Osman Kavala, filántropo millonario encarcelado por sedición

El millonario encarcelado por sedición osman kavala

Hay quien ve en Osman Kavala un caballero otomano y un verdadero filántropo, y luego está quien ve su sombra detrás de cada cábala. Por ejemplo, el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, y sus medios afines. Pero también la izquierda turca más nacionalista, que no soporta a este cosmopolita que promueve y restaura todas las culturas del mosaico anatolio; lo viejo, lo nuevo y lo de más allá.

El mecenas por antonomasia de Turquía se está convirtiendo, a su pesar, en uno de sus presos más famosos, con el permiso de los líderes kurdos del HDP, a los que también apoya.

Tras ser exonerado por su apoyo a la revuelta del parque Gezi, la Fiscalía ha rescatado otros cargos

De poco le ha servido que el Tribunal Europeo de Derechos Humanos dirimiera en diciembre que debía ser excarcelado, tras más de dos años entre rejas, por no observar delito de sedición en su apoyo –reconocido– a la revuelta urbana del parque Gezi de Estambul, en el lejano 2013. Ni ­siquiera le ha servido el ser exonerado por sorpresa, el pasado martes, por el tribunal turco. Todavía flotan sobre el juzgado los aplausos incrédulos del público, entre ellos muchos diplomáticos europeos. Y la perplejidad, poco después, por la reapertura de otro caso, su improbable vinculación con la intentona golpista del 2016, al coincidir a los dos días con un estadounidense acusado. Todo con tal de no soltarlo, mientras los magistrados que fueron clementes pasaban a ser investigados.

Pero ¿quién es este señor de 62 años, con aspecto de verde alemán y conocido como el millonario rojo ? Una vez más, Erdogan lo tiene claro. Es el hombre de “ese judío húngaro, Soros, que despedaza países”.

Ciertamente, Osman Kavala fue uno de los fundadores del capítulo turco de Open Society, el grupo de presión del famoso magnate liberalizador George Soros. Pero Kavala cuenta con sus propias firmas, entidades y fundaciones de agitación sociocultural, con las que ha obligado a Turquía –cuando esta se ha dejado– a releer su historia con espíritu crítico y transformador.

Nacido en París, heredero de una dinastía empresarial turca –minera e inmobiliaria–, estudió en el elitista Robert College de Estambul, como la escritora, también represaliada, Asli Erdogan.

dpa / EP dpa / EP (EP)

No son pocos los que ven un revanchismo de clase en los otrora descamisados del AKP de Erdogan, que se han adueñado de gran parte de los votos que fueron de la izquierda, laminada por sucesivos golpes de Estado.

Como el peor de todos, poco antes de su vuelta al país, en 1982, tras estudiar economía en Manchester y Nueva York, acelerada por la muerte súbita de su padre. Kavala tomó las riendas del grupo pero, al mismo tiempo, blindado por su posición social, empezó a abrir rendijas. Cofundó, por ejemplo, la editorial Iletesim, fundamental en ciencias sociales.

Antes del boom de las oenegés desencadenado en Turquía por el terremoto de 1999, Osman Kavala ya era un referente en el ramo. Singularmente en la protección de niños sin techo, una realidad que se extinguió en la primera década de este siglo, antes de reaparecer con la guerra de Siria, en la que también se ha centrado con su fundación Anadolu Kültür.

Si no fuera turco, sería obligado decir que jamás habría imaginado terminar entre rejas, tras dedicarse durante años, entre otras cosas, a organizar actos culturales en las cárceles. Pero hizo mucho más que eso: montó asociaciones de estudios políticos, como Helsinki, u otras centradas en el patrimonio histórico. También Tesev, un laboratorio de ideas europeísta. Implicado en la resolución del conflicto kurdo, creó el Centro por la Verdad, la Justicia y la Memoria.

Casi siempre, sin solución de continuidad entre cultura y política. En el que fue almacén de tabaco de su familia, en Tophane, montó Depo, que ha acogido varias bienales y ha sido punto de cita obligado del arte y el debate en Estambul, como su restaurante Cezayir.

Kavala se ha preocupado por recuperar para el imaginario común turco a armenios, griegos, asirios, gitanos o judíos. De ahí que montara en la fronteriza Kars un centro cultural y, con él, una orquesta sinfónica con jóvenes músicos armenios y turcos. Aquel oasis cerró, pero creó otros igualmente lejos del confort de Ankara o Estambul. En encrucijadas culturales, pegadas a violencias antiguas o modernas y siempre estratégicas, como Antioquía, junto a Siria, o Diyarbakir, en el corazón de las tierras kurdas. O en Çanakkale, en la entrada de los Dardanelos.

A la vuelta de un acto sobre refugiados en Gaziantep, coorganizado con el Goethe Institut, Kavala fue arrestado. Le requisaron el móvil y donde él veía el mapa de distribución de abejas en Anatolia la policía intuía un proyecto de balcanización de Turquía.

Que este singular agitador por los derechos humanos siga en la cárcel tiene una sola virtud. Recuerda que en Turquía cualquier madrugada la policía puede llamar a tu puerta, por un tuit.

, Estambul. Corresponsal, 22/02/2020 - lavanguardia