los 60s: Pannella, la píldora, Braibanti y el divorcio (1/2)

de Filippo Ceccarelli

SUMARIO: Larguísima y muy interesante reconstrucción histórico-periodística - llena de humorismo e ironía, pero también de sensibilidad y participación - de las campañas radicales de los años 60 en materia de libertad sexual, desde el divorcio hasta la píldora, etc. Imposible sintetizar la narración, riquísima de puntos biográficos, de borradores llenos de color y de vivacidad de los protagonistas (desde Marco Pannella hasta Luigi De Marchi, desde Enzo Sabàto, el director de la revista semanal pornográfic-divorcista ABC, hasta Mauro Mellini y hasta Aldo Braibanti, el filósofo homosexual sobre el que se produjo uno de los procesos más increíbles de los años 70). Junto a las eficaces descripciones de los ambientes radicales, desde la sede de Via XXIV Maggio hasta el piso de Pannella, se graban las opiniones de los protagonistas y de los periodistas y se evocan episodios famosos, como la exposición de carteles en hnor de la píldora durante la ceremonia pascual en la Plaza de San Pedro, o las campañas contra la Sacra Rota y las "anulacioones fáciles" llevada a cabo por el mismísimo Mellini, etc. En resumidas cuentas, una válida, simpática descripción llena de colorido de los temas y argumentos del primer radicalismo, el de los "derechos civiles", acompañada de una excelente bibliografía, bastante útil.
(Filippo Ceccarelli, IL LETTO E IL POTERE, ed. Longanesi e c., enero de 1994)

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7. Pannella, la píldora, Braibanti y el divorcio. Los demonios de la liberación sexual

A Marco Pannella, por el contrario, no le importaba un rábano. De los chantajes, de los chivatazos, de los soplazos morbosos a los periódicos, y de todo eso. Le importaba realmente tan poco, de veras, que había quitado la cerradura de su casa, "suya" por así decirlo: el Pannella de los años 60 albergaba a gente en su piso como si tal cosa.
Y cuando volvía a casa por la noche, tarde, vaya usted a saber a qué hora y con quién, no lo esperaba una mujercita premurosa, ni zapatillas, ni televisión, ni comida lista para calentarla en el horno. Se encontraba cuerpos a oscuras, cuerpos de desconocidos y desconocidas, en sus sacos de dormir que habían pateado media Europa. Apartentemente, no había nada en aquella buhardilla adormecida, que pudiese amenazar el orden, o "los que sacaban adelante ese jaleo" como prefería decir Pannella, "que llamamos Orden". En realidad, cuando por la mañana se abrían las ventanas de su casa a espaldas de la Fuente de Trevi, con algo de poesía y de buen humor se podía pensar que la luz del sol, a parte de despertar a huéspedes, amigos y amantes más o menos aturdidores y aturdidos, estaba destinada a iluminar una oscuridad aunque fuese simbólica, una sombra neurótica de miedos, opresiones y especulaciones.

Ahora "liberación sexual" suena algo más enfático, hace sonreír, o bien provoca melanconía por la fogosa ingenuidad del propósito. Y sin embargo, si bien hemos dado algunos pasos hacia adelante, si bien la costumbre cívica de este país ha logrado reducir el peso de alguna que otra infelicidad, es justo volver a Pannella. O mejor dicho: al Pannella de aquellos años de transición, incluso para Italia, entre el arranque del centro izquierda (1963) y la "oleada de socialidad convulsa, caótica e informal" que, según Ernesto Galli della Loggia, marca el principio de la contestación, el fatídico Sesenta y Ocho (y compañía). (1). Un Pannella que físicamente se sigue pareciendo al recuerdo casi de Arrigo Benedetti: "Alto, todo hombros, delgado, los ojos aterciopelados, la voz cálida, los cabellos lisos y largos que le caen por la frente...." (2). De traje y corbata, eterno goliardo repetidor de cursos atrasados (en realidad se licenció con 66 de nota, la mínima, y por aquel entonces ya había trabajado de periodista en París...), pobre como una rata, medio italiano y medio francés. Pero dentro de poco ya no se vestirá de esa manera, ya está casi listo el jersey negro de cuello alto destinado a celebrar un sinfín de palideces hasta acabar vendido en una subasta para recogida de fondos del Partido radical (3). En el cuello, sobre el negro del nuevo uniforme, pendulará un medallón, horroroso cuanto inolvidable, pacifista: "Haced el amor y no la guerra".
El amor, precisamente. El descubrimiento - sencillo, por lo tanto revolucionario - es que hay una manera de hacerlo sin avergonzarse, sin temer, sin sacramentarlo, sin dedicarlo necesariamente a Dios, a la Patria, a la Revolución, a la Familia.
Y si a Pannella le importa un pito, con sus ventanas y sus puertas abiertas de par en par - "Yo nunca he tenido ningún secreto, vivir a la luz del sol es el mejor sistema para que no te vean" (4) - esta despreocupación suya es una rebelión mucho más eficaz y fuerte de lo que se puede imaginar. Es como salir de la clandestinidad, colmar un vacío ansioso, anular un abismo de lejanía, sentando las bases para aquella otra fórmula - "Lo personal es político" - que actualmente parece vanilocuente, y sin embargo en el país del SIFAR (*1) y de los chantajes, que lograba rasgarse las vestiduras por La Zanzara del Liceo Parini, bueno, tenía que sonar a la fuerza como una bendición laica. Como un manojo de libertad. La forma en la que Pannella llega hasta esta esperanza para él y para muchos, tras qué descubrimientos, dudas, experiencias, emociones y luchas interiores y existenciales es algo demasiado complicado. Y además, no es verdad que lo "personal" tenga que ser necesariamente público. Lo que importa, en todo caso, es el papel que Marco Pannella desempeña en este marco y que lo conduce a figurar entre los primeros, en Italia, que rompen el juguete hipócrita, y del poder, del "se hace pero no se dice".
Tal vez porque en su caso el hombre coincide de veras con el político. Más o menos desordenado, hecho un lío, feliz o infeliz como todos, eso sí, difícil de comprimir dentro de esquemas de normalidad biempensante - pero no sólo por lo que se refiere a las inclinaciones sexuales - a mediados de los años 60 Marco Pannella vive (y teoriza) algo que no escribirá hasta pasado algún tiempo, cuando viaja para arriba y para abajo por Italia vestido de Hamlet: "... Y decía que lo que para los demás debía detenerse necesariamente en el umbral de la política para nutrir por el contrario el tiempo de los diálogos "privados" de amistad y de amor". (5) Más allá del umbral: allá en donde se encuentran "los problemas esenciales de la vida y de la felicidad de la persona". (6) De nuevo el amor, los sentimientos, la cama, los cuernos, multitud de cornudos que dentro de poco rescatarán su humillante condición para convertirse en divorcistas.

