"Carta blanca", Ken Silverstein

En el 2004, una investigación llevada a cabo por el Senado de Estados Unidos sacó a la luz una tupida red de corrupción tejida entre bancos y petroleras estadounidenses y el régimen de Obiang . Según descubrió el Senado, Obiang controlaba más de 700 millones de dólares en el Riggs National Bank de Washington (DC.). Entre otras cosas, una cuenta a nombre de la República de Guinea contenía ingresos procedentes de pagos efectuados por ExxonMobil y otras compañías presentes en el país. Riggs también abrió múltiples cuentas personales con millones de dólares a nombre de Obiang y sus familiares, y ayudó al dictador a crear diversas empresas fantasma en otros países.

El informe dio lugar a un alud de denuncias contra el régimen guineano por parte de los legisladores estadounidenses. "Debo decirle que no veo ninguna diferencia fundamental entre tratar con Obiang y tratar con Sadam Husein", dijo el senador Carl Levin (Michigan) a un directivo de una compañía petrolera con ocasión de las audiencias convocadas para debatir el informe.

¿Qué sucedió a partir de entonces? Pues que Riggs Bank fue condenado a pagar una multa astronómica por violar la ley de Secreto Bancario y posteriormente vendido a PNC Financial Services, que Sadam Husein fue ejecutado y que Barack Obama sucedió en la presidencia a George W. Bush.

Sin embargo, por lo que hace a las relaciones Washington-Malabo, las cosas siguen como siempre. El año pasado, el Senado hizo público otro informe condenatorio sobre la corrupción y Guinea Ecuatorial, centrado esta vez en el esperpéntico hijo y probable sucesor del presidente Obiang, Teodorín. Se descubrió que Teodorín había introducido más de 100 millones de dólares en los Estados Unidos; y que había utilizado el dinero (entre otras cosas) para comprar una lujosa propiedad en Malibú (California) y un reactor privado.

Obama, como Bush antes que él, parece satisfecho con estrechar disimuladamente los lazos con Guinea Ecuatorial, el tercer mayor productor de petróleo delÁfricasubsahariana y un país donde las firmas estadounidenses tienen inversiones por valor de miles de millones de dólares. El año pasado, Obama y la primera dama estadounidense se hicieron incluso una fotografía con Obiang y su esposa Constancia durante una recepción en Nueva York. Ni siquiera Bush quiso ser visto en público con Obiang, por más que en el 2006 su secretaria de Estado Condoleezza Rice se fotografiara en la Casa Blanca con el dictador y lo llamara "buen amigo" de EE.UU.

Hasta hace poco, Estados Unidos no había mostrado demasiado interés por Guinea. En 1994 cerró su embajada en el país, en parte como medida para reducir costes y en parte por las amenazas dirigidas por el régimen de Obiang contra el embajador en ese momento, John Bennett, quien había protestado con energía por la lamentable situación de los derechos humanos. Sin embargo, poco después del cierre de la embajada, las compañías estadounidenses descubrieron enormes reservas de petróleo y gas en las aguas de Guinea Ecuatorial y empezaron a llegar las inversiones. Se produjo entonces un cambio político silencioso pero claro. En el 2000, la Corporación de Inversiones Privadas en el Extranjero (OPIC), un organismo casi gubernamental, aprobó centenares de millones de dólares en garantías de crédito para la construcción de una planta de metanol en Guinea Ecuatorial. Ese mismo año, el congresista William Jefferson (Luisiana) encabezó la primera delegación del Congreso estadounidense al país, a la que se sumó un grupo de directivos empresariales. (Varios años después, el FBI registró su casa y encontró 90.000 dólares en un congelador. Y, más tarde, Jefferson fue condenado por aceptar sobornos a cambio de favorecer los contratos con empresas estadounidenses en África).

El deshielo político se aceleró con George W. Bush, quien decidió reabrir la embajada tras una campaña de presión de la industria petrolera. "Es importante subrayar que la mayoría de las concesiones petroleras y gasísticas otorgadas hasta la fecha por Guinea Ecuatorial lo han sido a compañías estadounidenses", afirmó un memorando enviado a Bush en nombre de las compañías petroleras. "Y ello en agudo contraste con los países vecinos de la región, donde EE. UU. ha perdido sistemáticamente frente a competidores franceses y de otros países europeos y asiáticos".

Obama prometió hacer de la transparencia y el gobierno limpio componentes centrales de su política africana. "La gobernanza defectuosa y los funcionarios corruptos permiten, deliberada o no deliberadamente, que los delincuentes, los insurgentes y los terroristas operen con impunidad en muchas partes del mundo", declaró a principios de año el subsecretario de Estado David Johnson ante el Senado en respuesta al informe sobre los cien millones de dólares gastados por Teodorín Obiang en EE.UU. "El Departamento se opone con fuerza a la cleptocracia y quienes se aprovechan de ella, como reflejo del decidido compromiso estadounidense en la lucha contra la corrupción".

Ahora bien, Obama no se ha mostrado con Obiang más severo que Bush. A pesar de los genéricos comentarios de su Gobierno acerca de la corrupción africana, no ha dicho nada, al menos en público, acerca del escandaloso récord de latrocinios del régimen de Obiang. También ha permanecido mudo sobre los abusos de los derechos humanos, entre los que se incluyen "las muertes ilegales por parte de las fuerzas de seguridad, los secuestros sancionados por el Gobierno, las torturas sistemáticas… las detenciones arbitrarias", según un reciente informe del Departamento de Estado estadounidense.

Los críticos sostienen a menudo que la política exterior estadounidense sólo se interesa por el petróleo, pero la cuestión suele ser más compleja. Arabia Saudí, el mayor productor mundial de petróleo, es también un socio diplomático clave y posee un largo historial de colaboración con la CIA. Los regímenes caspios de Azerbaiyán y Kazajistán muestran un penoso historial por lo que respecta a los derechos humanos, pero son percibidos como aliados clave en la guerra de Afganistán. Sin embargo, Guinea Ecuatorial sólo ofrece petróleo. A Estados Unidos no le costaría demasiado presionar a Obiang para que dé algunos pequeños pasos hacia la democracia; pero da la impresión de que, mientras esté dispuesto a suministrar petróleo y a permitir que las compañías estadounidenses lo bombeen, el dictador seguirá gozando de carta blanca por parte de Washington.

13-X-10, culturas/lavanguardia