*Justicia o barbarie*, Elisabet 'Bet' Ferran

Conciencia y Justicia es una iniciativa que nace del corazón de las personas que amamos la justicia y que invita a unir a todo el mundo que sienta la necesidad de transformarse para transformar la justicia y hacer una justicia justa.

La situación actual y el transhumanismo que empieza a latir con fuerza requiere más que nunca una mirada benevolente y crítica hacia la justicia donde se precisa la implicación de todos, tanto de los operadores jurídicos como de los ciudadanos. Necesitamos reflexiones serenas y prácticas transdisciplinares dirigidas a humanizar la justicia que incidan en la calidad de vida, el bienestar de la ciudadanía y en la paz social.

Para transformar y construir una Nueva Justicia es necesaria ante todo una mirada interior y una mirada holística (interactiva y de conjunto) y cuántica (construcción a partir de su observación). Todo ello desde el humanismo, la ternura y la sensibilidad.  Ya no bastan declaraciones de intenciones, son necesarias urgentemente acciones individuales, colectivas, sistémicas y globales dirigidas desde el corazón por encima de la razón.

El panorama actual rezuma indignación generalizada hacia la justicia que los ciudadanos tildan con muchos adjetivos negativos como: cerrada, rígida, deshumanizada, congestionada, burocratizada, lenta, cara, desorganizada, poco receptora de los cambios sociales y avances tecnológicos…. Una justicia irreal, lejana, insatisfactoria e ineficiente que suele generar desconfianza, frustración, descontento y malestar físico y emocional, también entre los propios operadores jurídicos.

La pregunta es: si nos parece vivir inmersos en un desprestigio creciente y sin freno de uno de los pilares fundamentales de la salud democrática de un país, ¿por qué no nos lanzamos a transformar la justicia y su acción desde un nuevo paradigma? ¿Qué nos impide acompañar a la justicia de adjetivos positivos? ¿Por qué no construir una justicia abierta, flexible, humanizada, desburocratizada, rápida, más económica y organizada, receptora de los cambios sociales y los avances tecnológicos? ¿Qué nos impide crear una justicia real, cercana, que se preocupa por el bienestar físico y emocional de las personas, más satisfactoria y eficiente? ¿Por qué no disfrutar de una justicia que genere confianza y que cuide y vele por el bienestar de los ciudadanos, también el de los operadores jurídicos?

Urge formarnos en el valor de justicia que reside en nuestro corazón, urge despertar un nuevo estado de consciencia individual y colectiva regeneradora, saludable, capaz de construir la justicia que queremos y necesitamos, la que redescubrimos en nuestro interior. Desde allí podemos alcanzar otra justicia. Por tanto, depende de nosotros mismos transformarla, curarla y devolverle el lugar, el papel y el respeto que le corresponde. En definitiva, recuperar la auctoritas genuina que le otorgamos desde la antigüedad, no desde la vindicación sino desde la compresión del conflicto.

Necesitamos una mirada fresca, tranquila, abierta y diferente sobre la Vieja Justicia que contemple la introducción real en sus estructuras de técnicas de comunicación No Violenta. Por ejemplo, podríamos empezar por una revisión del lenguaje judicial de las normas y también lo que es emplea en los escenarios institucionales y judiciales que no alienta precisamente a la tranquilidad.

Debemos construir una justicia sanadora que respete y escuche a las víctimas y sus necesidades, que dé una oportunidad a todas las partes implicadas en el conflicto. Hacen falta también nuevas herramientas pedagógicas y de conocimiento en la formación de juristas y en general para todos los operadores jurídicos que, de una u otra forma, intervienen en el mundo del derecho y de la justicia. Es necesario que estos instrumentos estén conectados a la práctica diaria con la espiritualidad laica, es decir, que estén guiados por la sensatez, la equidad y la humanidad e imprescindible todo ello para mejorar la calidad del trabajo profesional y la satisfacción personal.

También es indispensable construir nuevas paredes maestras de la función judicial ahondando sus raíces en principios y valores algunos de los cuales, Conciencia y Justicia refleja en sus Estatutos. Es necesario edificar una administración de justicia sólida en su estructura para asegurar un buen funcionamiento que se ampare en valores metajurídicos y cívicos si quiere alcanzar su razón real de ser (servir a los ciudadanos) y recuperar el prestigio y respeto ciudadano.

Debemos revisar a fondo la situación actual de nuestro sistema judicial desde la premisa que ganar un pleito no siempre garantiza un resultado satisfactorio o la solución del problema.

Es necesario superar una administración de justicia donde los propios operadores jurídicos viven con frustración y pesimismo su profesión, por causas que van más allá de la falta de recursos económicos y humanos.

Tenemos una sociedad cada vez más compleja que proyecta sobre la justicia nuevos retos y conflictos no bien resueltos por el sistema judicial y por las leyes. Un pilar que pide a gritos una análisis y reflexión profunda para encontrar soluciones justas y dignas. Por todo ello, conviene virar sin miedo a los cambios, salir de la zona de confort y poner rumbo hacia una justicia diferente, buscando vías originales y prácticas que transformen nuestra consciencia para transformar la justicia. En este camino de transformación debemos incidir en la necesaria conexión con nuestro verdadero espíritu de justicia, en la reflexión intelectual, en la experiencia y en la práctica para ofrecer soluciones nuevas, creativas, humanas, amables, posibles y realistas.

 En definitiva, si queremos una justicia justa, sensata, humana y curativa debemos sentirla primero como nuestra, solo así podremos confiar en ella y sentir que nos representa. Este reto de justicia es también de alcance mundial y en él, todos tenemos nuestra cuota de responsabilidad.  Insisto, creo que la receta es sencilla y económica, basta con conectarnos y nutrirnos con nuestro sentido interior de justicia desde la humanidad que es de donde nace la fuerza necesaria para transformar las estructuras y el funcionamiento de esta gran máquina sin corazón. Sin embargo, de nada servirá el tránsito hacia un nuevo paradigma de justicia si el camino no está iluminado con la fuerza transformadora de la generosidad y la verdad y nos dejamos llegar por actitudes egoicas.

Esta no es una reflexión pasajera o superficial, por cuanto nos va en ello nuestra existencia como seres humanos porque una sociedad sin justicia es una sociedad sin corazón y una sociedad sin corazón está abocada a la barbarie.  Siempre tenemos la libertad de elegir entre justicia o barbarie.

Elisabet Ferran (Presidenta CiJ)