"Madrid, el problema de España", Jordi Barbeta
Los padres fundadores de Estados Unidos previeron que había que evitar que la capital de la Unión, la ciudad de Washington, tuviera un exceso de poder e influencia, así que, a diferencia de los Estados, el Distrito de Columbia apenas tiene poder político, más allá de la gestión de los servicios municipales, y cualquier decisión importante debe ser autorizada por el Congreso.
El sistema político español adoptado en la Transición procuró todo lo contrario. No sólo garantizar la monarquía, con el apoyo de los militares, sino en el mismo paquete asegurar la continuidad de la oligarquía madrileña en el poder económico del país. De hecho, las más significadas familias adictas al régimen franquista han hecho más fortuna con la democracia que con la dictadura, empezando por los Franco y siguiendo con los Villar Mir y etc., etc. El poder de la oligarquía madrileña se ha disparado con los años, dictando los destinos políticos del país. Y ello gracias a que se mantuvo intocable el poder militar y el poder judicial, ninguna institución se movió de lugar, los monopolios se los repartieron los mismos de siempre y se reorganizó el poder político con un sistema electoral que da absolutamente todo el poder a las cúpulas madrileñas de los dos partidos que se alternan en el Gobierno.
Ahora volvemos a encontrarnos con el protagonismo de Madrid por el enfrentamiento de la presidenta de la Comunidad, Isabel Díaz Ayuso, con el Gobierno de Pedro Sánchez, como si fuera algo que nos afecta a todos, cuando no es más que una ficción teatral entre familias del mismo régimen. Desde el primer momento de la crisis, el Madrid-Estado ha impuesto sus intereses. De entrada, el Gobierno de Pedro Sánchez no se atrevió a cerrar Madrid, cuando era el principal foco de contagio, e impuso un decreto de alarma centralizador para disolver la tragedia de la capital.
"Si no hay una reacción en toda España ante la deriva de la política en la capital, podemos pagarlo muy caro", advertía Pasqual Maragall ya hace 17 años
Ahora, el Partido Popular, que necesita hacerse notar y capitalizar políticamente los muertos, ha encargado a la presidenta madrileña ejercer la oposición. Debe ser Madrid y no Galicia o Castilla y León, porque lo que pasa en estas comunidades no interesa ni moviliza a nadie. Y los mismos medios que acusaban, insultaban e incluso maldecían al president Torra cuando discrepaba del Gobierno Sánchez y reivindicaba sus criterios de autogobierno, ahora defienden encarnizadamente y hasta el ridículo la batallita de la presidenta madrileña.
Se trata de un episodio bastante intrascendente comparado con decisiones que va tomando el Gobierno más progresista de todos los posibles, dictando ayudas que sólo ayudan a endeudarse pero firmando contratos y encargando pedidos a los mejor situados de siempre, aunque tengan la sede en un paraíso fiscal.
A menudo desde Catalunya se comete el grave error de relacionar el déficit fiscal o, como algunos dicen, “el expolio”, con las políticas de subsidio aplicadas en algunas regiones como el PER en Andalucía y otras comunidades. Es un error gravísimo y contraproducente, porque fácilmente se interpreta como un planteamiento insolidario y supremacista, pero sobre todo porque se equivoca de adversario. Siempre pongo como ejemplo la comparación entre el PER y la indemnización a Florentino Pérez y sus socios por el desastre del Castor. El PER apenas supone unos cientos de millones al año y el Castor, entre indemnización e intereses, supera los 4.000 millones. El dinero de Catalunya no se ha ido nunca a Andalucía. Andalucía es utilizada como coartada ,pero el dinero se va al Ibex 35 y a las élites extractivas. Y en ello han colaborado indistintamente gobiernos del PSOE y del PP.
Hace casi 20 años, Pasqual Maragall ya describió lo que pasaba y sigue pasando. Vale la pena recordarlo incluso como homenaje. "El terreno económico ha pasado a ser no ya lo decisivo, sino lo único que cuenta. En el subordinado terreno político, se nos dice, desde Madrid se hace sólo un modesto acompañamiento del proceso económico dominante". Esto era en 2001. Dos años después, en 2003, añadía: "Es necesario que los ciudadanos de toda España tengan una idea clara de lo que pasa en Madrid. Porque si no hay una reacción en toda España ante la deriva de la política en la capital, podemos pagarlo muy caro. Cuatro años más de deriva como la de los dos últimos y España perdería el norte. Y nunca mejor dicho". Y en 2005, ya como president, en una entrevista que le hice, advirtió: "Si España no cambia, llegará la desafección de Catalunya".
Jordi Barbeta
Barcelona. Martes, 19 de mayo de 2020. elnacional.cat