"Qué falló en la “evitable” pandemia del coronavirus", Ernesto Ekaizer

 

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Todo lo que podía fallar para prevenir la pandemia del coronavirus falló. La mayoría de los eslabones de la cadena de respuesta quebraron. La Organización Mundial de la Salud (OMS) es una entidad “sin poder”, sin liderazgo político global. 

Se puede decir más alto, pero no más claro. 

Las conclusiones del informe del Panel Independiente para la Preparación y Respuesta ante una Pandemia están basadas en centenares de entrevistas a expertos, miles de documentos y la asesoría de instituciones públicas y privadas de todo el mundo. 

El informe, que fue presentado el pasado miércoles 12 de mayo por las copresidentas del panel, Ellen Johnson Sirleaf, expresidenta de Liberia y fundadora del Centro Presidencial para la Mujer y el Desarrollo, y Helen Clark, ex primera ministra de Nueva Zelanda, será elevado a la 74 Asamblea Mundial de la Salud prevista a finales de mayo. 

"El covid-19 es el momento de Chernóbil del siglo XXI, no porque un brote de enfermedad sea como un accidente nuclear, sino porque ha mostrado claramente la gravedad de la amenaza para nuestra salud y bienestar. Ha provocado una crisis tan profunda y amplia que los presidentes, primeros ministros y jefes de organismos internacionales y regionales deben aceptar ahora urgentemente su responsabilidad de transformar la forma en que el mundo se prepara y responde a las amenazas sanitarias mundiales. Si no es ahora, ¿cuándo?". 

El informe fue encargado por la OMS en mayo de 2020, durante la llamada primera ola, cuando las consecuencias devastadoras eran todavía desconocidas. El virus se ha cobrado la vida, según las estadísticas oficiales, de más de 3,2 millones de personas, ha provocado el empobrecimiento extremo de más de 100 millones de personas y las pérdidas económicas ascienden, según algunos cálculos, a unos 10 billones de dólares. 

El relato desafía la idea de que el coronavirus ha caído del cielo y sitúa los antecedentes que ya alertaron sobre su posible advenimiento.  

"Una miríada de fallos, lagunas y retrasos en la preparación y la respuesta. Las estanterías de la ONU y de las capitales nacionales están llenas de informes y revisiones de crisis sanitarias anteriores. Si se hubieran atendido sus advertencias, habríamos evitado la catástrofe en la que nos encontramos hoy. Esto debe ser diferente". 

 Actuación sanitaria en un hotel australiano donde había enfermos de covid el año pasado. Darrian Traynor / Getty Images

El grupo de expertos ha concluido que la pandemia de COVID-19 podría haberse evitado. Los científicos observaron durante años una tasa creciente de enfermedades zoonóticas emergentes: el coronavirus del SARS, ébola y zika. Sin embargo, advierte el informe, la falta de financiación y la negligencia, alimentaron la pasividad. 

En la secuencia de los hechos descritos se destaca que el mes de febrero de 2020 fue un mes decisivo que se perdió para prevenir la propagación del virus. “Febrero fue un mes perdido”, señala. “Ni los sistemas nacionales ni los internacionales consiguieron satisfacer las demandas iniciales y urgentes de suministros. Los países con respuestas retrasadas también se caracterizaron por la falta de coordinación, las estrategias incoherentes o inexistentes y la devaluación de la ciencia a la hora de orientar la toma de decisiones".

 No era difícil concluir que febrero de 2020 fue un mes perdido. En mi libro El crispavirus (primera edición julio 2020) señalaba que “en los 22 días que van desde la reunión de ministros de Sanidad el 13 de febrero de 2020 al siguiente encuentro del 6 de marzo, se desarrolla gran parte de lo que será el drama de nuestras vidas: el incremento extraordinario de los casos de contagio en la Unión Europe y el Reino Unido, el avance agazapado del virus en medio de una “inacción alarmante” según la definición del director de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreysus, al declarar la pandemia el 11 de marzo de 2020. 

Pero la exigencia de mayor poder para la OMS en el futuro que pide del panel independiente para el futuro no profundiza en la experiencia que precisamente explica en gran parte el retraso en la declaración de la pandemia del coronavirus. La OMS había sido sometida a un escarmiento.

El historiador indio Vijay Prashad, a quien cito en mi libro, ha descrito las fuerzas que actuaron dentro de la OMS sobre la declaración de la pandemia. 

En mayo de 2005, la 58 Asamblea Mundial de la Salud acordó nuevas pautas “que evitarían, protegerían, controlarían y proporcionarían una respuesta de salud pública a la propagación internacional de enfermedades de manera proporcional y circunscrita a los riesgos para la salud y que evitarían innecesarias interferencias del tráfico y comercio internacional”. 

En roman paladino: Estados Unidos, Canadá y la Unión Europea impusieron que la declaración del Estado de Emergencia Sanitaria Internacional o de una pandemia global solo se debía hacer al ser evidente que los viajes aéreos y el comercio no se interrumpirían indebidamente. 

Había que proteger al soldado “globalización”. Y esto condiciona a la OMS desde 2005. 

Pero en 2009 estas normas se pusieron a prueba con la nueva gripe en México y Estados Unidos, la H1N1, una combinación de genes del virus de la influenza, relacionada con el linaje porcino de Norteamérica y Eurasia (por ello se le llamó gripe porcina). Detectada en abril de 2009, la OMS declaró el estado de Emergencia Sanitaria Internacional y el 11 de junio, finalmente, la pandemia. 

El impacto previsto fue menor al real. Si bien 60,8 millones de personas se infectaron, las muertes por el H1N1 se elevaron a 12.469. 

Los ataques a la OMS no se hicieron esperar. En la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa (órgano que reúne a las fuerzas políticas y su papel consiste en investigar, recomendar y aconsejar) se abrió un proceso de investigación sobre la pandemia del H1N1. Catorce miembros acusaron a la OMS de actuar fraudulentamente, bajo influencia de las grandes empresas farmacéuticas (Big Pharma), lo que había llevado a malgastar recursos ya previstos para los sistemas sanitarios.  

Se acusó a la OMS de exponer innecesariamente a millones de personas sanas al aumento de los efectos secundarios desconocidos de vacunas insuficientemente probadas.  

“La definición de una pandemia alarmante no debe estar bajo la influencia de los vendedores de fármacos”, sentenciaron. 

Ante el coronavirus, la OMS declaró la pandemia tres meses después de que se registraran los primeros casos en China. 

Pero, como también se señala en el informe del panel independiente, la prevención falló con mucha anterioridad. 

Lo han descrito el epidemiólogo norteamericano de la Universidad de Columbia Rob Wallace; el ecólogo de enfermedades en Costa Rica, Luis Fernando Chaves, y Alex Liebman, doctorando en Geografía Humana de la Universidad de Rutgers. 

“La falta de preparación para reaccionar ante el brote no empezó en diciembre de 2020, cuando los países de todo el mundo se abstuvieron de responder a la salida del covid-19 de Wuhan. En realidad, los fallos ya estaban programados desde hace décadas, habida cuenta de que los bienes comunes compartidos de la salud pública se descuidaron y mercantilizaron simultáneamente. Un país prisionero de un régimen epidemiológico individualizado y acostumbrado a responder a necesidades puntuales -una contradicción absoluta-, con apenas suficientes camas y equipos hospitalarios para un funcionamiento normal, es por definición incapaz de reunir los recursos necesarios para intentar un método de supresión como el de China”. 

Ernesto Ekaizer es periodista