La búsqueda de esta "verdad más desnuda, más esencial, más privada" recorre un ideal sumamente pannelliano a lo largo de los años 70: "No puede haber distancia entre la vida pública y privada .... los hechos de la vida privada se convierten en ocasión para tratar la política. Siempre es la experiencia personal la que te da la fuerza para combatir las batallas". (7).
En un congreso del partido, en Nápoles, Pannella, este soltero que ayuna en favor del divorcio, encanta y cautiva al auditorio implicándolo en una autoconciencia antes de tiempo: "Yo, a las tres de la noche, salgo por la ciudad porque tengo ganas de llorar y de amar..." (8) O bien no conoce el concepto mismo de privacidad: "¿Qué quiere decir? ¿No veo en dónde empieza ni en dónde acaba?". (9) De la misma manera que "la eterna polémica entre el amor y la amistad: ¡qué gran equívoco!". En una entrevista de Playboy, Pannella siembra el escándalo hasta desde el punto de vista del lenguaje: "Decir que con tu novia puedes follar y con tu amigo tienes que hablar, quiere decir dividir en dos la propia vida. Es absurdo". (10)
"Creo" escribe (controlándose más) en la introducción del libro de Andrea Valcarenghi "Underground a pugno chiuso", "creo por encima de todo en el diálogo y no sólo en el \'espiritual\': en las caricias, el sexo, el conocimiento como hechos no necesariamente de evasión o individualistas: y cuanto más "privados" se me antojan, más públicos y políticos, como son, me las ingenio para que sean reconocidos..." (11) Por encima de los incisos, típicos de la prosa de Pannella y de la profusión de entrecomillas,estas tienden a suscitar complicidades; que en el repertorio de un político entrasen rondas nocturnas, caricias y copulaciones es una novedad que deja a todos algo pasmados, otro desafío a la ambigüedad de la política.
Irrefrenable en su trasgresión solar, a mediados de los años 60, el líder radical anticipa y se prepara para intercerptar ese aliento libertario (sociológicamente bien situado y juvenil) que el autoritarismo y la hipocresía sexofóbica no lograrán seguir sofocando. En una cultura política que se nutre casi exclusivamente de encíclicas, marxismos y textos crocianos (*2), el Pannella de aquellas primeras luchas por los derechos civiles lleva la revolución freudiana y los análisis de Reich. Pero no será nunca un teórico, Pannella, es más no deja ningún escrito orgánico sistemático, ni de lejos, y lo que queda en las páginas de algún libro se debe a una editoría pirata que recopila artículos por aquí y por allá, negocia alguna que otra foto y lo publica todo según criterios bastante discutibles.
Es igualmente cierto, sin embargo, que el carácter, el impulso, la vitalidad e incluso una cierta carga seductora hacen de Pannella, más que cualquier otro, un político de acción (el prefiere "de acera"), de instinto, de "día a día". Un político comprensible a partir de los resultados, más que de elaboraciones teóricas. (12)
Nadie más que él lanza a la política en una dimensión física, incluso sensual: "Le raisonnable dérèglement de tous les sens", la razonable sinrazón de todos los sentidos. Y se halla a menudo este verso de Rimbaud en las entrevistas de aquellos años. (13) Puesto que "las leyes no tienen por qué profundizar sólo en los días, sino también en las noches". (14) Y "no existen \'perversos\' - otro entrecomillado - sino \'diversos\'" (15). En nombre de esta diversidad Pannella escoge defender las esperanzas de los más débiles, de los más pobres, a partir del momento en que "las instituciones producen en serie industrial, a cientos de miles, \'putas\' no de lujo; \'homosexuales\' no presidentes del Consejo, obligados a sufrir la violencia de la prostitución contra sí mismos; \'travestidos\' que no pueden pegarse el lujo de comprar a unos cuantos muchachos huídos una noche de la cárcel..." (16)
Ardiente y lírico provocador, a ratos esclavo de su mismo embrujo y en cualquier caso objeto de deseos varios, esquelétrico por los ayunos - de nuevo el cuerpo: se presta a fotografiarse desnuro - o cuadrado cuando no está en huelga de hambre, tras haber vencido la campaña del divorcio y antes de ser perseguido por fotógrafos y periodistas de Novella 2000, que le atribuyen flirts de todo tipo, parece cargarse a los hombros un ejército de rechazados y parece que logre incluso conducirlos hacia una liberación indistinta: "Tenemos que prepararnos, banda de expresidiarios, de drogadictos, de artífices de ángeles, de homosexuales, de judeos de todo tipo, de medio fascistas, de ex locos, de marchadores y de ayunadores, de pequeños burgueses exasperados y aventureros, exibicionistas como yo... " (17).
Como él, que toca cuerdas sumamente delicadas de la psicología colectiva. Y hay quien pierde la cabeza y haría de todo, por Pannella, y hay quien sencillamente lo considera el diablo. Don Francesco Fuschini, por ejemplo, un párroco de Emilia Romaña, colaboradr de L\'Osservatore romano, entrega a la prensa un ensayo que se titula, precisamente, "Pannella, el diablo". Empieza así:
"La estructura con la que se ha fabricado es de derivación cristiana, católica y del viejo testamento. Pannella es un católico en la oposición in vitam aeternam amen. Como Lucifer no logrará nunca desatarse las alas de ángel quemado...".
Naturalmente, el asunto de fondo, que el padre Fuschini articula asimismo con irónicas levíticas, tiene mucho que ver con el sexto y el noveno mandamiento, con esa otra cuestión de los homosexuales que, en el Génesis, "están sepultados en los hornos de fuego y azufre pues su pecado \'grita contra Dios\'". Pannella - es la conclusión - "sirve de etiqueta a una temporada chavacana y desquiciada. Al principio estaba Dios, Pannella vino más tarde. Y el que lo mandó fue el diablo". (18) Afirmación que, con todo el respeto por el sacerdote-panfletista, e incluso por Pannella, parece algo excesiva.

