*Eric Zemmour y la revancha de Pétain*, Luis Esteban G. Manrique

Zemmour podría pasar a la segunda vuelta de las presidenciales francesas cabalgando una ola xenófoba, homófoba y antifeminista. Por ahora, es más una idea que una fuerza política real. Sin embargo, ya ha conseguido llevar la campaña a un terreno tóxico.
Luis Esteban G. Manrique
 |  8 de noviembre de 2021, politicaexterior

Aunque en Francia llevan años denunciando el “imperialismo cultural” y todo tipo de modas intelectuales venidas del otro lado del Atlántico –desde las políticas de identidad al fenómeno woke y la cultura de la cancelación–, la americanización de la política francesa parece imparable desde que la comenzó, entre otros, Nicolas Sarkozy. El último síntoma del contagio es Eric Zemmour –el “Trump francés”–, quien el próximo año podría pasar a la segunda vuelta cabalgando una ola xenófoba, homófoba y antifeminista que el presunto candidato, condenado dos veces por discriminación racial e incitación al odio, explota sin escrúpulos.

Desde que hace 30 años comenzó su carrera como columnista de Le Figaro, Zemmour se ha ganado una justificada fama como provocador profesional. Hasta hace poco, sin embargo, nadie le prestaba una atención política seria. No era extraño. Su retórica erudita repite los tópicos más añejos del pensamiento reaccionario francés desde 1789, al que la Acción Francesa de Charles Maurras (1868-1952) impregnó de un intenso antisemitismo. Para generaciones de conservadores, los judíos eran el epítome del cosmopolitismo que corroía los valores de la nación francesa, basada para ellos en la pureza étnica y la obediencia a la Iglesia. En 1940, la invasión alemana les dio la oportunidad de crear en Vichy un régimen a su imagen y semejanza, con el mariscal Philippe Pétain al frente del llamado “colaboracionismo”, que no tardó en entregar a los judíos franceses en manos de la Gestapo.

El 16 de julio de 1942, 13.000 judíos, incluidos 4.000 niños, fueron detenidos en una redada en París y deportados a los campos de exterminio. Solo 30 volvieron. De los 350.000 judíos que vivían en Francia en 1939, 76.000 hicieron ese mismo viaje, del que solo 2.500 regresaron. En 1995, Jacques Chirac admitió en un discurso solemne que Francia “faltó a su palabra y entregó a los verdugos a sus protegidos. Con ellos mantenemos una deuda imprescriptible”.

 

‘Pied-noir’

Estos antecedentes hacen aún más peculiar el caso de Zemmour, judío sefardí. O bereber, según las distintas interpretaciones que existen sobre el origen de las comunidades judías magrebíes, que existían muchos siglos antes de la llegada de los sefardíes expulsados de la península Ibérica en 1492. En el caso de Zemmour, su familia abandonó Argelia en 1952, cuando comenzaban las primeras escaramuzas de la guerra anticolonialista. Zemmour nació en un suburbio de París en 1958, lo que explica que su visión del mundo sea la de los pied-noir o “pies negros”, franceses argelinos que en el Hexágono se concentraron en Marsella, la Provenza y otras zonas del sur, donde ellos y sus descendientes suelen inclinar las elecciones a favor de la dinastía Le Pen.

Zemmour, como Donald Trump y Jair Bolsonaro, sabe exactamente qué decir para atraer la atención de los medios. Aunque no ha anunciado de manera formal su candidatura, parece estar en todas partes: radio, televisión, mítines… Su irrupción ha sido una sorpresa para todos, pero sobre todo para Marine Le Pen, que difícilmente habría imaginado que podían adelantarla por la derecha.

 

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Los sondeos semanales muestran el ascenso de Zemmour al firmamento político: 5% de intención de voto en mayo, 6% en junio, 10% a mediados septiembre. La última encuesta de Harris Interactive lo ubica codo a codo con Le Pen, con el 17%-18% en la primera vuelta del 10 de abril, frente al 23%-25% de Emmanuel Macron. En la segunda vuelta, el actual presidente se impondría con el 57%, frente al 43% de Zemmour. Hace unos meses, Le Pen estaba en el 24%.

En medio del ocaso y la descomposición de los partidos tradicionales, la segunda vuelta está a un puñado de puntos. Se puede llegar con el 16-17%, como sucedió en 2002. En 2017, Macron ya demostró que es posible llegar a El Elíseo sin un partido político. Ese año, Benoît Hamon, el candidato socialista, apenas obtuvo el 6%. Su actual candidata, Anne Hidalgo, no va mejor, como tampoco Yannick Jadot, el candidato verde. Al dividir a la extrema derecha, Zemmour podría ayudar a reelegir a Macron. En la segunda ronda de 2017, Le Pen llegó al 34%, pero desde entonces su estrella política está en declive. En 2021, su partido no ganó una sola elección regional.

 

‘Épater le bourgeois’

Incluso con esas condiciones favorables, muchos dudan de que Zemmour pueda liderar una campaña electoral, algo mucho más difícil que polemizar en televisión o escribir libros. Por ahora, es más una idea que una fuerza política real. La atención internacional se debe a la peculiaridad del personaje y a la popularidad de sus ideas. En 2014, su libro Le Suicide français vendió más de medio millón de copias en Francia.

