"Europa, ¿Entente Cordiale?", Plàcid Garcia-Planas

Resultat d'imatges per a vernet entente cordiale... La velada se celebró en diciembre de 1912, el año en que se hundió el Titanic , el mismo año en que el alcalde y la colonia inglesa decidieron levantar en Vernet un monumento a la Entente Cordiale. Sellada ocho años antes, fue la entente que puso fin a mil años de guerras intermitentes entre Francia e Inglaterra. Y el resultado es del todo poético: este pueblo perdido en el mapa tiene el único monumento del mundo –se inauguró en 1920– dedicado al acuerdo
que definiría el mapa del propio mundo.

Contemplado este invierno, a pocos días de que –el próximo viernes– se consuma el Brexit, el monumento tiene toda la simplicidad, belleza y tristeza de la partitura para violoncelo y piano: dos mujeres esculpidas en piedra, Francia e Inglaterra, sentadas una junto a otra. Miran al frente sin mirarse entre ellas. Casi se tocan. Casi: no llegan ni a rozar sus dedos de piedra. Como un matrimonio de conveniencia.

Seis años antes de la Entente Cordiale, un choque de trenes casi provocó una guerra entre París y Londres. Los franceses construían un ferrocarril que cruzaba África de oeste a este y los ingleses construían otro de norte a sur. Las dos líneas toparon en el sur de Sudán. Pero no hubo guerra, ni entonces ni después: se dieron cuenta de que entre ellos ya se habían repartido el mundo y de que la locomotora que venía en dirección contraria, y a una velocidad de espanto, era Alemania. Una imprécation imperial.

En la primera embestida, entre 1914 y 1918, venció la Entente Cordiale. Al inicio de la segunda embestida, en 1940, la Entente pasó de matrimonio de conveniencia a matrimonio de emergencia: el día en que los alemanes entraron en París, altos funcionarios ingleses y franceses –por ahí andaba Jean Monnet– empezaron a redactar las bases para fusionar los dos imperios en una sola nación. Un sólo país con un sólo Parlamento no para esa guerra. Para siempre. La Unión Franco-Británica.

Dos días después, con Churchill y la élite política rumbo a la costa para sellar la fusión, el gobierno francés en retirada la rechazaba. “Mejor ser una provincia nazi. Al menos sabemos lo que significa”, dijo un ministro de Francia.

Habría sido algo sensacional, no la Unión Europea de hoy: un politburó de Estados, un coitus interruptus. “No serán dos naciones”, subrayaba la carta fundacional: sólo una. Las dos figuras de Vernet fundiendo sus manos de piedra.

El mismo De Gaulle que en esas horas decisivas apostó por la fusión sin límite se opondría dos décadas después, y con fuerza, a la entrada del Reino Unido en el Mercado Común, precursora de la UE. Las manos que Francia empezaba a rozar eran ya alemanas ...

Plàcid Garcia-Planas, 25-I-20, lavanguardia

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