"¡Que viene el lobo!", Agustí Colomines

elnacional.cat, 6-V-21

El nacionalismo español existe. Lo ha explicado muy bien el profesor Xosé M. Núñez Seixas en Suspiros de España: El nacionalismo español 1808-2018 (Crítica). Los partidos que disponen de un estado no necesitan proclamarse nacionalistas, con recurrir al eufemismo patriota ya les vale. La mera lealtad a un estado constituido y a su ley fundamental convierte a los nacionalistas en buenos defensores del patriotismo cívico, alejado del nacionalismo. El virtuosismo del planteamiento tiene mérito, tanto como el que demuestran tener los que pretenden afirmar que existe un catalanismo sin nacionalismo. No todos los nacionalismos son idénticos, eso también lo sabemos, e incluso ideológicamente son heterogéneos. Los nacionalistas pueden ser de derechas y de izquierdas. ¿Qué era sino Frantz Fanon?

Fanon fue un psiquiatra e intelectual nacido en la Martinica —por lo tanto, en su carné de identidad se decía que era francés— que contribuyó a la independencia de Argelia: fue uno de los organizadores del FLN (según las siglas en francés). Es autor de un libro, Los condenados de la tierra (Txalaparta), que fu un hito, porque sirvió tanto para contribuir a la lucha contra el colonialismo como para revitalizar el movimiento afroamericano de los Estados Unidos, e incluso para inspirar a las primaveras árabes. Pero todo lo que reivindica Fanon en este libro, que hay quien asegura que solo es patriotismo de izquierdas para evitar la palabra fea, no tiene nada que ver con el nacionalismo de Isabel Díaz Ayuso, que es libertario y reaccionario a la vez, como lo era el Tea Party que inspiró a Aznar y a su mentora directa, Esperanza Aguirre. Más que con Vox, Steve Bannon ha triunfado en Madrid con la versión radical del PP.

Seguimos creyéndonos el relato de los nacionalistas españoles de izquierdas: los independentistas catalanes tienen la culpa del ascenso de la extrema derecha en Madrid

Pero tan nacionalista español —patriota, en su versión— es Díaz Ayuso como Íñigo Errejón, que apostilla su patriotismo con el adjetivo democrático, pero que no se mueve ni un palmo de los postulados de Ayuso o de Pedro Sánchez sobre quién es el sujeto de soberanía. Su “We, the people” es español, aunque lidere un partido regionalista madrileño, y no catalán. El republicanismo histórico, aquel que después de la Guerra Civil acusaba a los catalanes de ser los culpables de la pérdida de la guerra (lean La velada de Benicarló (Edhasa) de Manuel Azaña y no lo dudarán ni un minuto), sostenía lo mismo. ¿Qué importa que Companys y ERC estuvieran reclamando una vez y otra la defensa de Madrid contra el fascismo, que Rufián copia cuando lanza un tuit con el famoso cartel de la alpargata catalana a punto de chafar una esvástica? Han transcurrido más de 80 años y no hemos aprendido nada. Seguimos creyéndonos el relato de los nacionalistas españoles de izquierdas: los independentistas catalanes tienen la culpa del ascenso de la extrema derecha en Madrid (porque Ayuso no es derecha extrema, sino una versión nueva de la extrema derecha). No es que yo comparta los argumentos expuestos en un tuit por Joan Canadell sobre por qué ha ganado la derecha en Madrid. Esto no va de impuestos bajos, o de si los bares pueden abrirse o no y de si hace falta más o menos intervención de la administración en la regulación de la convivencia ciudadana o el bienestar social y sanitario. Creo que las razones del ascenso por todas partes de la extrema derecha, que se acompaña del declive de la socialdemocracia, son bastante más profundas. Lo que está en peligro es la democracia, que no defiende nadie, ni la izquierda alternativa, ni los liberales des-reguladores, ni el Tribunal Superior de Justicia de Catalunya (TSJC), que obligó al Govern a elegir entre el derecho a votar y el derecho a la salud cuando decidió, sin tener ninguna evidencia científica, la fecha de las elecciones.

¿Qué es el PSC de Salvador Illa sino un partido que se ha decantado por el nacionalismo español (ellos lo llaman patriotismo federal) para recuperar las bases que les había “robado” Ciudadanos en 2017? Da grima leer la propuesta de reforma de TV3 y Catalunya Ràdio que presentaron esta semana. En ella se constata que Illa es la reencarnación de Manuel Duran i Bas y su regionalismo dinástico y no la de Valentí Almirall y su catalanismo confederal. La socialdemocracia, que le pone jeta en todas partes, ha propiciado que la democracia vaya a la deriva sin preocuparse de que ellos también estaban alimentando las tendencias autoritarias que se imponen. Cuando los socialistas catalanes reivindican que los líderes independentistas tenían que ser juzgados por haber convocado un referéndum y cuando ni siquiera tienen un gesto de humanidad con sus familias (como se ha constatado en el Parlament), significa que han perdido completamente la idea de fraternidad que había sido tan clara en las izquierdas desde tiempos inmemoriales. Suben los verdes —los de verdad y no los antiguos comunistas camuflados— porque hoy en día son los únicos que defienden los derechos civiles y democráticos de la gente en su conjunto. La socialdemocracia es parte del establishment que pone en peligro la libertad. Ayuso es la otra cara de la moneda.

Sufriremos. Se equivocan los que creen que la gran victoria de la extrema derecha en Madrid centrará el PSOE. Estos crédulos vuelven a caer en la ingenuidad de pensar que el nacionalismo español de izquierdas es diferente al de derechas. Ahora más que nunca, Pedro Sánchez abandonará a su suerte a ERC y su mesa de diálogo. Puesto que Sánchez ya les tiene tomada la medida y sabe que ERC no aguanta la presión mediática, no le cabe duda de que los republicanos le apoyarán haga lo que haga, mientras la mesa de diálogo se convertirá en un holograma. En plena negociación por la investidura de Pere Aragonès, Junts haría bien de calibrar la verosimilitud de lo que se pacte sobre la hoja de ruta, el Consell per la República y para el día siguiente de los veinticuatro (¡24!) meses de margen que ERC y la CUP están dispuestos a dar a los nacionalistas españoles para dialogar (porque ellos no negociarán jamás nada). Si yerran o dan gato por liebre, la consulta que dicen que convocaran entre las bases (que yo celebro porque ya la defendí el pasado lunes) les irá en contra.