*La monarquía y el deep state*, Agustí Colomines

La extrema derecha española hunde las raíces en la administración del estado. Esta es la mayor diferencia entre Ciudadanos y Vox, entre otras muchas. Que ahora el deep state actúe a sus anchas y condicione la vida política española es consecuencia de una transición fallida, dirigida por políticos de la dictadura. Los franquistas transitaron de la dictadura al régimen constitucional del 78 de la “ley a la ley” (que es el ejemplo que inspiró a Carles Viver i Pi-Sunyer y su transición nacional hacia la independencia), sin admitir responsabilidades de ningún tipo. Reprocharle a Santiago Carrillo los asesinatos de Paracuellos del Jarama era la manera de “legitimar” los años de represión franquista. El fin de la dictadura en Portugal o en Grecia significó un corte con el pasado que aquí no se dio.

En realidad, el deep state lleva años estando en las mismas manos y se transmite, como quien dice, familiarmente. La monarquía es su baluarte más robusto, como se pudo constatar en el discurso del 3-O. La Transición fue un pacto entre la oposición y el franquismo para compartir el gobierno, pero de ninguna forma el estado. O solo pequeñas migajas. Si ustedes repasan los nombres del patronato del Real Instituto El Cano, que es el principal think-tank español, no les costará observar el maridaje entre políticos del PSOE y el PP. La conchabanza del régimen del 78 se ve en los consejos de administración de las empresas estatales o participadas. El procés no provocó que la bestia despertara, porque ya estaba despierta y alerta aprovechando el terrorismo etarra, que es lo que realmente dio argumentos a la derecha radical. La tolerancia de la izquierda dinástica con las acciones antidemocráticas del antiterrorismo (torturas, GAL, etc.) y los descubrimientos de corrupción hizo el resto. 

4. La ampliación de la izquierda dinástica. El movimiento del 15-M se planteó como la alternativa al régimen del 78. No es difícil demostrar que el partido resultante, Podemos, más bien se ha convertido en el último puntal para sostener la monarquía constitucional. Parece una réplica del PCE de la Transición, que era más monárquico que el PSOE, cuando menos verbalmente, y sin cuyo concurso era imposible que el mundo civilizado se tragara que el juancarlismo fuera realmente la culminación de la ruptura con el pasado.

1-I-22, elnacional.cat