*La santa ignorancia*, Olivier Roy

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Religión y cultura están tomando caminos separados. ¿Resultado? Conversiones poco habituales y una versión fundamentalista de la fe. En su último libro, La santa ignorancia, el experto en estudios islámicos, religiones y Oriente Olivier Roy analiza cómo “el mito de la religión pura” que se forma al margen de la cultura es consecuencia de la mundialización y de la crisis de esas culturas de las que reniegan. Roy estuvo recientemente en Barcelona invitado por el Institut Europeu de la Mediterrània (IEMed) para participar en un seminario sobre La influencia del islam en Europa.

 

Marruecos y Argelia están persiguiendo a los cristianos. Salvo excepciones, son musulmanes
convertidos al protestantismo. En España, la Iglesia católica pierde adeptos, pero aumenta el
número de conversos al islam. Los musulmanes adoptan las formas más austeras y rígidas de su práctica religiosa (el salafismo), y son los países de la Commonwealth los que toman el relevo del Reino Unido en la Iglesia anglicana.

No se trata de separar religión y política sino de expurgar de toda connotación local, de tradición de un lugar, a la religión.

En Europa tenemos musulmanes, no un islam, que es un concepto abstracto.

En las sociedades tradicionales hay un islam cultural, pero en las sociedades secularizadas hay una división entre religión y cultura, que se pierde en una generación. La presencia del islam en Europa ha crecido exponencialmente por la vía de la inmigración. En la primera generación, asegura Roy, el islam llega con la carga cultural de los musulmanes que lo han traído. En la segunda generación, ese aspecto cultural se pierde porque los hijos de magrebíes ya no hablan árabe, siguen la street culture estadounidense, visten al estilo street wear, escuchan rap... y se definen musulmanes. Hay una excepción: en los turcos la cultura tarda más en desaparecer porque mantienen la lengua durante generaciones.

Paradójicamente, quienes conservan la religión de sus padres no la viven como lo hacían estos sino que adoptan el salafismo, esa manera austera y rigorista de volver al islam del siglo VII. Vivir como lo hizo Mahoma con sus compañeros y tomando el Corán y la sunna (tradición) al pie de la letra. Es un islam que puede considerarse fuera de la cultura, pero que está impregnado de la cultura de la península Arábiga. “Y si son menos rígidos –comenta Roy–, adoptan el sufismo”, la vía mística del islam.

“Es un error pensar que la integración de los musulmanes tiene que pasar por la liberalización, por la modernización del islam. Las reconstrucciones religiosas no son liberales; ni en el judaísmo, ni en los protestantes. En el islam la reconstrucción se hace por la vía del fundamentalismo, que es una expresión de la crisis de la cultura árabe”, añade.

El número de niñas, jóvenes y mujeres con velo se multiplica día a día. “El velo –argumenta Olivier Roy– no es tradicional. Ahora el velo tiene que ser bien visible. La cruz, también. Y la kipá. Como los protestantes no tienen símbolos, llevan camisetas con lemas religiosos”. Son born-again, renacidos, como George Bush.

¿Pisarán los hijos ese camino de los renacidos apenas hollado por sus padres? Los salaf son los predecesores, pero hay salafistas de nuevo cuño que ya están dejando la senda, como explicaba a este diario el experto en yihadismo mundial Jean-Pierre Filiu.

Lo particular del islam y del judaísmo es que la práctica religiosa se basa en la norma y no en la espiritualidad. Roy desgrana los detalles: “Utilizan las palabras árabes (din en lugar de religión, muslima en lugar de musulmana); llevan bigote de un milímetro sobre el labio superior, se limpian los dientes con un miswak (palillo especial), llevan un qamis [túnica usada por los islamistas] por encima del tobillo que deja ver unas Nike. Están obsesionados por las marcas”.

26-X-10, I. Ramos Rioja, lavanguardia