A la temporada "chavacana y desquiciada" de los radicales, y más todavía con respecto a los acontecimientos y los personajes que la han anunciado con bombo y platillo, vale la pena echarle un vistazo.

En el silencio de un domingo por la mañana, el sol se mete por las rendijas de la ventana y suscita una polvareda: quien quiera hacerse una idea de como el sexo, bajo forma de píldora, divorcio, aborto, movimiento de liberación de la mujer y derechos de las minorías se haya volcado hacia la vida pública cambiando las connotaciones tiene que subirse al último piso de este viejo edificio. Pasar algunas horas en el estudio-archivo de uno de los poquísimos radicales conservadores, perderse entre fotocopias amarillentas, y encuadernaciones irregulares - Noticias radicales cambiaba de formato cada dos-tres-números - las recopilaciones de papeles imposibles de hallar y las reliquias de Massimo Teodori. Coleccionista febril y benemérito, historiador de la nueva izquierda europea y americana así como del nuevo radicalismo italiano.
El viejo y algo aristocrático del PR de los años 50, el tema de la liberación sexual casi ni lo trata. Y en cualquier caso, hubiese sido demasiado esperarse una cosa así, o lo que es peor pretenderlo de aquellos radicales a los que en 1958 Pier Paolo Pasolini (*3) había dedicado esta cínica pero realmente vivaz representación:

El espíritu, de dignidad mundana,
el inteligente arribismo, la elegancia,
el vestido inglés y el comentario francés,
el juicio cuanto más duro más liberal,
la sustitución de la piedad por la razón,
la vida como apuesta a perder como señores,
os han impedido saber quién sois:
conciencias siervas de la norma y del capital. (19)

