"¿Hay vida después de las elecciones?", Amanda Taub

Por Amanda Taub, nytimes, 29-X-20

Una casilla de votación en Flatbush, Brooklyn, en la primaria presidencial de Nueva York en junio.Amr Alfiky/The New York Times

La cobertura de las elecciones se está volviendo tan abrumadora que el 3 de noviembre es como una especie de horizonte para cualquier evento, y pareciera que no tiene sentido imaginar qué sucederá más allá de esa fecha. Así que este parece un buen momento para repasar la Regla Romano Tours de la política, que me acabo de inventar: si te estás enfocando en un gran evento como algo que lo cambiará todo, probablemente estés ignorando la realidad de lo que necesita cambiar.

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Para quienes no estén familiarizados, Romano Tours es una rutina de Saturday Night Live que se convirtió en un clásico instantáneo después de su emisión en 2019. El protagonista es Adam Sandler, quien interpreta a un ansioso operador turístico que trata de explicarles a sus clientes que es posible que un recorrido de diez días por “el viejo mundo” no sea la panacea que ellos esperan.

“Siempre les recordamos a nuestros clientes que, si ahora están tristes, es posible que todavía estén tristes allá, ¿de acuerdo?”, dice con firmeza. “Hay muchas cosas que las vacaciones pueden hacer. Ayudarlos a relajarse, ver ardillas de aspecto diferente. Pero no puede solucionar problemas más profundos como tu comportamiento en entornos grupales o tu estado de ánimo general. Eso le corresponde a los cambios sostenidos de estilo de vida que se incrementan con el tiempo”.

No estoy insinuando que las elecciones presidenciales sean una excursión sin sentido a Amalfi. Si Trump pierde, pero cumple sus amenazas de negarse a abandonar el cargo, eso podría desencadenar una violenta crisis política. Incluso si la elección no es impugnada, la diferencia entre Trump y Biden es tan grande que entiendo por qué puede ser difícil ver más allá del dilema de quién será el hombre que gobernará Estados Unidos en el próximo mandato.

Pero los problemas más profundos del sistema estadounidense seguirán existiendo, sin importar quién tome posesión el 20 de enero de 2021.

La supresión de votantes y la manipulación indebida seguirán deformando los incentivos políticos y socavarán la democracia. La violencia policial y el encarcelamiento masivo seguirán afectando a las comunidades negras. Y las familias de inmigrantes que fueron separadas en la frontera seguirán traumatizadas y muchas de esas personas todavía no se reunirán con sus seres queridos.

El hiperpartidismo y la polarización seguirán creando incentivos para que los políticos complazcan a los extremistas, en vez de cooperar con cambios políticos concretos. La pandemia seguirá arrasando. La pérdida de la confianza pública en las instituciones puede dificultar su erradicación, aunque ya exista una vacuna.

El ecosistema mediático seguirá colapsando. Las redes sociales seguirán amplificando e incentivando la desinformación. Los partidos políticos aún serán demasiado débiles como para convertirse en una fuerza institucional estabilizadora de la que pueda depender el sistema. El clima seguirá cambiando.

La mayoría de esos problemas se han identificado con posiciones partidistas, pero —con la excepción de la política de separación familiar que creó e implementó el actual gobierno— todos son previos a Trump. Eso significa que abordar los problemas subyacentes es algo que, como diría Romano, corresponde a los cambios sostenidos que se incrementan con el tiempo.

“Podemos llevarte de excursión. No podemos convertirte en alguien a quien le guste el senderismo”, dice Sandler en su rutina cómica. “Podemos ofrecerte un tour de cata de vinos por la Toscana. No podemos cambiar la razón por la que bebes”.

La elección puede proporcionar una transición pacífica del poder. Pero no puede convertir a Estados Unidos en un país donde la transición pacífica nunca estuvo en duda.