*Kropotkin tenía razón*, Rafael Uzcátegui

Kropotkin tenía razón: cárceles y presos políticos en los países socialistas

Pedro Kropotkin era un príncipe. Y empiezo con esto para recalcar que el anarquismo nunca fue un proyecto clasista, sino que su ubicación ha sido desde otro lugar, el de la emancipación humana, contra todo poder. En el anarquismo, entonces, hemos tenido personajes de todas las clases sociales y todos los roles, desde un príncipe como lo era Kropotkin, pasando por carpinteros como Enrique Malatesta hasta cocineras, como Petronila Infantes de Bolivia.

Kropotkin fue, en varias de sus opiniones, un adelantado a su tiempo. Fue uno de las influencias tempranas de lo que hoy conocemos como movimiento abolicionista, de lo que ya hablaremos. Pero acá quiero resaltar su concepto sobre el “apoyo mutuo”, un principio que ha terminado trascendiendo al anarquismo y ha impactado a todo el movimiento emancipatorio contemporáneo. Como recordaremos en 1859 Charles Darwin publicó su libro El origen de las especies, que si bien por un lado fue una refutación crucial de la teoría creacionista religiosa, por otro lado fue la piedra fundacional de lo que posteriormente se conocería como “darwinismo social”, que explicaba la evolución de las especies, llamada “selección natural”, a partir de la lucha entre los individuos, la supervivencia del más fuerte y el más apto, que se convirtió en uno de los principios del capitalismo moderno. Para refutar esta teoría, en su faceta como naturalista, Kropotkin hizo una serie de estudios en Siberia donde demostró que la cooperación entre las especies, que denominó como ayuda mutua o apoyo mutuo, era un factor crucial para la adaptación y supervivencia de diferentes tipos de animales. El Apoyo Mutuo es hoy, y debemos celebrarlo, un concepto que ya no es exclusivo de los anarquistas.

En 1877 en París, es decir hace 145 años atrás, Kropotkin dio un magnífico discurso en París que resume las bases de lo que hoy conocemos como abolicionismo carcelario. Resumo groseramente dos de sus ideas principales: La cárcel no “rehabilita” a la persona, sino que lo degrada mucho más, y el sistema penitenciario no disuade a otras personas para que no cometan actos considerados como delitos. Kropotkin, como muchos otros y otras, fue un contrario a la pena de muerte.

Quiero citar sólo dos párrafos de este discurso, que pareciera haberse escrito ayer:

“Sean cuales fueren los cambios introducidos en el régimen carcelario, el problema de la reincidencia no disminuye. Esto es inevitable; así ha de ser; la prisión mata todas las cualidades que hacen al hombre adaptarse mejor a la vida comunitaria. Crea el tipo de individuo que inevitablemente volverá a la cárcel para acabar sus días en una de esas tumbas de piedra que tienen grabado: “Casa de detención y corrección”.
A la pregunta “¿Qué hacer para mejorar el sistema penal?”, sólo hay una respuesta: nada. Es imposible mejorar una cárcel. Con excepción de unas cuantas mejoras insignificantes, no se puede hacer absolutamente nada más que demolerla”.

El modelo carcelario ha sido reproducido por igual tanto por gobiernos capitalistas como socialistas. Y las consecuencias han sido las previstas por Kropotkin. En el caso de América latina los centros penitenciarios son las grandes universidades del crimen. Y que además ratifican la premisa que la llamada “justicia” tiene un precio, en dinero o en fidelidad o sumisión ideológica. Sin embargo, ya conocemos bastante bien lo que significan los llamados “sistemas de administración de justicia” en los países capitalistas. La pregunta que quiero hacer hoy es por qué no hablamos, con el mismo énfasis, de la función disciplinaria de las cárceles en los países autodenominados progresistas o de izquierda. En el capitalismo se castiga la pobreza, mientras que en el socialismo se castiga la disidencia política.

Quiero recordar que la Unión Soviética, el “gran faro del socialista mundial”, se convirtió literalmente en la tumba del anarquismo ruso. El propio entierro de Kropotkin, ocurrido en 1921, fue la última manifestación pública de los anarquistas en ese país. 100 mil personas acudieron al funeral, en el cual el régimen de Lenin incumplió su promesa de liberar provisionalmente a los presos políticos anarquistas para acudir a aquella muestra pública de dolor. Cualitativamente entonces, según los principios anarquistas, el socialismo realmente existente en sus dispositivos de opresión no se ha diferenciado del capitalismo realmente existente.