En 1975, dieciesiete años después, el epigrama "A algunos radicales" y pocos días después de su muerte, el mismo Pasolini reconoce, esta vez con una generosidad y un énfasis incluso evangélico, el cambio político y antropolóogico del radicalismo: "Habéis logrado hallar formas alternas y subalternas de cultura en todas partes: en el centro de las ciudades y en las esquinas más remotas, más muertas, más infrecuentables: no habéis tenido ningún respeto humano, ninguna falsa dignidad, y no habéis consentido ningún chantaje. No habéis tenido miedo ni de rameras ni de publicanos ni - lo cual es mucho - de los fascistas...." (20)
Lo que en resumidas cuentas dice Pasolini es: no os ha dado miedo el escándalo. Lo que el poder utiliza como arma, el nuevo radicalismo, lo asume sobre sí y lo anula en nombre de la libertad. En otras palabras, le da un revés al instrumento de la vergüenza, retuerce la contradicción contra los adversarios, y para hacerlo acepta pringarse. Renace pero ensuciándose, el Partido radical, en manos de estos jóvenes progresistas a los que las fotos de época retratan vestidos con decoro burgués tras palcos con un anacrónico cabezón con el gorro frigio. (4*)
Marco Pannella, Mauro Mellini, Silvio Pergameno, Massimo Teodori, Angiolo Bandinelli, Alma Sabatini, Gianfranco Spadaccia, Franco Roccella, Peppino Loteta, Adele Faccio, Mario Signorino, Sergino Stanzani, los hermanos Strik Lievers, Roberto Cicciomessere, un chiquillo: casi todos ellos procedentes de la política universitaria, algunos todavía vinculados a los módulos de la normalidad: con novios, casados, empleados. Otros que por el contrario, como estilo de vida, tienden hacia el existencialismo: convicencias, relaciones libres, trabajos precarios. Pues bien, ya comprometidos en la campaña divorcista, pero un par de años antes de que empiece a soplar el viento de la contestación, escogen dejarse contaminar por lo más raro y coloreado que ya se mueve en el mundo juvenil: anarquistas, beatniks, hippies, provos, rebeldes y campechanos varios repartidos por Italia, casi todos con folio provisional.
Los radicales se mezclan con los melenudos. Los de los primeros periódicos com Mondo Beat, dirigido por aquel Melchiorre Gerbino (el mismo que ahora aparece, calvo total, como invitado-animador en el Maurizio Costanzo Show (*5): "No nos molan las autoridades, la familia, la represión sexual, la sociedad de consumo, la guerra y los ejércitos, los curas, los policías, los culturales, los pedagogos y los demagogos". (21)
De esta manera, el ramalazo laico-positivista, europeo, decimonónico de los derechos civiles, ese del que los radicales se sienten hijos más o menos legítimos, entra en contacto con la revuelta expontánea y generacional que precisamente sobre el sexo, mejor dicho sobre el "amor libre", empieza a producir eslóganes provocatorios: "Conócete a ti mismo", "El amor crea eversión, la abstinencia perversión".
Se encuentran, estos treinta añeros criados en la escuela de la UGI (*6), con los grupos de Onda verde, los habitantes de la carpópolis de Via Ripamonti, los de Urlo Beat, Aligi Taschera, Carlo Silvestro, y en Milán también Andrea Valcarenghi, ayer inspirador de Re Nudo, hoy harecrisna de nombre Majid. Luego con la galaxia situacionista que vive de fantasía y de invenciones estrafalarias y que, en el marco de la supervivencia metropolitana, como método anticonceptivo llega a aconsejar - con estrambóticas y complicadísimas manipulaciones - "las bebidas gaseosas, como la Coca-Cola" (22).
Sigue siendo una cuestión de hospitalidad, de puertas sin candados: la fusión entre estos dos mundos se completa cuando los nuevos radicales dejan abiertas sus sedes. "Las curiosas sedes del prestigioso partido de los Pannuzio y los Carandini, de los Benedetti y de los Piccardi", así Pannella algunos años después, "se convierte en el lugar de encuentro de bandas subproletarias y melenudas". (23) Y a partir de 1970, las feministas del MLD (*7) y en 1972 los primeros homosexuales organizados en el FUORI (*8) entran a formar parte.
En Roma, antes de aterrizar en Via di Torre Argentina, la ósmosis tiene lugar en el histórico apartamento de la calle XXIV Maggio. Cuando precisamente está a punto de nacer la LID, Liga italiana para el divorcio, las pulsaciones libertarias van a desahogarse en un cuarto de baño transfiguradas en legendarias. En tal lugar, poco románticamente con los criterios actuales, se practica el amor libre, con las puertas cerradas, aunque no falta quién recuerda menos discretos emparejamientos en una no muy claramente especificada "habitación". Pero da igual.
En el otoño de 1967, en vistas al congreso de Florencia, por primera vez, aun sin salir del baño de la calle XXIV Maggio, el sexo entra oficialmente en un documento del partido. Es un informe fotocopiado por ellos sobre los derechos civiles escrito por los milaneses Luca Boneschi y Carlo Oliva. Se lee que "la sociedad impulsa su autoritarismo hasta determinar el derecho del individuo a disponer libremente de su propio cuerpo, a gozar del placer de los sentidos.... Una política que no se prometa barrer estos odiosos atropellos sería algo absurdo, cojo, contradictorio". (24).
En ese mismo año, el 1967, declarado el "año anticlerical", los radicales celebran un convenio sobre "Sexofobia y clericalismo". En enero del año siguiente organizan otro, en el teatro Parioli de Roma sobre "Represión sexual y opresión social". Esta segunda cita está anunciada por una iniciativa de Luca Bracci y Marcello Baraghini (el futuro editor de los libros a mil liras) que van por la ciudad con un cartel emparedado (por delante y por detrás) en el que han enganchado fotos de guerra, de torturas, de masacres y desnudos femeninos recortados de revistas "sólo para hombres" confiscadas pocos días antes por la policía. Bajo las imágenes está escrito: ¿En dónde está lo obsceno?" Baraghini y Bracci son detenidos y denunciados. (26)
