"¿Hacia una Escocia independiente?", Montserrat Guibernau
En el Reino Unido se ha abierto el debate sobre la celebración de un referéndum sobre la independencia de Escocia promovido por el primer ministro Alex Salmond, líder del SNP, que lo incluyó en su programa electoral del 2011. Salmond obtuvo la mayoría absoluta y se dispone a cumplir lo prometido.
Por supuesto que la iniciativa incomoda al Gobierno británico - por definición ningún Estado contempla favorablemente alterar su integridad territorial-,pero el Reino Unido es un país con una larga tradición democrática que en ningún momento se plantea cuestionar el derecho de los escoceses a decidir sobre su futuro político, ya sea dentro o fuera de la Unión. La definición de Escocia como nación conlleva el respeto de su cultura, su historia, su territorio, su identidad distinta y su derecho a la autodeterminación.
Un referéndum sobre la independencia de Escocia solo será legal si es autorizado por el Parlamento de Westminster. A raíz de la ley de Escocia de 1998, en la que se estableció su régimen autonómico, aquellos temas definidos como materias reservadas, por ejemplo los relacionados con la Unión, sólo pueden ser legislados por Westminster. La convocatoria de un referéndum podría afectar a la Unión; una eventual victoria del sí exigiría la disolución y posterior redefinición de la Unión entre las naciones que hoy forman el Reino Unido: Inglaterra, Escocia, Gales e Irlanda del Norte. Por tanto resulta evidente la necesidad de que Westminster autorice el referéndum y el primer ministro David Cameron ya se ha comprometido a introducir la legislación necesaria para que este sea legal.
El tema saltó a la palestra hace tan solo unos días cuando Cameron intentó determinar la fecha y la pregunta a realizar en el referéndum, lo cual generó una reacción inmediata y contundente. En cuestión de minutos los escoceses recordaban a Cameron que sólo hay un diputado conservador en toda Escocia y se le invitaba a no meterse en sus asuntos. Las alarmas sonaron en Westminster, había que evitar un enfrentamiento entre un Gobierno tory en Londres y un Gobierno liderado por el SNP en Escocia, porque los escoceses podrían reaccionar situándose al lado de Salmond.
Recordemos que el SNP ha conseguido reducir la tasa de paro en Escocia como consecuencia de la puesta en marcha de 54 nuevos proyectos en infraestructuras; además no cobra tasas a los universitarios escoceses; ni cobra por las recetas médicas, y ofrece asistencia gratuita a las personas mayores, que pueden acceder a una residencia sin tener que empeñar sus casas y gastar todos sus ahorros.
Cameron apuesta por un referéndum que incluya una sola pregunta -independencia sí o no- a celebrar lo antes posible. Pero Salmond tiene otros planes, se plantea realizarlo en otoño del 2014 e incluir dos preguntas en el mismo, la primera es un sí o un no a la independencia, la segunda interroga: "¿Está usted a favor de la devolution max?",es decir, de la autonomía fiscal de Escocia. Y mientras hay serias dudas de que Salmond consiga un sí a la independencia -de ahí que formular la pregunta no resulte demasiado arriesgado para Cameron-, las posibilidades de que la mayoría de la población se manifieste a favor de la autonomía fiscal de Escocia son muy elevadas. Cabe añadir que la devolution max supera notablemente las aspiraciones del pacto fiscal propuesto por el Govern de Catalunya.
Alex Salmond, economista de profesión, es un político carismático, inteligente, profesional y muy trabajador elegido como Británico del Año por The Times en 2011. A los 35 años se erigió en líder del SNP y ahora demuestra una estrategia clara y bien diseñada que es muy posible resulte en la independencia de Escocia, o en la cuasi-independencia. No busca el antagonismo sino la negociación que le permita ampliar la autonomía escocesa y alcanzar una separación cordial si gana el referéndum. Su planteamiento incluye la preservación de la monarquía -goza de una buena relación con Isabel II, con quien comparte la pasión por las carreras de caballos-.
Pero, ¿cuáles serían los principales retos a los que se enfrentaría una Escocia independiente? El país debería decidir si adopta el euro como moneda o si decide mantener la libra esterlina -si esto fuera posible-. Escocia debería solicitar el acceso a la Unión Europea -algún país miembro ya ha avanzado su oposición-. La crisis económica situó al Royal Bank of Scotland en números rojos y el Gobierno británico ha invertido 40.000 millones de libras de dinero público en su rescate. ¿Qué porcentaje estaría Salmond preparado a retornar? Sin incluir la participación de deuda pública que correspondería a Escocia y que se cifra en unos 110.000 millones. La independencia acabaría con el generoso subsidio anual establecido por Westminster -unos 10.000 millones de libras- financiado principalmente por contribuyentes ingleses.
