Puigdemont, Comín y Ponsatí, ¡¿tienen o no tienen inmunidad?!

¡Es el deshielo, hiperventilados!

Joan J. Queralt
Barcelona. Sábado, 12 de Junio 2021. elnacional.cat
Tiempo de lectura: 3 minutos 

Los hiperventilados, los arrebatados, los tribuneros del patriotismo, los anatematizadores del botiflerisme y otros elementos innecesariamente tóxicos han tenido una de sus peores semanas y mira que empezaba muy bien.

La carta de Junqueras, considerado por algunos, en el mejor de los casos, víctima de su secuestro y, por lo tanto, dispuesto a todo con el fin de salir del talego, despertó lo mejor de cada casa. Las burradas con las que regaron Twitter y Facebook los patriotas de boquilla fueron antológicas. Por fin se abría la veda contra el traidor de Sant Vicenç dels Horts. La espera había valido la pena; ahora, barra libre para despotricar a diestro y siniestro.

Sin embargo, ¡lástima!, lo bueno dura poco. Al día siguiente, la política epistolar —curiosamente entre prisioneros que conviven forzadamente en la misma prisión debido a una condena injusta— continuó. En esta ocasión, fue Jordi Sànchez, de JxCat, quien dio su opinión. Y, ¡oh milagro sin parangón en el universo de los milagros!, se hizo el silencio: las aberraciones cesaron. Qué cosas tiene comulgar con ruedas de molino. Con lo bonito que resulta hacer uso autónomamente de la propia razón e intentar no ser un borrego sectario.

No entraré en decir lo que no dicen ni Junqueras ni Sànchez. Eso de leer los papeles como si fueran el negativo de una foto no es más que deformar lo que dice de verdad la misiva. Los ultratextualistas y metatextualistas tienen trabajo, pero su métier no es ahora lo importante. Lo que dicen se puede leer con todas las letras en sus cartas. En síntesis, ambas contienen una corrección de rumbo con más o menos autocrítica.

Una corrección de rumbo para unos nuevos tiempos. ¿Por qué nuevos tiempos? Pues porque algunos de los que estaban al frente de la represión, con una dureza impropia de una democracia, al final se han dado cuenta de que íbamos, y ellos muy principalmente, de capa caída.

El precio del diálogo no puede ser, una vez más, vulnerar impunemente las garantías europeas. Si Puigdemont, Comín y Ponsatí son inmunes, guste o no, son inmunes

La represión judicial hacia el procés ha dado de sí todo lo que podía dar de sí. El horizonte de Estrasburgo del que tanto se reían los cronistas de la Villa y Corte ahora no parece ni tan lejano ni tan irrelevante. Como siempre, los irreductibles, al fin y al cabo, los padres de la criatura que hacen informes alucinantes jurídicamente hablando sobre su oposición al indulto, persisten.

Como por parte de los que hicieron prevalente la trama judicial contra el procés, menospreciando la acción política, lo único que les queda son colonadas; la parte más inteligente, como quiere continuar en el poder, ha cambiado de piñón. Empieza así con los preparativos de la mesa de negociación. La primera pata es el indulto, insuficiente, pero es la primera. A la espera de la inevitable amnistía.

La segunda será cómo parar la represión. Dependerá de la fuerza que tenga Sánchez, Pedro, sobre el aparato del Estado, en especial, policías, ministerio fiscal y Abogacía del Estado. Las primeras tienen que dejar de urdir informes absurdos y llenos de falsedades, que, a pesar de todo, todavía algún juez compra. Que sepamos, los policías no son independientes y tienen que obedecer al gobierno. Tampoco lo es, por mucho que lo pretendan propios y extraños, el ministerio fiscal, que lleva a cabo la política criminal del gobierno, aquí y en cualquier país civilizado. Todavía menos la Abogacía del Estado, que, para entendernos, son los abogados de empresa del gobierno.

Veremos cuál es su comportamiento a la hora del inevitable recurso —otra cosa es que se inadmita a trámite, como tocaría, por falta de legitimidad— y veremos qué papel hace la Abogacía del Estado en Estrasburgo. Serán todas estas piedras de toque las que confirmarán si la invocación de la mesa y los indultos supone el inicio de una vía política, aunque larga, tortuosa y compleja, pero irrebatible.

El tercer elemento que dará la temperatura a la que se piensan poner las calderas para alcanzar la velocidad de crucero en las negociaciones es qué pasa con el resto de represaliados, más de 3.000, incluidos Puigdemont, Comín, Ponsatí, Puig i Gordi, Marta Rovira y Anna Gabriel.

Preocupa este último pero irrenunciable capítulo, auténtico starter de las negociaciones entre Barcelona y Madrid. En efecto, hay una cuestión que no se plantea, porque se da por incontestable. La cuestión es: ¿por qué los eurodiputados, que han recobrado su inmunidad, todo el mundo piensa que no pueden pisar España? ¿No entienden los que tendrían que entender que la inmunidad europea es eso, inmunidad europea, y que, por lo tanto, no reconoce ninguna excepción territorial?

El precio del diálogo no puede ser, una vez más, vulnerar impunemente las garantías europeas. Si Puigdemont, Comín y Ponsatí son inmunes, guste o no, son inmunes desde Finisterre hasta la línea Curzon. No hay islas de no inmunidad. Esta, al fin y al cabo, será la hora que confirmará si el deshielo que ha empezado sigue adelante.

Pero el deshielo ya ha empezado. Esperanza crítica, como dirían algunos clásicos modernos.