La batalla de las revistas porno es una batalla de libertad. Mauro Mellini defiende al director de King, que ha sido arrestado: "No caeremos en el error de dejar, por motivos de "buen gusto", por ser gente bien a lo burgués, o por falso moralismo, el camino abierto a los clericales". (27.
Fuera de las sedes radicales, el umbral del pudor sigue siendo alto, la tolerancia mínima. Aunque hoy parecen cómicos con frases que parecen sacadas de una comedia a la italiana, los censores interpretan la mentalidad de la gran mayoría de la población. Realmente pocos, por aquel entonces, sonríen ante la reprimenda anti porno del acusador público, el sr. Pedote: "Somos un pueblo de trabajadores y no queremos que nos molesten con mujerzuelas y champán" (28)
Sobre las cuestiones de las buenas costumbres se construye una cierta fama sobre todo el diputado de la DC Agostino Greggi que contra los primeros desnudos se lleva consigo a 186 diputados de su partido. ABC, el periódico enemigo, le atribuye palabras y conceptos tan estentóreos que parecen falsos: "¡Lo sabemos! Italia tiene una cantidad de problemas por resolver, a nivel económico y social, problemas graves y urgentes. Pero ninguno, en este momento, es más grave y urgente que el moral! ¡Hay que moralizar a los italianos! ¡Hay que reconducirlos a sus sanos principios!" (29)
Un agitado parloteo de monseñores a espaldas del Papa. Paolo VI acaba de anunciar su próxima encíclica Populorum Progressio y está a punto de dar la bendición pascual "Urbi et Orbi". De repente, las cámaras de televisión extranjeras se dan media vuelta y enfocan a la multitud, por encima de barreras y cascos.
En los periódicos del "Fondo Teodori", las fotografías de la Pascua radical en la plaza San Pietro se detienen en los instantes en los que culmina la resonada, simbólica "acción directa" a favor de la contracepción. Confundidas entre la multitud asoman gigantescas pancartas y carteles en los que figura escrito "Birth control", "Más hijos, más hambre", "Sí a la píldora". Enseñas hasta pocos minutos antes enmascaradas, tapadas con elogios al Santo Padre. Luego, tras una señal, desenvueltas rápidamente y ondeadas. (30)
No dan cuenta, dichas fotos, ni de los trabajosos preparativos - sensibilización a priori de los periodistas extranjeros, sacrificio (la policía sospecha algo) de tres provocadores enviados a manifestarse a favor de la píldora a Via Veneto - ni de la huida precipitada, tras ni tan siquiera dos minutos de exhibición, entre la multitud, con una militante, la Marcellotta, "descubierta por un grupo de monjas que la querían cristianamente linchar, y que "en la reconstrucción algo épica y algo cómica de uno de los raiders, Carlo Silvestrini, "fue salvada con decisión por Pannellik" (son los tiempos de Dorellik, y hasta los más ilustres libertarios se dejan influenciar por la tele (31).
Acción directa y por supuesto provocatoria. Aunque, a decir verdad, en marzo de 1967 la Iglesia aún no ha adoptado una postura de condena con respecto a la píldora, al contrario. De esta manera, en aquel domingo algunos confundieron tranquilamente a los radicales con \'grupos católicos\' (32).
Con grave bochorno, como es de imaginar, de uno de los inspiradores del comando pascualino: el prodesor de Luigi De Marchi, psicólogo, ensayista y divulgador, fundador de la Escuela reichiana en Italia y de la AIED, la Asociación italiana para la educación demográfica. De Marchi volvió a Piazza San Pietro más tarde, solo, con una enorme píldora de polistirol como si tal cosa hasta el obelisco. Los fotógrafos le sacan instantáneas antes de que el profesor sea, tal y como era de prever, detenido por los carabineros y la súper píldora confiscada por la gendarmería vaticana. Al cabo de tantos años aún se ríe recordando su casi solitaria incursión in partibus infidelium. Ya no tan joven, De marchi tiene el orgullo del pionero y la melancolía de quién, tal vez, tuvo razón demasiado pronto. Otro demonio del sexo, para la cultura católica, y no sólo. Un experimentador-corruptor tal vez con aspectos de brujo o bien un agente de la CIA ...
En realidad, si uno lo ve ahora, es un señor distinguido y curioso, pequeñito, ojos azules tras lentes enormes. Plenamente consciente de la idiotez de la definición, es un tipo perfectamente "normal", solo con su gorrilla en la cabeza - si alguna anomalía quiere uno encontrarle - algo cómico.
Se atribuye lo que Aldous Huxley decía de D.H. Lawrence: "Un puritano de la transgresión". Con honestidad y sencillez explica que muchos de los experimentos sexuales y existenciales emprendidos en primera persona en los años 60, pareja abierta y todo lo demás, fracasaron porque se infravaloraron los celos. Sin excesivas responsabilidades, ha inspirado una pelicuela "La revolición sexual", en donde el papel de profesor guarro fue interpretada, con la consabida, sufrida diligencia, por el actor Riccardo Cucciolla. Para compensar, súper reconocible como Marco De Luigi, queda muy bien en una narración de Luciano Biancardi. En un mundo fantástico en el que todos se ven obligados a comer siempre y sólo sopitas de sémola, hay un profesor gastronómicamente antiprohibicionista que lucha para que cada cual pueda degustar lo que más le gusta.
Rompió con los radicales cuando Pannella, en tiempos de la lucha contra el exterminio causado por el hambre, desatendió totalmente la antigua batalla para el control de los nacimientos y volvió a plaza San Pedro, esta vez para rendir homenaje en serio al Papa. Actualmente, escribe en "L\'Indipendente" y se ha presentado a las elecciones con la Liga (*9) "sin la que", sostiene, "el teatrillo de las marionetas de la partidocracia hubiese durado otro medio siglo". Es la Liga, insiste, el movimiento que tiene más mujeres, movimiento ni misógino ni machista, el único que ha atacado de frente a las jerarquías católicas.