En un reciente mitin, Zemmour advirtió de que Francia está en “peligro de muerte, subvertida por oleadas inmigratorias que han convertido partes enteras del país en enclaves islamistas”. El extremismo de derechas a veces solo necesita una cierta pátina intelectual para legitimarse y a seis meses de las urnas, Zemmour ha obligado a sus posibles rivales a replantear sus estrategias para frenarle. No lo van a tener fácil. Zemmour se deleita ofendiendo el buen gusto burgués y todo lo que suene a políticamente correcto. Hace poco en Biarritz, dijo detestar por encima de todo “el feminismo, el antirracismo y la ideología gay”. Entre otras cosas, propone obligar a que los nombres que se pongan en Francia sean “franceses”. Mohamed, por ejemplo, estaría excluido.

 

«El extremismo de derechas a veces solo necesita una cierta pátina intelectual para legitimarse»

 

Zemmour suscribe la tesis que expuso Renaud Camus en Le Grand Remplacement (2012), que sostiene que las sociedades blancas occidentales está siendo invadidas y reemplazadas por hordas de musulmanes en una colonización de facto. Según Zemmour, el islam es una “religión de terror”, mientras que el universalismo francés se basa en el catolicismo, la doctrina fundante la nación francesa. En Francia, el terreno parecía abonado para la expansión de estas ideas y teorías conspirativas. En su novela Sumisión (2015), Michel Houellebecq describió una Francia presidida por un musulmán, donde la sharía se había impuesto sobre las leyes civiles.

“Los franceses observan las calles, el metro, las aulas y los barrios populares y constatan la evidencia de un gran reemplazo”, dice Zemmour, que ha publicado cuatro libros que han sido éxitos de ventas explotando ese discurso: Mélancolie française (2010), el ya citado Le Suicide français, Destin français (2018) y La France n’a pas dit son dernier mot (2021).

 

Judíos antisemitas

A contracorriente del revisionismo histórico anticolonial que recorre el mundo, Zemmour aplaude la conquista de Argelia en 1830 porque expandió el imperio colonial francés y liberó a bereberes y judíos del yugo árabe. Desde los tiempos de la Alianza Israelita Universal –fundada en París en 1860 por un grupo de judíos franceses para financiar programas educativos en las comunidades sefardíes de los Balcanes, Oriente Próximo y África del Norte–, los judíos argelinos se hicieron intensamente franceses. Jean Daniel, Bernard-Henri Lévy y Jacques Attali, que se considera un “judío antisemita”, son un claro ejemplo.

Al igual que el modelo original americano, Zemmour es un hábil promotor de las noticias falsas o fake news, a las que ha añadido un aporte personal: la fake history, manipulando hechos, fechas, episodios y personajes históricos para adaptarlos a su ideología. Por ejemplo, Zemmour sostiene, contra toda evidencia, que el régimen de Vichy protegió a los judíos franceses. A sus propios padres les retiró la nacionalidad.

Este junio en CNews –la versión francesa de Fox News–, Zemmour dijo que el avance del islam en Europa se debía a que el cristianismo estaba siendo sustituido por “una religión de reemplazo”. Jean-Marie Le Pen comentó hace poco a Le Monde que la única diferencia entre él y Zemmour era que este es judío, lo que dificulta tildarlo de fascista y le da “mucha libertad” para decir lo que quiera. Y por extensión, da más libertad a quienes piensan como Le Pen.

 

«Según Jean-Marie Le Pen, la única diferencia entre él y Zemmour es que este es judío, lo que dificulta tildarlo de fascista y le da ‘mucha libertad’ para decir lo que quiera»

 

Aunque no oculta su judaísmo, Zemmour lo utiliza como una patente de corso, minimizando, entre otras cosas, la importancia del Holocausto. En 1987, afirmaciones similares le valieron a Le Pen una condena general por antisemita de la que nunca se recuperó. Mientras, el propio Zemmour respeta las normas dietéticas judaicas (kosher) y aunque dice ser ateo, asiste a la sinagoga en las principales fiestas del calendario judío, pero como nacionalista desprecia cualquier forma de particularismo étnico.

Los judíos franceses no han podido mantenerse al margen del debate. Lévy ha acusado a Zemmour de “profanar” todas las causas por la que los judíos han luchado durante milenios, en un “insoportable y obsceno insulto a la moralidad  judía”. Su invectiva se explica por la instintiva animadversión de los judíos europeos hacia los políticos de extrema derecha, la tradicional cantera política del antisemitismo.

Cuando Marine Le Pen intentó unirse a una marcha en memoria de Mireille Knoll, una sobreviviente del Holocausto asesinada en su apartamento parisino en 2018, las organizaciones judías convocantes la mantuvieron lejos de la cabeza de la manifestación. Francis Kalifat, presidente del Consejo de Instituciones Judías de Francia, cree que parte de la comunidad judía francesa ve en Zemmour un protector contra el islamismo violento. Su pasión nacionalista, sin embargo, arrastra a Francia de regreso a “lo más detestable de su historia”, según Kalifat.

 

Terreno tóxico

En Project Syndicate, Ian Buruma recuerda que la hostilidad hacia los inmigrantes y la insistencia en la pureza racial nunca ha anticipado nada bueno para los judíos. El filósofo Alain Finkielkraut, hijo de un judío polaco que sobrevivió a Auschwitz, teme a los peligros del islam, pero no es un nativista, señala.

Buruma especula con que Zemmour tal vez crea que defiende de potenciales agresiones a los sefardíes que viven en banlieus rodeados de vecinos musulmanes. En los últimos años, los actos de violencia contra judíos por islamistas han incluido el asesinato de un rabino y tres niños en Toulouse, el apuñalamiento de Knoll en París y otros incidentes. Pero al llevar la campaña presidencial a un terreno tóxico, Zemmour está polarizando aún más a Francia y envenenándola de odio.