*Vers l’abolició de les Seleccions Nacionals (estatals) esportives* II/II, Rafa Villaró

...violencia, la crueldad y la barbarie son consideradas “Patrimonio de la Humanidad”, esta petición será acogida.

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¿Por qué los sacerdotes promueven las fiestas patronales con toros? “Poderoso caballero en Don Dinero”, escribía Francisco de Quevedo

“Son parte de la tradición religiosa, que honra a la virgen y a algunos santos”. Este es un gravísimo error. La iglesia en varias oportunidades, ha condenado la celebración de fiestas en que se torturen y maten animales. El papa Pío V en 1567 promulgó una bula en que “condena estos espectáculos torpes y cruentos”, estableciendo pena de excomulgación para clérigos, emperadores, reyes y cardenales que fomentaran dichos espectáculos. En 1920 el secretario del Estado Vaticano, cardenal Gasparri declaró que “la iglesia continúa condenando en alta voz, tal como lo hiciera el papa Pío V, estos sangrientos y vergonzosos espectáculos”.

Juan Pablo II, haciendo un estudio de la Biblia dice que “el hombre, salido de las manos de Dios, resulta solidario con todos los seres vivientes, como aparece en los salmos 103 y 104, donde no se hace distinción entre los hombres y los animales”. ¿Por qué los sacerdotes que promueven las fiestas patronales y las iglesias encargadas de ellas, hacen caso omiso de estas palabras de sus líderes? Será por motivos económicos, pienso: “Poderoso caballero es Don Dinero”, escribía Francisco de Quevedo.

 

Como cualquier animal cefalizado y con un sistema nervioso central, ¿cómo no sentirá un toro la puya, las banderillas o la espada?

 

“Sin corridas no habría toro bravo, éste desaparecería”. El toro es un animal herbívoro. Gran parte de su vida consiste en buscar pastos para alimentarse, y no es bravo sino en las luchas territoriales, en la lucha por la reproducción y/o en situaciones de peligro. El toro es artificialmente manipulado y provocado para que responda de manera agresiva al torero. La casta brava de los toros ha sido genéticamente manipulada por el hombre para que sus ejemplares sean agresivos, tal como se han manipulado los ganados lecheros o de carne. En este caso, que se termine la fiesta de los toros significará el fin de la bravura del toro que es económicamente explotada por las ganaderías. No significa el fin de los toros, porque toros más -o menos- bravos pueden darse en otras sub-especies de toros. Sus dehesas pudieran organizar ‘safaris’ para contemplar a los toros en el campo. Las subvenciones públicas pudieran destinarse a este fin, amén de la recaudación de los visitantes.

“El toro no sufre”. Como cualquier animal cefalizado y con un sistema nervioso central, sí siente: si vemos a una mosca posarse sobre el lomo de un toro, apenas la percibe éste trata de espantarla. ¿Cómo no sentirá un toro la puya, las banderillas o la espada? ¿O acaso el toro se orina y defeca en la corrida, porque le da pánico escénico? Peor si pensamos que en los toros no sólo éste es torturado, muchas veces los caballos de rejoneadores y/o picadores también caen heridos…Y ellos también sienten.

“El toro bravo nació para eso”. El toro bravo fue criado y predeterminado por los criadores para ese destino. Fue un capricho y una voluntad humana, movida por diferentes intereses para los que el animal era un medio, lo que selló su suerte con ese destino. Ni Dios ni la patria ni la tradición hicieron del toro bravo lo que es. Fue el hombre quien lo manipuló y lo llevó a la medida de sus deseos. ¿Es justo darle vida a un animal para quitársela en un acto pleno de dolor y crueldad? No podemos olvidar que un toro vive veinte años y los destinados a las corridas tienen apenas cinco años.