Convencido de que "las ideologías son máscaras y las economías máquinas" es iniciador de la psicolpolítica, método de análisis psicológica de los grandes fenómenos sociales. Cuando le preguntaron qué opinaba del eslogan priapístico de Bossi - "La Liga la tiene dura" (10*) - De Marchi contesta sin dar satisfacción, de forma vaga, reducida. Explica, de hecho, el profesor, que es solo una manera de decir un poco vulgar. Como decir: "Tiene unos cojones de miedo". Punto.
En cualquier caso, personaje clave de principios de los años 60, la demostración viva de que por aquel entonces con sólo meterse a bromear con un tabú le caía a uno encima el odio imperecedero de tres o cuatro ideologías, de tres o cuatro formaciones políticas, un par de Iglesias, un aparato estatal entero de represión, sin que casi nadie gastase ni una palabra pare defenderlo a él y a los poquísimos que actualmente De Marchi tiene el placer de definir, con alegre protagonismo, como "un hatajo de de utopistas". Figuras curiosas, tal vez raras, sin lugar a dudas algo obsesionadas con la cuestión de la "catástrofe demográfica", de la "oscura tragedia de la proliferación coaccionada", de la ciega casualidad procreativa". (33)
Y sin embargo ahora, en la Italia de crecimiento cero, uno se pregunta si acaso no ha sido un pequeño milagro caritativo (y organizativo) la aventurosa supervivencia de la AIED, en el bosque de miedos y en el desierto de conocimientos de aquella Italia inútilmente de bien, es más un poco doble, cuando no totalmente falsa.
El era un profersorcillo milanés, con su barbita, su pajarita y extrañas lecturas que tenía que comprobar directamente. Parecía un escandinavo que se había equivocado de chiste, pero mientras tanto buscaba desesperadamente compaginar la presidencia honoraria de la AIED (organización con la que actualmente ya no tiene nada que ver) a políticos que funcionasen de alguna manera como red de protección. Al final, hallaba sólo a ese otro excéntrico y agradable Giancarlo Matteoti, misteriosamente socialdemócrata y libertario. Uno que por aquel entonces - recuerda De Marchi - tenía miedo en igual medida de las explosiones termonucleares y de los efectos de los calzoncillos, por lo que se había construido un sistema de aireación y de rajas en el tiro de los pantalones, y todo iba bien hasta que cruzaba las piernas porque en ese momento, plok, se le salía un testículo.
El profesor De Marchi, estuvo controlado por la derecha neofascista dede un primer momento, tal y como se deduce de un terrible informe de Gianna Preda en "Il Borghese": "La cara exangüe... los ojos verdastros... individuo cutre y desagradable. Este mozalbete de labios húmedos inspira una incontrolada e irrazonable sensación de repugnancia". (34
De los curas ya hemos hablado, y tal vez vale la pena añadir que en los años 60 L\'Osservatore romano solicitó que lo arrestasen, y que los responsables de una tarea eclesiástica que sienten que la AIED les hace "la competencia", hacen guardia en la puerta de su casa, le sacan fotos a su mujer, Maria Luisa Zardini, que también colaboraba con la propaganda y la asistencia contraceptiva en las barriadas. (35) Le caen encima nada más y nada menos que seis juicios por conferencias científicas a favor del control de la natalidad. Todas hipotéticas violaciones del tan cacareado artículo 553 del código penal, esa insensata prohibición de divulgar los métodos anticonceptivos que contribuía a hacer que el aborto se convirtiese en un delito de masas, tan de masas que en algunas zonas, las más abandonadas a sí mismas, las mujeres no sabían ni tan siquiera que era un delito. Con un peso judicial muy nutrido y una cierta fama de precursor hiperminoritario, se cruza con los nuevos radicales a los que concede la dote de ese su incómodo credo: "En donde hay sexofobia, hay autoritarismo". (36)
A decir verdad, De Marchi se esfuerza por demostralo de forma más bien hard, y se divierte un montón a costa sobre todo de los católicos. Su pieza fuerte, que hay que recitar de forma apremiante y repetitiva, prevé la exposición de cómo algunos santos, o en cualquier caso figuras de la tradición católica, rechazaban las tentaciones de carácter sexual: "Macario se lanzó desnudo a un pantano y se quedó hasta que su rostro no se desfiguró y el cuerpo se le hinchó de las picadas de mosquito. San Simeón se ulceró incurablemente las carnes con un cinturón de hierro. Amonio se marcó..." etc. (37).
Predestinado, se diría, al aislamiento político, con la izquierda, de hecho, el profesor es ya por aquel entonces bastante punzante: "Es necesario que aprenda a despuritanizarse, pues la mismísima izquierda ha sufrido y sufre las mismas tares sexofóbicas que le hemos recriminado al clericalismo". Y también punzante al decir: "Cuidado con aquellos revolucionarios que tronan en términos más extremistas, o incluso se disponen a echar bombas y luego al contrario, cuando se trata de temas sexuales, se comportan como el último de los barberos sicilianos" (38).
De momento, los "barberos" toman tiempo, luego lo echan a un lado en la izquierda. En 1970, el año del divorcio y del nacimiento del Movimiento para la liberación de la mujer, en el seno del mismo grupo reichiano que rueda en torno al mundo radical hay quienes sostienen la necesidad de un momento revolucionario violento que hace aplazar para no se sabe cuándo los temas de la libertad sexual". (39) Más tarde, una cierta izquierda dogmática se desencadenará contra este extraño profeta señalándolo con el dedo como "agente del imperialismo" y "neomalthusiano forjador de la guerra atómica preventiva" (40).

