Sciascia, un siciliano honorable

La hora del lobo

Federico Campbell, http://www.msemanal.com/node/4735

Italia es la cuna del derecho.
Sí, pero también su tumba
.
—Leonardo Sciascia

Parecería que en una vocación literaria no hay lugar para la política. No suele el escritor desperdiciar su imaginación en cosas tan previsibles y en personajes tan poco interesantes como los políticos. De hecho, el protagonista de este libro, Leonardo Sciascia. Un siciliano honorable, tuvo para sí que la política es una actividad mediocre reservada para los mediocres. El caso es que, a pesar de su prejuicio sumario, el novelista siciliano sí se ocupó de política: primero se inscribió como candidato independiente en las listas del Partido Comunista Italiano, en 1975, y luego, entre 1979 y 1983, fue diputado del Partido Radical en Roma y encabezó la commissione di minoranza (de minoría) para una indagación parlamentaria sobre el secuestro y asesinato de Aldo Moro, cometido en 1978 por un sicario de las Brigadas Rojas.

Un onorevole siciliano, del también siciliano y gran autor de novelas policiacas Andrea Camilleri, se refiere a la “interpelaciones” parlamentarias de Sciascia.

Como Thomas Mann cuando vivía exiliado en Los Ángeles, como Voltaire, Paul-Louis Courrier, Octavio Paz y José Revueltas, el autor de El caso Moro y El contexto tenía una gran pasión por el poder y sus encarnaciones humanas. Sabía separar en el texto literario la contingencia política (que podría parecer ideológica) del imperativo formal, estético, de su obra.

En Italia a los diputados se les dice onorevole, es decir, “honorable” (y no con ironía). De ahí el título de una de las comedias de Sciascia, L’onorevole. Y precisamente en la edición reciente de Tusquets de El caso Moro, aparece al final, como epílogo, la relatoría de esa indagación que hizo la “comisión de minoría”, dicho así porque también hubo otra de la mayoría parlamentaria.

Sciascia veía en la actividad política una especie de proyección de los asuntos y personajes imaginados en sus novelas. Se creyó incluso que en Todo modo (alusión fonética a Aldo Moro) incurrió en una premonición: la del asesinato del dirigente de la Democracia Cristiana. “Mi posición contra el Estado”, decía, “responde más a una desilusión que a una aversión”. Creía que un hombre vivo tiene derecho a la contradicción, a contradecirse, en aras de la vida, en aras de la esperanza.

Arcangela Cammaleri dice que el diputado de Racalmuto se ocupaba de la política en el sentido ético, aunque la confusión entre política y ética parezca una contradicción en los términos. Le hubiera hecho feliz que los italianos cayeran en tal confusión.

Andrea Camilleri reseña las 11 intervenciones de Sciascia en Montecittorio, la sede del Parlamento en Roma: sobre el uso de las armas por parte de las fuerzas del orden, sobre el fenómeno de la mafia, sobre el caso del periodista Pecorelli, sobre el asesinato del juez Ciaccio Montalto.

Desde su escaño Sciascia hablaba poco, y siempre sus intervenciones fueron de minutos. Leía con voz lenta y ronca, luego de preparar sus palabras en una escritura breve y minuciosa. Palabras que parecían esculpidas en piedra, mientras reinaba en la sede un absoluto silencio.

http://federicocampbell.blogspot.com/