72.- La república de los soñadores; Volker Weidermann; 28-XI-19
LIBER100, 72
recomendaciones bibliográficas
"... Un presidente regional alemán quiere que los ministros de su land escriban obras de teatro para educar a la población... -Si internacionalizamos esta cuestión, , si en todas partes el arte se pone al servicio del pueblo, el arte en mayúsculas, empezará una nueva era para la vida futura de los pueblos. Nuestros clásicos vieron el problema de cómo puede la humanidad acceder a la libertad mediente la belleza. Hoy en día el problema es que mediante la libertad podamos acceder a la belleza ..." (p. 78/79)
Eso decía el presidente del Gobierno de Baviera, Kurt Eisner, en Munich, en 1918. Ernst Toller, Gustav Landauer, Silvio Gesell, Oskar Maria Graf, Erick Müsham, ..., sus compañeros, se ponen a ello.
Los reaccionarios prusianos, los conservadores bávaros, los comunistas alemanes, ...se ponen a organizar fuerzas militares que acabarán ahogando en sangre una revolución noviolenta y creativa que, por un momento, ilumina la Europa que considera priorizar políticamente algo tan insólito como la libertad...
Volker Weidermann narra estos días con agilidad seductoramente erudita (por allí corrren Thomas Mann, Rainer Maria Rilke, Max Weber, ...), con una exhaustiva atención que llega hasta a un irrelevante cabo de origen austríaco que coincide con los soñadores en las mismas cervecerías muniquesas...
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María-Paz López Berlín. Corresponsal, lavanguardia 21/10/2019
En la Alemania derrotada tras la Gran Guerra, en noviembre de 1918 a la abdicación del káiser Guillermo II siguió la proclamación de la república y un periodo revolucionario. En ese momento de convulsión, un puñado de escritores se hizo de modo rocambolesco con el poder en Baviera, derrocó al rey Luis III, y fundó una república utópica –en realidad fueron dos–, que predicaba pacifismo y justicia social, y que fue arrollada.
El libro La república de los soñadores (Arpa Ed.), relata esa vorágine. Su autor, Volker Weidermann, redactor jefe de Cultura de la revista Der Spiegel , reconstruye la ilusión y el desastre en modalidad de reportaje, a través de cartas, diarios, informes, artículos en prensa, ... casi todos ellos producidos por escritores que protagonizaron los hechos o los vivieron en directo en Munich.
“Existe la creencia de que la literatura no está engarzada en el mundo, de que no entra en acción; pero no es cierto, la literatura siempre participa en la realidad”, dice Weidermann, de 49 años, señalando los estantes con libros de ese periodo en su despacho de la redacción berlinesa de Der Spiegel . La política en Munich en 1918-1919 se practicaba a ramalazos, siempre en cervecerías, de modo coral. “Tras la guerra, y pese a estar moralmente golpeados, ellos se sienten con fuerzas para intentar una utopía; se trata de la fantasía como ideología, convencidos de que el pueblo les seguirá –argumenta Weidermann–. No tenían modelos, improvisaban; para mí era importante describirlo desde el principio no como un fracaso, sino como una oportunidad”.
Su primer presidente, Kurt Eisner, fue un escritor berlinés judío, pacifista e internacionalista. El 25 de noviembre de 1918, Eisner acudió a Berlín a la conferencia de los presidentes regionales (la nueva república bávara no era en modo alguno secesionista, algo impensable en su lógica de izquierdas), para promover que Alemania se declarara culpable de la guerra en busca de un trato menos severo por parte de los vencedores. Sin éxito: el Partido Socialdemócrata (SPD) gobernante no le hizo caso. Además, el comunista Karl Liebknecht le despachó diciendo que el nuevo régimen bávaro –alcanzado sin una gota de sangre, como Eisner esgrimía orgulloso– no era lo bastante radical; para construir el socialismo, había que derribar antes todo el sistema capitalista. Poco después, en enero de 1919, Liebknecht sería asesinado junto su correligionaria Rosa Luxemburg por los Freikorps (restos del ejército imperial, hombres de extrema derecha que conservaban armas y uniformes); y en febrero el propio Eisner caería asesinado por un fanático ultranacionalista.
Baviera prueba entonces otra cosa: una república soviética, concebida el 6 de abril en el dormitorio de la reina huida. Los dirigentes del artefacto, que no duró ni una semana y en el que los comunistas no quisieron participar –su líder en Munich, Eugen Leviné, insistía en que no podía haber revolución sin violencia–, eran intelectuales pacifistas y anarquistas, pero no lograron evitar varias muertes. Ellos mismos (Ernst Toller, Gustav Landauer, Erich Mühsam) acabarían ejecutados o en prisión. También sería luego ejecutado el comunista Leviné, que lideró esa república unos días más, con mucha población cada vez más harta y necesitada de culpables . El 2 de mayo, el ejército y los Freikorps enviados por el SPD llegaron a Munich y liquidaron la revolución. Como en otros lugares de Alemania, la represión fue terrible (cientos de muertos), pero lo que la historiografía conoce como república de Weimar edificó así el nuevo orden.
En La república de los soñadores aparecen escritores que, sin participar, comentaron la revolución en sus escritos, como Rainer Maria Rilke o Hermann Hesse. Destaca el caso de Thomas Mann, residente en Munich, que temía por su holgada vida burguesa. “A muchos sorprende el antisemitismo de Mann –dice Weidermann–. Hablaba de judíos miserables, y eso que él debía su posición económica a la riqueza de su suegra judía”. La mayoría de protagonistas de la revolución eran judíos, y los nazis tomaron nota.