un pleno goce de los derechos fundamentales. En este contexto se inscribe nuestro proyecto de fomentar encuentros periódicos con el empresariado femenino ítalo-árabe.

Pero ¿qué pasa en la Italia de hoy? Hemos superado el problema del aborto aunque seguimos lidiando con los numerosos intentos de anular las conquistas de la ley. En Italia nos encontramos con leyes fundamentalistas que sólo crean sufrimiento (como la ley de reproducción asistida que obliga a la mujer implantarse un embrión enfermo).

El camino para la libertad es harto difícil; la investigación científica para poder ser eficiente no debe estar sometida a demasiadas condiciones o restricciones, y lo exige por el propio interés de la humanidad. ¿Tal vez nuestro camino sea más difícil, respecto al de otros países –como la España de Zapatero-, porque vivimos a la sombra del Vaticano?

Mis esfuerzos están centrados en esta fatalidad; en resumen, en esta lucha por la libertad que libramos junto con mi compañeros del Partido Radical Transnacional, del mismo modo que antes creí del mismo modo que antes creímos y trabajamos para la institución del Tribunal Penal Internacional, o para acabar con las muertes por desnutrición de niños y adultos, o como lo hago aún hoy para la abolición de la pena de muerte.

Lo dije cuando me honoraron con el Premio Príncipe de Asturias a la Cooperación Internacional en 1998, y lo vuelvo a repetir: no soy ni santa ni visionaria, simplemente trabajo para que la comunidad internacional - y los Estados que la componen - pongan en práctica los principios recogidos en la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

En fin, mi lucha personal también contiene a una más rica y esperanzadora experiencia colectiva; hubo algunos éxitos pero también algunos fracasos; ambos me incitan a defender las causas por las que sigo y seguiremos luchando.

octubre-2006