 

 El regocijo en la tortura y la muerte de un animal son símbolos inequívocos de cierta decadencia, al estilo de la Roma del pan y el circo

“El que quiera ver los toros que los vea, el que no que se vaya”. Podría decirse lo mismo de la pedofilia: el que quiera hacerlo que lo haga, los otros, que hagan vista gorda y sigan su vida. Las temporadas taurinas, las escuelas y las ganaderías se financian con dineros públicos a través de donaciones, exenciones de pago de tasas, subsidios. Un porcentaje importante de personas que están contra las corridas de toros (68,8% de los españoles) no querrían que sus dineros fueran a dar al fomento de esta cruel tradición. Es fácil vivir la vida no mirando lo feo que ésta tiene. El regocijo en la tortura y la muerte de un animal son símbolos inequívocos de cierta decadencia -al estilo de la Roma del pan y el circo-. Habemos quienes no podemos mirar hacia el lado cuando un animal sufre, y no tenemos reparo en reclamar frente a esto, tenga la tortura forma de torero, matarife, maltratador, vendedor de mascotas o empresario de entretenciones que exploten animales…

Sé que algunos argumentos quedan fuera del artículo, pero creo que éstos resumen los más importantes. Finalmente, me pregunto ¿Por qué siempre han de darse argumentos contra las corridas de toros?: Acaso la crueldad ¿no es crueldad siempre, independientemente de si la víctima que la recibe es humano o animal? No deberíamos dar estos argumentos si los seres vivos humanos o animales, fueran plenamente respetados en su ser individual… sin embargo eso no sucede hoy en día. Por eso, explicitar nuestros diferentes puntos de vista es clave para iniciar una conversación y motivar los cambios que nuestras sociedades necesitan para mejorar. El tiempo nos va a dar la razón. Las corridas de toros es una ‘muerte anunciada’ y será a las cinco de la tarde…, también en nuestro territorio de Cancún, Playa del Carmen, Chetumal… y el resto de Quintana Roo.

 

Un Hemingway ebrio de vino obligara a beber Coca-Cola a una mula, que poco después debería arrastrar al desolladero a un toro martirizado

Puesto que Hemingway fue el más famoso publicista ante el mundo de todos nuestros veranos sangrientos en España, empezando por el fraticida de 1936 y terminando por los encierros de Pamplona, he aquí un acto realizado por este personaje, que revela su verdadera actitud ante la fiesta taurina, más allá de la faramalla literaria con que la exaltaba. Sucedió en 1959 durante la última visita que realizó Hemingway a los ‘Sanfermines’. A las cuatro de la tarde, camino de la plaza de toros, la reata de las mulas del arrastre con colleras de campanillos pasaba por delante de Casa Marceliano, situada en la trasera del Ayuntamiento, donde el escritor estaba de sobremesa rodeado de algunos aduladores igualmente borrachos. Al parecer Hemingway tuvo un rapto de inspiración. De repente se plantó en mitad de la calzada con una Coca-Cola familiar en la mano, mandó parar a la comitiva y vació a la fuerza el refresco en la boca de una de las mulas en medio del fragor de las peñas que le reían la gracia.

El hecho de que un Hemingway ebrio de vino obligara a beber Coca-Cola a una mula, que poco después debería arrastrar al desolladero a un toro martirizado, es suficiente motivo para pensar que tanto esta fiesta sangrienta como aquel escritor fanfarrón, degustador de toda clase de violencias, estaban ambos dos ya fuera de tiempo. La decadencia de este rito bárbaro de acuchillar reses bravas en público en medio del jolgorio es ya imparable. Felizmente las plazas de toros pronto serán mostradas por los guías a los turistas como espacios donde antiguamente se celebraba una carnicería, que algunos llamaban cultura, cuando no era más que una mezcla sustancial de mugre, sangre, muerte, señoritismo y caspa. Ya queda poco para que desaparezca del mapa esta fiesta y las mulillas de arrastre se la lleven al desolladero de la historia con Ernest Hemingway a la cabeza.

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