"Se anuncia un gran terremoto", Jordi Barbeta

Barcelona. Domingo, 9 de mayo de 2021. elnacional.cat

La derrota de Pedro Sánchez en las elecciones madrileñas supone un primer movimiento sísmico de una cadena que sólo puede acabar con el big one, el gran terremoto que más pronto de lo que puede parecer provocará la caída del presidente del Gobierno y el ascenso de la extrema derecha al poder ejecutivo. En otros poderes del Estado es obvio que ya está y actúa en consecuencia, preparando el terreno.

Pedro Sánchez pactó con las izquierdas no por voluntad sino porque no tuvo más remedio, por una cuestión de supervivencia, pero desde el principio ha querido girar hacia la derecha pensando equivocadamente que los poderes fácticos del Estado, incluida la vieja guardia del PSOE, le acabarían perdonando sus alianzas con partidos republicanos. Ha congelado el salario mínimo, no ha derogado la reforma laboral del PP y ha frenado iniciativas con respecto a los límites a los alquileres o a la ley mordaza. Actuar a la defensiva respecto de sus adversarios le ha hecho perder su identidad como referente de la izquierda política. La prueba es que a pesar del aumento de participación en la Comunidad de Madrid, en el ámbito de las izquierdas el PSOE ha perdido escaños, mientras que Más Madrid y Unidas Podemos, han ganado. A eso se le llama perder la iniciativa política.

Sánchez se encuentra ahora atrapado en sus contradicciones porque, haga lo que haga, le provocará un desgaste político difícilmente soportable teniendo en cuenta que no tiene mayoría en el Congreso. Los indultos, mal si los concede y mal si no lo hace

Sánchez se encuentra ahora atrapado en sus contradicciones porque, haga lo que haga, le provocará un desgaste político difícilmente soportable teniendo en cuenta que no tiene mayoría en el Congreso. Ponemos el ejemplo más fácil: los indultos a los presos políticos. Si indulta, la ofensiva cavernaria no lo dejará respirar, automáticamente se convocarán elecciones en Andalucía y volverá a perder. Y si no indulta, el apoyo de Esquerra Republicana, que es imprescindible para todo lo que es importante de la legislatura, difícilmente se podrá mantener.

La única manera de retener a ERC en la mayoría parlamentaria sería facilitando el PSC la investidura o cuando menos la estabilidad del Gobierno de Pere Aragonès. La investidura sería tan arriesgada o más que los indultos para el PSOE y difícilmente digerible para las bases independentistas, pero una cotidianidad basada en el intercambio de favores parlamentarios siempre resulta más soportable. En todo caso, es una posibilidad que ha incidido esta semana y gravita sobre las negociaciones de JxCat con ERC.

Obviamente el discurso socialista de cara a ERC será que si hacen caer el Gobierno más progresista de la historia vendrá el más franquista de la democracia. Entonces ERC tendrá que reflexionar de qué sirve un Gobierno tan progresista que no es capaz de parar la represión y la persecución que, como hemos visto estos días, sigue creciendo con la evidente voluntad desestabilizadora del bunker judicial. Y ya empieza a circular dentro del movimiento independentista la teoría del cuando peor, mejor. Contra la extrema derecha, como contra Franco, se lucha mejor.

La única manera de retener a ERC en la mayoría parlamentaria en el Congreso sería facilitando el PSC la estabilidad del Gobierno de Pere Aragonès, sobre todo ahora que los republicanos se disponen a gobernar en minoría

Lo más probable es que Sánchez no se atreva a hacer nada, confiando en que con la distribución centralizada de los fondos europeos del Plan de Recuperación acalle las críticas, cuando es inexorable que todo el mundo quedará descontento y considerará insuficiente lo que le atribuyan. Y si Más Madrid ha superado al PSOE, lo mismo puede pasar en Aragón con Teruel Existe; en el País Valencià con Compromís; en Galicia con los grupos nacionalistas, y en Andalucía con la franquicia de Podemos. Pedro Sánchez se las prometía muy felices pensante que la irrupción de Vox le aseguraba al PSOE el primer lugar en el ranking. Sin embargo, ahora ha quedado claro que la coalición PP-Vox vuelve a estar en condiciones de ganar unas elecciones generales ante unas izquierdas hechas trizas.

Desgraciadamente, en el sistema de "opulencia comunicacional" en el que se han instalado las democracias, la gente ya no vota por lo que hacen los políticos sino por lo que dicen. E Isabel Díaz Ayuso tenía un relato y el PSOE no tenía ninguno. Ha pasado exactamente lo mismo que en las presidenciales de los Estados Unidos de 2016. Donald Trump tenía un discurso cargado de mentiras, pero en el de Hillary Clinton no se entendía lo que quería decir.

Si los madrileños hubieran votado por lo que ha hecho Isabel Díaz Ayuso, la lideresa del Partido Popular no habría sacado ni un voto. No olvidemos que en la Comunidad de Madrid ha habido más muertos de Covid en proporción a su población, a pesar de la manipulación de las cifras. En su sistema de salud se produjeron dimisiones en cadena de los cuadros técnicos sanitarios que no estaban dispuestos a asumir las barbaridades de la presidenta, pero Díaz Ayuso ha sabido alimentar por primera vez el sentimiento de pertenencia madrileño. Y lo ha hecho con un grado de cinismo abrumador porque ya es el colmo que los franquistas griten libertad. Circula una frase atribuida a George Orwell que se non è vero, è ben trovato: "Cuando el fascismo llegue finalmente a Occidente lo hará en nombre de la libertad". Así estamos.