‘Speak white’, Francesc-Marc Álvaro

26/11/2020 lavanguardia
Michèle Lalonde, autora en lengua francesa nacida en Montreal, escribió el ­poema Speak white en 1968 y lo recitó durante La Nuit de la Poésie que se celebró en el teatro Le Gesù de la principal ciudad de Quebec el 27 de marzo de 1970, un acontecimiento único donde intervinieron una cincuentena de escritores francófonos, como quedó recogido en un documental de Jean-Claude Labrecque y Jean-Pierre Masse.

El poema parte de una frase despectiva que se utilizaba contra los quebequeses por parte de los canadienses anglófonos. “Speak white”, que significa literalmente “habla blanco”, era una forma despreciativa y supremacista (el término sí es aquí muy adecuado) de obligar a unos ciudadanos a renunciar a su idioma, considerado como de segunda, lengua impropia de blancos, de civilizados, de modernos.

Las élites anglófonas canadienses veían a los quebequeses como un pueblo retrasado, de agricultores encorsetados por el catolicismo y la resistencia a perder su lengua y sus costumbres, un relato que respondía a una determinada estructura social. Cambiando esta mirada, el nacionalismo quebequés acuñó la expresión “los negros blancos de América”, para definir su situación y subrayar la opresión cultural y económica que sufría Quebec. Eso respondía a un enfoque que se inspiraba en las luchas anticoloniales del tercer mundo y pretendía importarlas y adaptarlas a sociedades desarrolladas. Pero Quebec no era Argelia ni Vietnam y el camino de la lucha armada –que era rechazado por la mayoría de la población– fue abortado por el Estado canadiense durante la crisis de octubre de 1970. Aquellos hechos traumáticos fortalecieron la vía soberanista democrática y pacífica. Quebec ha celebrado, hasta hoy, dos referéndums, que han ganado los partidarios de seguir formando parte de la federación canadiense. Las comparaciones son odiosas: ningún político anglófono aspiraría hoy a un cargo importante –incluido el de primer ministro– sin expresarse también en francés. Y en el Parlamento canadiense se pueden hablar los dos idiomas oficiales, como sabe muy bien –por ejemplo– la actual presidenta del Congreso de los Diputados.

Estos días, a raíz de algunas reacciones a la ley Celaá (nueva ley de Educación que sustituye la que impulsó el ministro Wert, el que quería “españolizar a los niños catalanes”), he pensado mucho en el poema Speak white . La mentira según la cual el castellano desaparecerá de Catalunya con esta ley –lo afirman la derecha y sus medios afines– no es nada más que la enésima actualización del discurso centralista y uniformista que considera el catalán una lengua de segunda, un patois , que debe tener un lugar residual. Hay que agradecer que Manuel Valls haya expresado esta idea mejor que nadie, al ser preguntado, hace unos días en TV5 Monde, sobre la posibilidad de que la escuela francesa enseñara en vasco y catalán. Valls dejó claro que se opondría y dijo que en torno a estas dos lenguas “hay una lógica sectaria, de exclusión, de expulsión”. Sería muy interesante ver a Valls explicando a la gente de Quebec que sus hijos han de ser escolarizados en inglés porque la escuela en francés, en ese territorio norteamericano, conduce a la exclusión y la expulsión.

Nuestros padres y abuelos saben que la versión española franquista de la frase anglocanadiense “Speak white” es la expresión “hable en cristiano”, que era habitual décadas atrás. Como lo era decir sin manías que “los catalanes hablan como perros”. Venimos de un silencio –como canta Raimon– y también de estos agravios, acumulados en la memoria. Es innegable que hemos avanzado. Ahora no te rompen la cara por usar el catalán, quizá solo te tildan de “supremacista” o de “burgués privilegiado”. Del “hable en cristiano” hemos pasado a “el castellano está perseguido en Catalunya” y otras versiones de esta falacia. Hace poco, en TVE, un joven del PP soltó que “en Catalunya si vas a un establecimiento y hablas en castellano no te atienden”. Hay muchos aprendices de Trump. ¿Cómo puede hacerse un debate serio a partir de estas falsedades?

Mientras, a veces, los catalanohablantes perdemos el tiempo en polémicas gratuitas o caemos en trampas muy previsibles. Quizás deberíamos no perder de vista que el catalán solo se defiende si se utiliza, por lo cual –por ejemplo– algunos participamos convencidos en el lanzamiento de La Vanguardia en catalán, y comprobamos –una vez más– que no hay conflicto lingüístico.

Un mes después de que Lalonde recitara Speak white ante el público de Montreal, el 25 de abril de 1970 en Barcelona tuvo lugar –¿simple casualidad?– el primer Festival Popular de Poesia Catalana, en el Gran ­Price, que reunió a una setentena de poetas y más de tres mil personas, hito recogido en la película que hizo Pere Portabella; esa demostración de vitalidad cultural –multada por las autoridades franquistas– fue una ­victoria contra la maquinaria criminal del “hable en cristiano”, como lo es hoy la ­inmersión escolar, pensada para que todo el mundo conozca las dos lenguas. Desgra­ciadamente, algunos se han dado cuenta ahora de que “en cristiano” es el mundo que añoran.