Fernando Fernán-Gómez: ¡A la mierda! (No llegó la paz, llegó la victoria)

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¡A la mierda!

Este año 2021, el genial escritor y cineasta Fernando Fernán-Gómez hubiera cumplido cien años; cuando falleció, en noviembre de 2007, una bandera anarquista cubrió su feretro. Al contrario que con Berlanga, otro ácrata genial, si bien con claras diferencias vitales e ideológicas entre ambos, no parece que proliferen los homenajes de una figura clave en la cultura contemporánea de este indescriptible país. El espíritu libertario de Fernán-Gómez, con seguridad, germinó en su adolescencia, durante la maldita Guerra Civil, cuando se inscribió en una escuela de arte dramático de la CNT, donde tuvo a algunos de los mejores maestros de declamación; su tío, perteneciente a la Confederación sindical le mantuvo cerca de numerosa propaganda ácrata. Cierto es que, durante el cruel franquismo, Fernán-Gómez tuvo que aceptar continuos personajes estúpidos en películas de escasa importancia; en sus inicios, durante muchos años, su vida no estuvo exenta de necesidad, desaliento y desesperanza. Su increíble talento interpretativo, en cualquier caso, siempre estuvo por encima de las producciones en las que intervino como actor. El inefable cine religioso, pueril y maniqueo del franquismo tuvo una excepción con Esa pareja feliz, codirigida por Juan Antonio Bardem y, precisamente, por Luis García Berlanga, una obra que puede asemejarse al neorrealismo italiano y donde Fernán-Gómez aportó su indudable talento.

Hablamos de un tipo que, obviamente, no fue solo un intérprete, su condición de intelectual fue forjada en innumerables tertulias en cafés, alguno de los cuales supuso al menos cierto reducto de libertad durante la cruenta dictadura. Tendrían que pasar bastantes años para que un autor imprescindible, algo oculto durante cierto tiempo, pudiera trabajar en mejores obras. Acabó escribiendo y dirigiendo películas que hoy resultan imprescindibles en cualquier filmoteca que se precie. La vida por delante, El mundo sigue, El extraño viajeobras protagonizados por gente humilde, críticas, satíricas y tan crueles como el tiempo en que se gestaron. Especialmente, en El extraño viaje, quizá su mejor film, Fernán-Gómez, basándose en una idea de Berlanga y coescrita con Pedro Beltrán, construye una pieza ejemplar de humor negro, un impagable cuadro del represivo provincianismo franquista. Pero, oficialmente, fue El viaje a ninguna parte, ya realizada en los años 80, su película más valorada; se trata de una terrible crónica que recoge la vida de los cómicos en los caminos de aquella triste y gris España de los años 50. La profesión que tan bien conocía su autor.

Casi durante los cuarenta últimos años de si vida, Fernán-Gómez estuvo al lado de Emma Cohen, otra figura a reivindicar; una mujer vitalista y comprometida, que vivió el Mayo francés y que tenía las mismas ganas de su compañero de crear y cambiar el mundo. Es en esta época, tal vez muy condicionada por su pareja, cuando nuestro autor vive los mejores años profesionales, con memorables papeles en teatra y en cine de indudable calidad. La película Mi hija Hildegart la dirige Fernán-Gómez en 1977, una obra que tiene un indudable interés histórico e ideológico; basada en la crónica del escritor, y también libertario, Eduardo de Guzmán, recoge una historia real increíble, Aurora es una feminista convencida que decide engendrar a la mujer perfecta que encabezará la causa liberadora femenina. Hildegart será ya a los 18 años toda una institución en los ambientes intelectuales y revolucionarios de Madrid, pero su rebeldía contra el socialismo autoritario de su madre terminará por llegar. Las bicicletas son para el verano es, incuestionablemente, una de las mejores obras teatrales que ha dado este peculiar país; de tintes autobiográficos, se narra el sentido de las aspiraciones de un grupo de personas que pierde la ocasión histórica de cambiar de vida y cambiar la vida durante el conflicto civil español. La frase final de la pieza teatral forma ya parte también de la cultura popular y de la historia de este país, que tantos problemas tiene con su memoria: «No ha llegado la paz, ha llegado la victoria». Al respecto de la memoria, recomiendo fervientemente la autobiografía de Fernando, El tiempo amarillo, de lo mejor en este género literario. En recuerdo y homenaje a este hombre, solo podemos vociferar su conocido ¡A la mierda! Sí, a la mierda los interminables cretinos, mediocres y reaccionarios en este inenarrable país.