Mientras tanto, por misteriosas, y también contradictorias conjunciones de hombres, tiempos e intereses, la liberación sexual - o algo por el estilo - se podía comprar en el kiosco a cien liras. Para los radicales, Abc no era sólo un agradable motivo de escándalo (11*). Era, a su manera, pedagogía, esperanza, experimentación. Era orgullosa y a la par humilde manifestación de "diversidad", la prueba demostrada, bajo algunos aspectos maquiavélica, de que si los fines son justos "todo va bien".
Todo, hasta "Antonella Lualdi que os enseña cómo seducir en invierno", también las "gueishas parties" contadas por Tony Dallara, "Aloisia, esclava rubia con demasiada fantasía", "El fantasma sexy que insidia a tres mujeres", incluso por no decir la estrepitosa - hoy - publicidad de Bang!, "foto-policíaco del amor violento", en el que se ve a uno con patillas, en calzoncillos, peludo, con una cadena enorme al cuello, ella en sostenes, reforzadísimos, con aspecto aburrido, y el cómic decía: ¿Así tratas a todas las mujeres? Por eso eres un hombre tan deseado..."
Y si embargo, si entre 1965 y 1967 el divorcio logra convertirse en una cuestión de masas, se le deve más de lo que parecería a primera vista a este híbrido periódico en el que se pueden desencadenar a la par la fantasía política de Pannella y la manía de rescate, de éxito, y de dinero de un editor genialoide, Enzo Sabàto.
Tras unos veinte años, la historiografía radical le ha reconocido a Abc todos los méritos del hircocervo pornolibertario, el primero de todos el de haber canalizado el divorcio hacia un nuevo ambiente, "en la clase media baja ajena al compromiso político". (41). Al igual que, a propósito también del caso ABC, Umberto Eco y Patrizia Violi han destacado que "los radicales demuestran ser capaces de ocupar espacios originalmente no progresistas para que se conviertan en una información provocadora" (42).
Sabàto también da qué comentar. Personaje curioso, lleno de vitalidad, generoso, algo aventurero. Propietario de una imprenta, ha sacado adelante el periódico de Gaetano Baldacci y de los 50.000 ejemplares que en pocos años ascienden a medio millón. Es ese señor con gafas de sol que ve en la foto junto a Loris Fortuna (12*), en el primer congreso de la LID. El que en otra imagen está hablando ante un micrófono, y bajo el palco hay una montaña, pero de veras una montaña, de postales, en paquetes, liadas con una cuerda "El abajo firmante" - decía el texto - "solicita a la Cámara de los diputados que se pronuncie lo antes posible, a lo largo de esta legislación, sobre la propuesta de ley del diputado Fortuna..."
Dura tres, como mucho cuatro años la temporada más feliz de la revista semanal, tal vez la de su editor. Así es como por lo menos da a entender actualmente Pannella, paseándose arriba y abajo por el Transatlántico (*13), y el recuerdo de Abc, de aquella lejana amistad y de un hombre que ya no está, se esfuman en una pinión afectuosa, melancónica, y sin embargo agridulce: "Al final, Enzo ya no bebía vino, sino whisky. Ya no viajaba en tren, sino con su avioneta privada..." En resumidas cuentas, al ex impresor se le había subido el éxito a la cabeza. Pero eso no anuló, en Pannella, un sentimiento profundo de reconocimiento.
Sentimiento ni tan siquiera demasiado distinto del que, en el momento de la ruptura, precisamente Pannella expresa en Noticias radicales, en julio de 1968: "Presentado como un periódico pornográfico, Abc ha sido por el contrario (de forma desde luego contradictoria, a veces inadecuado) un gran periódico popular democrático. Para el gusto predominante de la burguesía, por supuesto, era vulgar. Pero los silencios de la competencia, cuanto más "prestigiosos" y de "estilo" eran, se nos antojan a nivel moral y de la costumbre infinitamente mucho más graves que las faltas de buen gusto y las complacencias pseudopornográficas imputadas a Abc" (43).
Así como para el divorcio, mientras dura la relación con los radicales, el periódico se ha comprometido con la píldora, la mayoría de edad a los dieciocho años, los gastos y el servicio militar, los delitos de opinión. Si se echa una hojeada a la recopilación, entre páginas y páginas que desbordan de mujeres desnudas - al contrario que Lo Specchio, aquí esas terribles tiras negras ecconden senos, pubes, traseros - se hallan ya, entre 1966 y 1967, articulos sobre la legalización de las drogas blandas e incluso una pequeña campaña para la instalación de distribuidores automáticos de preservativos en el metro de Milán.
Tal vez por ello, así como por las fotos, se trata de una vida editorial bastante agitada. Policías que arrancan los carteles, confiscan (24 números de 43, en 1965), hogueras en la plaza (en Udine, por parte de la Acción católica (*14), e innumerables juicios por obscenidad, tras los cuales Sabàto vuelve a publicar las imágenes incriminadas y, con las sentencias de absolución: "Giulia Sievert, la modelo, aparece de lado, agachada sobre las rodillas, con el pecho erecto ligeramente girado, de manera que se pone de manifiesto la espalda: esta aparece descubierta, presentando desabrochado el sostén, que entre otras cosas está bastante embutido..." (44)
El Abc en el que, al menos en aquella fase, escriben De Marchi, con foto y pajarita, y a veces el mismísmo Pannella, con pseudónimo. Otras firmas, más o menos esporádicas, son Giuseppe Berto, Alberto Bevilacqua, Luciano Bianciardi, Calisto Cosulich, Giancarlo Fusco, Fulvio Grimaldi, Marcello Marchesi, Massimo Pini. La mujer de este último, la futura ministra Margherita Boniver, escribe en una página de la revista titulada "Snob" en la que indica, por adelantado, lo que es "in" y lo que está "out". Muy "in" es el intento de ciertos novareses de huir del aburimiento putrefacto de la provincia corrompiendo a graciosas lolitas con madres especialmente distraídas...." Hay cómics feos con los políticos del centro izquierda "Domor" y "Pietrik", Moro (15*) y Nenni (16*), que por lo general pasan por tontos y son consolados por mujerzuelas con mariposas en los pezones que les llaman "tesorito", "amorcete".
Publicación corsaria, exhuberante, siempre a la caza de los adversarios. Al Ministro de transportes, Oscar Luigi Scalfaro (17*) se le echa en cuenta que no admita a examinarse para el carnet de conducir a una anónima joven que se ha presentado con minifalda. "Evidentemente no frecuenta usted la Iglesia", se le atribuye, con valiente equiparación, a Scalfaro. "En la puerta de cada Iglesia hay un tablón en el que se prescribe cómo hay que vestirse para no escandalizar". Así pues, se cuenta que tras este episodio, el exponente de la DC recibió, en un sobre cerrado, la foto de Claudia Cardinale recibida con minifalda por el Papa. Foto acompañada por una nota: "Señor ministro, ¿en vez de inspirarse usted en los párrocos, no podría inspirarse en el Santo Padre?" (45) En fin.
Un cierto gusto periodístico por los "efectos causados", la conciencia de ser un gran instrumento de presión impulsan a veces a Abc por el camino de los ataques personales, un poco salvajes, con golpes bajos. Al futuro presidente de la Comisión investigadora (18*), Alessandro Reggiani, por ejemplo, que aun siendo socialista se opone al divorcio, o no quiere que en Treviso se proyecte la película Bella de día, se le echa en cara la fama de playboy, "una carrera prematrimonial con mucho movimiento", el matrimonio tarde, "se deja ver poco con su mujer..." (46)
Más o menos con el mismo mal talante se trata a otro diputado socialista, Giuseppe Averardi, que "implicado en un juicio por adulterio", así lo expone el periódico, "se atrinchera tras la inmunidad parlamentaria en vez de poner en discusión la inicuidad de la ley" y, se sobreentiende, abrazar la causa divorcista. (47)
En algunos casos, el acecho ad personam parece prescindir de motivaciones ideales, o en cualquier caso parciales. Es más sopechosa, oblícua, insinuante, y lo es más cuando ataca la esfera privada de los individuos.
Tiene todo el aspecto de ser un mensaje, una advertencia, en cualquier caso algo poco simpático en esa extraña foto, por ejemplo, de chica semidesnuda, con dos curiosas copas de cartón en en el pecho, presentada como "La prima del diputado Michelini". En su género, el texto es una obra maestra: "Tal y como a menudo acontece, la naturaleza ha repartido sus dones entre primos con curiosa unilateralidad: las virtudes de la inteligencia al político, los atributos de la gracia y de la belleza a la primita..." (48) De la misma manera, tiene realmente poco que ver con el divorcio, los derechos civiles, y ni tan siquiera con la liberación sexual, un largo reportaje ilustrado sobre el ex presidente de la República Gronchi, sobre cuya vida privada se especulará largo y tendido. (49)
Sospechosa resulta la riqueza de detalles, así como llaman la atención los verbos en presente, sobre todo si se considera que Gronchi ya no estaba en el Quirinal (19*) desde hacía cinco años. En cualquier caso: "Los romanos hablan a menudo de la puertecita que Gronchi ha hecho abrir en un lado del Quirinal, en via dei Giardini. Se murmura que por la romántica puerta pasen las amistades femeninas del Presidente, que no podrían introducirse por la puerta principal sin dar escpacio a las habladurías". Insinuandte el tono, detallada la preparación fotográfica del reportaje: "Gronchi es hombre que sabe ver lejos y de temperamento juvenil. Entre sus amistades destacan Anna Maria Gambineri (retratada con traje de baño, gorro, paletas de bucear), Giorgia Moll (en bikini con un congrio en un arpón), Tina De Mola (se seca junto a una bañera), Sandra Milo (ojos cerrados y lengua fuera) y las señoras Ciucci y Megelli. Compañías que sirven para distraer un poco al Presidente de los cansancios de su cargo y le premiten al Gronchi-hombre transcurrir alguna que otra hora serena en libertad, sin las obligaciones del protocolo...." (50)