Los anarquistas latinoamericanos, por lo menos los que yo conozco, hacen mucho esfuerzo por solidarizarse con sus iguales, dentro de prisión, los presos políticos anarquistas. Y por supuesto eso está bien. También por denunciar, siguiendo a Kropotkin, las falsedades, limitaciones y aberraciones de nuestras cárceles, denominando a sus cautivos como “presos sociales”, y eso también es loable. Cuando en países como la Colombia bajo Iván Duque o el Chile de Sebastián Piñera han ocurrido manifestaciones masivas contra el gobierno, los anarquistas no han dudado en solidarizarse con las revueltas y hacer campaña a favor de los presos políticos por participar en las protestas. Y esto no lo crítico, pues yo mismo lo hago. Sin embargo lo que poco o nada hacemos, y este es el punto central de la presente conversación, es tener empatía cuando han ocurrido protestas populares en los países autodenominados socialistas en la región. Y hablo específicamente de Cuba, Nicaragua y Venezuela. ¿A qué se debe esta falta de solidaridad?

En el caso de Cuba recientemente se cumplió el primer aniversario de las protestas del 11 de julio de 2021, la rebelión popular más importante de los últimos años en la isla. Según la página web justicia11j.org hasta este momento en que hablamos se han registrado 1.512 detenciones de personas por el delito de expresar en el espacio público su inconformidad con el Estado cubano. 677 de estas personas continúan en prisión y 630 han sido juzgadas. En Cuba el lugar del punk es ocupado por el movimiento rapero independiente, no estatizado. Maykel Castillo, rapero y uno de los autores de la canción “Patria y Vida”, fue condenado recientemente a nueve años de cárcel por los supuestos delitos “difamación de las instituciones y organizaciones, héroes y mártires”, “atentado”, “desacato” y “desórdenes públicos”. Hace apenas unos días atrás detuvieron al también rapero David D’Omni. Los episodios de represión en la isla son innumerables. Pero de manera incomprensible son silenciados, no solamente por el movimiento anarquista continental sino también por el movimiento anarcopunk. Un espacio como este sería inimaginable dentro de la isla. No sé si ustedes saben que por muchos años la izquierda rechazó al rock con la misma saña que lo hacía la derecha. En 1963 Fidel Castro pronunció un discurso en donde calificó a los rockeros, que en ese momento era un fenómeno emergente y que empezaba a contagiar a la juventud cubana como “pepillos vagos”, “hijos de burgueses”, con “pantaloncitos demasiado estrechos” y “shows feminoides”. Ese día el caudillo dio una orden que fue seguida por las izquierdas en América Latina: “La sociedad socialista no puede permitir ese tipo de degeneraciones”. Las historias en la región fueron dramáticas, pero en la propia Cuba muchos rockeros, homosexuales y otros lumpen disidentes fueron perseguidos y encarcelados, durante mucho tiempo, por el supuesto delito de “peligrosidad social”.

En Nicaragua hubo una rebelión popular durante el año 2018, que fue reprimida brutalmente y ocasionó la cifra de 400 muertos, más de 1.200 heridos y más de 700 personas detenidas. Al día de hoy, según el Mecanismo de reconocimiento de personas presas políticas de Nicaragua, 180 personas que participaron en las protestas continúan detenidas. Además, más de 700 organizaciones sociales han sido ilegalizadas en el país.

En Venezuela, que es la situación que mejor conozco, según el Foro Penal al día de hoy existen 236 presos políticos, 222 de ellos hombres y 14 mujeres. En las protestas del año 2017, que fueron nuestra última rebelión popular, la cual duró 4 meses y según los datos del propio gobierno ocurrieron 9.436 protestas, lo que significa un promedio de 78 protestas diferentes cada día. En esas protestas asesinaron a 146 manifestantes y, al igual que Nicaragua, se detuvieron a cientos de personas, muchas de ellas sometidas a tratos inhumanos, crueles y degradantes, incluyendo tortura. En el caso venezolano una buena parte de los detenidos por manifestar fueron pasados a la justicia militar. Es decir, fueron tribunales militares quienes los juzgaron por los supuestos delitos de “traición a la patria” y “asociación para delinquir”, estableciendo las penas de cárcel.

Mi mensaje de hoy es que sigamos denunciando el horror de las cárceles en los países capitalistas, pero no silenciemos lo que pasa con ellas, y su uso también disciplinario, en los países autodenominados progresistas o socialistas. Yo esperaría que ninguno de ustedes se hiciera eco del argumento marxista que las protestas en estos países, o estos presos políticos, son fomentadas por la CIA, como si no hubieran suficientes razones para el malestar colectivo. Esta es una estrategia histórica del marxismo para desviar las críticas. No olvidemos que el propio Carlos Marx acusó a Miguel Bakunin de ser un espía al servicio del zar ruso, que en ese momento era el equivalente a decir que era de la CIA.

Los anarquistas siempre hemos defendido nuestro proyecto propio. Mi llamado es que abandonemos las muletas marxistas, que parecen haber colonizado a buena parte del movimiento anarquista latinoamericano actual, para enfrentar el desafío de avanzar por nuestro propio camino.

Muchas gracias por su paciencia.

Charla de Rafael Uzcátegui en el Tianguis Cultural del Chopo, Ciudad de México, Jornada Anticarcelaria, sábado 16 de julio 2022