Roma: repartiendo porros en la calle (1997)

El líder radical, Marco Pannella, repartió 700 dosis de hachís en Roma como parte de su campaña por la legalización de las drogas blandas

«¿Es verdad que van a repartir canutos gratis?, llevo dos meses sin fumar, porque en este país te meten en la cárcel, no es como en España, son más represivos». Jordi, un catalán de treinta y pocos años, que reivindica sin que se le pregunte que es «homosexual desde chiquitito», espera impaciente desde hace más de dos horas que comience el reparto del hachís prometido.

Es uno de los últimos actos de la campaña electoral de la Lista Pannella para las administrativas de Roma del domingo próximo y, como ya viene siendo tradición, sus organizadores han anunciado públicamente que desafiarán de nuevo la ley y repartirán hachís. «Sé que me detendrán una y otra vez por esto, pero es la única forma de que logremos la despenalización del consumo de las drogas ligeras», asegura a EL MUNDO Marco Pannella, el veterano líder radical.

«En Italia la habíamos logrado despenalizar antes que ustedes en España», recuerda, «pero luego Craxi dio marcha atrás en el tema y ahora nos vemos envueltos en la misma batalla», añade.

Cientos de jóvenes están agolpados frente a la tribuna montada por sus partidarios en la céntrica Via del Corso, a 200 metros de Piazza Pannella, en espera del momento en que alguno de los oradores lance al aire el fumo. Docenas de policías con material antidisturbios controlan de cerca a Pannella y a los suyos para intentar impedir ese reparto. A un costado de la tribuna se recogen las firmas a favor de la legalización de las drogas blandas.

Pannella está acompañado por un cardiólogo desde la semana pasada, cuando abandonó, en contra de la opinión de los médicos, el hospital donde era atendido de una esquimia cerebral. Pocos días antes había estado bajo arresto domiciliario por otro reparto de drogas blandas.

A pesar de los consejos médicos, en este acto su voz grave vuelve a sonar con fuerza. El público presente es variopinto. «Tengo 45 años y estoy con Pannella desde hace 15, es el único con ideas revolucionarias, los partidos tradicionales han fracasado ya», dice Mauro, profesor de Filosofía en la Universidad de la Sapienza de Roma. La mayoría de los presentes, sin embargo, son muy jóvenes, apolíticos, pero no se pierden ninguna de las convocatorias callejeras de Pannella. «Este tío es super», dice Carlo, de 22 años. «Ayer estuve en su reparto de dinero en Piazza San Giovanni y me llevé a casa 50.000 liras (algo más de 4.000 pesetas) y hoy con suerte pillo un poco de fumo. No está mal, ¿no?». Muchos de los jóvenes que están en el acto dicen haber estado en esa otra cita, una de las que hace Pannella para «devolver al pueblo el dinero que le sacó el Gobierno para financiar a los partidos».

Con la distribución de fumo el tema es distinto y los jóvenes saben que primero tendrán que escuchar orador tras orador y que después los organizadores empezarán a desplegar las estratagemas del día para poder hacer la distribución sin que se lo impida la policía.

«No sería mala idea que algunos fuerais a recoger la propaganda que reparte un señor de traje marrón de pana que está parado en la siguiente esquina», dice uno de los oradores, y los avisados saben que, si se apresuran, llegarán a tiempo para que «el señor de marrón» les dé medio gramo de hachís antes de que lo detenga la policía.

La operación se repite una y otra vez, provocando idas y venidas por las calles circundantes de jóvenes y policías de paisano. Pero también hay mercadería para los que se quedan. En medio de su discurso, una dirigente de la Lista Pannella, Rita Bernardini, se queja de que la gente ha aportado poco dinero en la caja puesta sobre una mesa. «Les voy a decir exactamente cuánto hay», dice, abriendo la caja en la tribuna. En un rápido movimiento vuelca sobre el público su contenido, que no es dinero, sino docenas de sobrecitos de medio gramo de hachís. Alboroto, forcejeos para pillar una dosis, mientras los policías intentan impedirlo y agentes de paisano detienen a Bernardini, vitoreada por los presentes.

R. Montoya, elmundo, 11-XI-97.