Juan Cáspar

19-VIII-21, acracia.org

 

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CENTENARIO
FERNANDO FERNÁN GÓMEZ

«Actor, guionista, director, contertulio en el Café Gijón, noctámbulo en el Riscal, habitual de cabarets y salas de fiesta, jaranero en ventas de cante flamenco hasta el amanecer... Lo más sorprendente es que Fernando Fernán Gómez todavía encontrara tiempo para meterse a escritor, pero lo hizo, y además de manera prolífica. Siempre se escudó en lo incógnita que resultaba para él esta ocupación —«Es como una vocación paralela y que no tiene ninguna relación con el medio en el que yo me he criado»—, pero en realidad era una afición temprana, despertada cuando siendo apenas un niño leyera las aventuras de Tarzán, las novelas de piratas de Salgari, los folletines por entregas de Eugène Sue y Xavier de Montépin y las intrigas criminales del detective Sexton Blake. O, más directamente, cuando siendo adolescente, bajo las bombas del Madrid asediado, se perdiera por insistencia de su abuela entre las páginas de Los miserables de Victor Hugo, el libro con el que, según señalaría de sí mismo hablando en tercera persona, «se le abrían las puertas de la realidad, de la más dolorosa realidad, cerradas o entornadas durante la infancia. [...] Aquel folletín en el que los personajes le parecían seres de carne verdadera y de sufrimientos cotidianos, materias con las que nunca había pensado que se pudieran hacer novelas».
 
De El vendedor de naranjas y otros relatos de cine
y picaresca
(y perdón por la redundancia),
de Aguilar y Cabrerizo





«Nos asomamos a uno de los más de doscientos rodajes protagonizados por Fernando Fernán Gómez. Él delante de la cámara; también detrás de ella. Autor asimismo de guiones e historias contadas en 24 imágenes por segundo o en 625 líneas. En blanco y negro y en color. Historias que nos han hecho reír, llorar, amar, odiar. Sus admiradores aseguran que se trata de un genio y que Fernando es uno de los más grandes actores españoles de todos los tiempos».

Documentos RNE repasa la vida y obra del polifacético Fernando Fernán Gómez en este pódcast.

Puedes escucharlo aquí.


«No sé por qué motivo Cortés se convirtió en mi espía particular, y al destartalado bar del estudio me iba trayendo cada cuarto de hora las noticias que pescaba en el trabajo.

Quizá le agradaba codearse conmigo porque presumía un poco de intelectual. Me había explicado que se encontraba fuera de ambiente en los medios cinematográficos españoles, porque los actores tenían muy escasa cultura. En América y en otros países era otra cosa. Laurence Olivier era hombre de una gran formación. Jean-Louis Barrault daba conferencias, por lo visto, o algo parecido. George Sanders había escrito varias novelas policíacas y, a pesar de ser americano, hablaba francés y español. Y ahí estaba Charles Chaplin, que se lo hacía todo él mismo.

Pero aquí el nivel medio de la profesión era mucho más bajo. Cortés había podido darse perfecta cuenta de ello en los quince días al año que solía pasar en el extranjero con motivo de algún festival de cine o en las vacaciones de Navidad.

En aquella agitada mañana, y por mediación de Julián Cortés, pude enterarme de que gentes como Miró, Puche y Castro eran nefastas para nuestro cine. Los tres eran unos ignorantes completos, sin el más pequeño conocimiento de los problemas artísticos. Ignoraban los nombres de Matisse y Modigliani, por ejemplo. Y no sabían que Debussy había sido un músico revolucionario. Así no había manera de producir películas».
El vendedor de naranjas, Fernando Fernán Gómez
(Pepitas, 2021).

*** Más información sobre el libro, aquí.





Fue Enrique Jardiel Poncela quien primero se fijó en el peculiar modo de hacer en el escenario de Fernando Fernán Gómez y escribió para él el personaje del Pelirrojo, de Los ladrones somos gente honrada. A principios de los años cuarenta se pasa del teatro al cine, pero es un culo inquieto: tertulia con poetas, dirige teatro de cámara, crea el Premio de Novela Breve Café Gijón, asiste a las primeras Jornadas de Cine Italiano en Madrid en 1951 y descubre el neorrealismo. Con Analía Gadé, conformará una de las parejas más reconocibles de la comedia desarrollista española, al tiempo que como director va perfilando una mirada propia menos conformista con el díptico La vida por delante y La vida alrededor. Tras un par de afortunadas transposiciones a la pantalla de sendas comedias de Miguel Mihura, se embarca en la dirección de sus dos mejores películas como director —El extraño viaje y El mundo sigue—, que estrenadas muy tarde y peor que mal amenazan con condenarlo al ostracismo profesional, así que acepta los encargos que le ofrecen. Las cosas cambian a partir del éxito de El viaje a ninguna parte, su particular visión del mundo de los actores itinerantes. Las bicicletas son para el verano es su consagración teatral y supone el segundo inicio de una carrera literaria que lo conducirá hasta la mismísima Academia. Para abreviar, Fernando Fernán Gómez es uno de los hombres más completos de la cultura española del siglo XX.

Si quieres conocer en profundidad a este genial artista, no te pierdas este magnífico documental que Televisión Española emitió el 23 de noviembre de 2007. Puedes verlo completo aquí.


BONUS TRACK: Y si te has quedado con ganas de más, no te pierdas el que rodó David Trueba, titulado La silla de Fernando. Está disponible aquí.



«No he utilizado, me parece, ningún otro truco más que el de la naturalidad y el de no apuntarme a nada, quizá con un exceso de egoísmo; apuntarme exclusivamente a mí mismo».
—Fernando Fernán Gómez







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