"Ahora me ves", Montserrat Nebrera

Una famosa película de magos imposibles se titulaba así para recordar que, en cuanto querían, dejaban de ser visibles para el ojo humano. Pero al humano le va a pasar justo lo contrario, lleva camino de quedar tan expuesto a las miradas ajenas (la del Estado y la de todas aquellas corporaciones que de mirarlo puedan sacar un beneficio) que cualquier pretensión de privacidad va a ser una quimera. Unas cuantas noticias recientes ilustran esa realidad y, con ella, la necesidad de reformular gran parte de las categorías jurídicas que aún hoy esgrimimos como fundamentos de nuestra libertad, cuando ya han quedado reducidas a una deslucida fantasmagoría.

Mientras escribo esto, se están instalando en la ciudad de Barcelona las primeras cámaras que, conectadas a la tecnología 5G, van a permitir la identificación facial, incluso aunque los sujetos vayan parapetados tras una mascarilla. Atrás quedan los tiempos del famoso motín de Esquilache que, aunque solo fuera como excusa, se justificó en que la gente no quería prescindir de unos embozos tras los que ocultaba su identidad y, en su caso, los delitos que pudiera cometer. Ahora ya no hay máscara que los oculte del ojo público-privado que están armando en las calles con la excusa de una mezcla de salubridad y entorno seguro. Y no hay motín a la vista, al menos no por esto. Pero como nos dicen que de esa manera a quien tendremos identificado es al delincuente, ofrecemos con alegría los últimos restos de nuestra libertad a cambio de una seguridad que, no nos engañemos, nunca será plena.

Ahora me ves más que nunca, lo quiera yo o no, y por supuesto, a despecho de la jungla normativa que dice proteger nuestros datos

Tampoco hacemos aspaviento ante ese instrumento de rastreo de nuestras costumbres que supone instar a la población, por su bien, a dejar el dinero físico y comprar con la tarjeta o haciendo un Bizum hasta una barra de pan. Aquí también hará maravillas la colaboración del 5G, de manera que, aunque Miguel Bosé esté loco, debemos recordar qué tres categorías de personas, en medio de sus delirios y necedades, sueltan alguna verdad esencial, que, por escondida, no advertimos: los niños, los borrachos y los enajenados. Ya Cervantes se parapetó detrás de estos últimos para soltar en medio del podrido Siglo de Oro algunas verdades que, de otro modo, le habrían conducido a prisión. Cosas de los posmodernos avanzados.

Ahora me ves más que nunca, lo quiera yo o no, y por supuesto, a despecho de la jungla normativa que dice proteger nuestros datos. Tal vez los tribunales nos hablen de un derecho al olvido que venga a complementar nuestra memoria de pez, pero la información en mosaico que ofrecemos en el ciberespacio y las tecnologías que dicen estar aquí para cuidarnos hacen imposible que ese olvido sea mucho más que un recurso literario.

Montserrat Nebrera
Barcelona. Jueves, 10 de septiembre de 2020. elnacional.cat