honrar a los antiguos enemigos es un factor clave para reconciliar las memorias
Argelia aún hiere la conciencia francesa
Cuestión sensible y explosiva
Macron quiere superar el pasado colonial y el trauma de la guerra de independencia con un ejercicio de verdad histórica y reconciliación
Emmanuel Macron es el primer inquilino del Elíseo nacido después de la independencia de Argelia (1962), un trauma colectivo comparable, para Francia, a la pérdida de Cuba y Puerto Rico en la España de 1898. El presidente francés se ve capaz de afrontar esta cuestión tan sensible y explosiva de un modo más distante y racional que sus predecesores.
El pasado miércoles, Macron recibió un informe de 150 páginas que había encargado hace seis meses al historiador Benjamin Stora –de familia judía sefardí, nacido en Constantina en 1950–, uno de los mayores expertos en Argelia. El documento incluye una treintena de recomendaciones para que emerja la verdad, se preserve la memoria de todas las partes implicadas y se avance hacia la reconciliación.
Macron pretende hacer con Argelia lo que hizo Jacques Chirac, en 1995, al reconocer por fin la responsabilidad del régimen colaboracionista de Vichy en la persecución y deportación de los judíos a los campos de exterminio nazis.
Argelia es una herida que sigue supurando. Se calcula que son al menos 7 millones las personas en Francia todavía afectadas directamente o por lazos familiares. Este enorme colectivo incluye a los pied-noirs (franceses y europeos que vivían en Argelia, algunos desde hacía generaciones) y que debieron huir y abandonarlo todo, los militares galos que lucharon allí, los harkis (argelinos que combatieron al lado de los franceses y que sufrieron salvajes represalias) y los inmigrantes llegados a partir de los años sesenta.
Asumir el pasado colonial y la descolonización, con los abusos y crímenes que comportó, es una tarea dolorosa . Francia –en eso se parece mucho a Estados Unidos– es un país con un alto concepto de sí mismo y que se cree llamado a una misión universal. La suya es difundir los derechos del hombre y los valores de la Ilustración, su refinada cultura, el laicismo y la razón frente al fanatismo y la intolerancia.
La descolonización aún alimenta los votos de la ultraderecha y ensombrece a figuras como Mitterrand
Macron debe andar con cuidado para no ofender a nadie. Durante la campaña electoral, en el 2017, dijo que la colonización había sido “un crimen contra la humanidad”. Esa afirmación tan tajante no gustó a algunos sectores y, según ha hecho saber el Elíseo, no volverá a repetirla, al menos con esa misma fórmula. La idea fundamental es que emerja la verdad de lo que ocurrió y que se produzca una “reconciliación de las memorias”. No se considera adecuado que el jefe de Estado presente esta vez excusas, exprese remordimientos o se autoflagele en nombre de la nación entera.
Entre las recomendaciones de Stora figura la de poner en marcha una comisión conjunta franco-argelina para impulsar actos de memoria y de verdad, así como más cooperación universitaria, recíprocas visitas estudiantiles y la creación de un archivo común. Es urgente saber cuántos desaparecidos hubo y desvelar, si es posible, cómo y dónde murieron. Debe conocerse asimismo el alcance de las secuelas de las pruebas nucleares del ejército francés en el desierto argelino.
El análisis conjunto de la historia topa con problemas de sensibilidad social y política, en ambas orillas del Mediterráneo. El relato de la colonización y de la guerra de la independencia que ha realizado el régimen argelino ha sido manipulado porque debía servir para justificar un sistema corrupto y autoritario. En Francia la interpretación varía entre la derecha y la izquierda. La realidad de los pied-noirs expulsados sirve, aún hoy, para explicar la pujanza de la extrema derecha en el sur de Francia, desde Perpiñán a Marsella. En la izquierda, la cuestión argelina no escapa a la polémica. Lo evidencia el turbio pasado del presidente socialista François Mitterrand (1981-1995), que ha vuelto a salir a la luz en toda su crudeza en un reciente libro del filósofo Michel Onfray, Vies parallèles (De Gaulle y Mitterrand). Durante la guerra de Argelia, Mitterrand ejerció como ministro del Interior y de Justicia, y como tal estampó su firma para decenas de guillotinamientos y dio su visto bueno a brutales acciones represivas de las fuerzas de seguridad contra los insurrectos argelinos.
A Macron le encantan los simbolismos. Antes de intentar su reelección, en mayo del 2022, tendrá diversas ocasiones para hablar de Argelia. El 25 de septiembre de este año participará en la jornada nacional de recuerdo a los harkis . El 17 de octubre se conmemorará le sesenta aniversario de a sangrienta represión de una manifestación de argelinos en París. El 19 de marzo del 2022 se recordarán los seis decenios pasados desde los acuerdos de Évian sobre el fin de la guerra y la vía libre hacia la independencia.
Honrar a los antiguos enemigos, es un factor clave para reconciliar las memorias. En julio pasado, Francia devolvió a Argelia las calaveras de 24 líderes rebeldes que fueron fusilados y decapitados por las tropas francesas en 1849. Los restos recibieron sepultura junto a “los mártires de la revolución argelina” en una ceremonia de Estado.
Por una cuestión generacional, Macron se ve capaz de afrontar mejor un problema muy explosivo
Una de las recomendaciones de Stora es que Francia entierre en el Panteón, junto a las glorias nacionales, a Gisèle Halimi, recientemente fallecida, abogada feminista y defensora de los independentistas argelinos. Es improbable que Macron, el primer presidente sin el lastre colonial, desoiga este consejo.
Diecisiete años de matanzas 1