Una Escocia independiente debería contar con los beneficios resultantes de los yacimientos de petróleo en el mar del Norte, que el SNP estima ascienden a un billón de libras. En 2010, 3.446 millones de toneladas de petróleo y 2.337 billones de metros cúbicos de gas natural fueron extraídos del mar del Norte. La contribución fiscal de la industria del petróleo y el gas ascenderá a 11.100 millones de libras esterlinas en 2011-2012 (UK Oil and Gas).
Jenny es inglesa y reside en Edimburgo, donde ha creado una empresa de diseño que factura 300 millones de libras esterlinas al año. La posibilidad de una Escocia independiente le repugna, es unionista y considera a Escocia como parte del Reino Unido, y por ello ha manifestado sin ambages que está dispuesta a trasladar su empresa a Inglaterra si el referéndum abre el camino a la independencia.
David es escocés pero vive en Londres desde hace 17 años y trabaja en la City. No le hace ninguna gracia no poder votar en el referéndum, pues cree que tiene derecho a decidir y a influir en el resultado. Pero la normativa anunciada por el SNP prevé otorgar el voto solamente a los residentes en Escocia, ya sean ingleses, escoceses, galeses, irlandeses o ciudadanos de la UE. Además David está preocupado por la posible hostilidad hacia los escoceses que el debate sobre la independencia y, sobre todo, una eventual separación de Escocia podría generar.
Miles de escoceses viven south of the border! (al sur de la frontera escocesa) y ocupan posiciones influyentes en la política, los negocios y los medios, mientras que el número de ingleses residentes en Escocia es mucho más reducido; lo cual ha generado una sociedad escocesa singularmente homogénea y cohesionada si la comparamos, por ejemplo, con la sociedad catalana donde el argumento económico a favor de la independencia está ganado pero no así el identitario que resulta mucho más complejo.
Según una encuesta del The Sunday Times/Radio Scotland (5/ II/ 12), el 37% de los escoceses respaldan la independencia, mientras que el 42% se opone. Sólo un 5% marca la distancia entre ambas posturas y, por tanto, la llave del referéndum estará en manos de los indecisos que representan el 21% de los votantes. La encuesta confirma que la mitad de los consultados se manifiesta a favor de un incremento significativo en el número de competencias y tasas que deberían ser transferidas al Parlamento de Escocia; una cuarta parte se declara en contra y la otra cuarta parte se muestra indecisa.
Donde si parece existir acuerdo es en la valoración positiva que se atribuye a una eventual independencia del país, puesto que el 64% considera que ejercería un impacto positivo en la cultura escocesa y el 59% piensa que incrementaría la confianza de los escoceses reforzando su identidad. Pero los escoceses están intranquilos, principalmente por la economía, y aquí es donde se enfrentarán Alex Salmond y George Osborne, ministro de Economía británico encargado de demostrar que la emancipación les resultaría francamente cara. Los escoceses saben que la independencia representaría perder el generoso subsidio de Westminster que, según el 43% de los encuestados, supondría un incremento en sus impuestos. Pero esto no es todo, la posibilidad de adoptar el euro como moneda aterra a los escoceses y el 75% se manifiesta en contra de adoptarlo.
El argumento a favor de la independencia se gana a nivel cultural, simbólico, de identidad, de reconocimiento y de libertad; pero no está claro que pueda ganarse a nivel económico. Salmond no se cansa de repetir que una Escocia independiente explotaría los recursos petrolíferos del mar del Norte. A día de hoy, este argumento no ha convencido a la ciudadanía. Pero Escocia no es la única que ha afianzado su identidad nacional en los últimos años. De hecho, a la mayoría de los ingleses les tiene sin cuidado un posible divorcio escocés; al contrario, el 52% respalda un incremento de competencias para Edimburgo, mientras que un 32% está a favor de la independencia escocesa. ¿Es posible imaginar porcentajes similares de respaldo del resto del Estado español a un eventual referéndum legal sobre el pacto fiscal y la independencia de Catalunya? Si fuera posible realizar tal referéndum, claro está.
Estamos asistiendo a la emergencia de Inglaterra como comunidad política deseosa de reforzar una identidad distinta, con un bagaje histórico indisputable que, llegado el momento, opta por distanciarse de una identidad británica casi siempre difícil de definir o definida simplemente como sinónimo de la inglesa. En la identidad anglo-británica, gana fuerza un componente inglés que cada vez está más politizado; es decir, cuanto más inglesa se siente una persona, más se incrementa la posibilidad de que esta considere la estructura política de la Unión Británica como injusta.
Pero claro está que una eventual rotura del Reino Unido disminuiría su territorio de forma notable y es posible que su influencia internacional se viera afectada. Por ejemplo, ¿podría un Reino Unido empequeñecido -sin Escocia y tal vez dentro de unos años sin Irlanda del Norte- mantener su puesto en el Consejo de Seguridad de la ONU? ¿Hasta qué punto se vería afectada su potencia económica, su capacidad militar y su estatus en el contexto internacional?
12/13-II-12, Montserrat Guibernau, catedrática de Política, Queen Mary University of London, lavanguardia