"El pitufo generalísimo", Jordi Galves
A Luis XVI de Francia, augusto antepasado del rey de España, le acabaron guillotinando porque primero le perdieron el respeto. Un día el populacho de París asaltó el palacio de las Tullerías y descubrió a un pobre hombre perdido en una colosal obra de teatro, en una vieja comedia sin gracia ni credibilidad. Vestido de manera ridícula y hablando un francés anacrónico, imposible. Igualmente anacrónico, grotesco, se mostró ayer Felipe de Borbón con un uniforme de camuflaje completado con unos guantes y una mascarilla, a juego, color azul pitufo. Parecía el pitufo generalísimo. Si el general Miguel Ángel Villarroya se enfrenta al virus vestido de uniforme de paseo, sin guantes ni mascarilla, y el rey vestido de camuflaje y con los complementos de color azul pitufo, es que uno de los dos se equivoca. O, más probablemente, que se equivocan ambos. Mientras aquí, en la España milagrosa, en esta democracia consolidada, perdemos el tiempo con estos juegos de disfraces y de protocolos cortesanos, el príncipe de Gales no pierde el tiempo. No ha salido de casa, se está recuperando del virus, pero ha pagado de su bolsillito un hospital de cuatro mil camas junto al Támesis. Carlos de Inglaterra es más carca que una gárgola pero es inglés y sabe que la guerra contra el virus se hace con hospitales, no con uniformes de camuflaje. Con hospitales auténticos, como este que os digo, el hospital de Nightingale, provisto de todo lo que es un hospital moderno y operativo. Quiero decir que no es una acumulación de camastros castrenses que no sirven para aislar enfermos en una pandemia vírica. Un hospital que sirve para salvar vidas y no para hacerse fotos. A veces pienso que los que reclaman un Gibraltar español podrían tal vez, volvérselo a pensar un momentito de nada. Ya que dicen que ellos no son nacionalistas, que sólo lo son los demás, puede que valoren si no les convendría más una España británica.
Jordi Galves
Barcelona. Sábado, 4 de abril de 2020, elnacional.cat