También en este caso la calidad de la prosa, a parte del momento tan especial en el que el artículo es publicado, mayo de 1967, estalla el caso SIFAR (20*), cabe la duda de que ABC haya publicado tal cual un resto de almacén de los servicios secretos y que en cualquier caso puede ser utilizado como buzón de cartas para jueguecillos poco claros, es más: claramente sucios. Más sucios que el "destape western" u otras sandeces tipo "La bolsa o el slip".

Con la maldad de estos años 90 se intuye que la "falta de gusto y las complacencias pseudopornográficas" que mencionaba Pannella en su caballeresco adiós a Sabàto correspondían más o menos con la imaginación erótica de la post Italia de pacotilla.
Rigursamente heterosexual, masculino y algo de pequeño burgués con sus estereotipos y sus manías de etiquetar: las "lolitas", las "adolescentes", las "tigresas" (variantes: "rosa" y "versión dinamita"), las "tardonas".

Cabe destacar que entre una variación exótica ("Las orgías paganas de los Orinahuas") y un sondeo reconfortante "en busca del vicio genuino" en la provincia, entre un escalofrío tecnológico ("La hormona milagro"), un pretexto para dejar entrever un conejillo ("!Estas son las vírgenes de ficción!") o meter en una página cuatrocientos gramos de trasero ("¡Ya llega la filo-falda!"), ABC apunta hacia los deseos que inspiran las mujeres de los melenudos, las "ye yes", las hijas de las flores, las del amor libre etc. Llegados a este punto, la tentación es cerrar el círculo, el estallido antiautoritario reabsorbido y comercializado por un periódico que se libraba de los radicales para tirarse a los brazos de vaya usted a saber quién.

Sin embargo, en ABC ni pizca de homosexualidad. Y esto da la idea de lo mucho que parecía intacto e inviolable el tabú, de lo fácil que podía ser masacrar, por aquel entonces, a un homosexual en un aula de tribunal. En el caso del profesor Aldo Braibanti, parecía todavía más fácil.

Muchos años después del verano de 1968 de la noche del 17 de julio en que fue condenado a nueve años de cárcel - ¡nueve! pocos más se les dan a los responsables de Vajont que llevan en su conciencia el peso de 2000 muertos - cabe pensar: lo han escogido la mar de bien a este homosexual.

Feíto, como muchos otros. No, peor: "Esmirriado, pequeñajo, físicamente desagraciado", tal y como lo pinta un abogado civil, "sólo sesos y sexo..." Lleva barba, lo que por aquel entonces era vivido como una señal horrorosa de rebelión. Los barbudos.... ¡fuera!

Un intelectual, licenciado en filosofía. No: "Un profesor de pacotilla", según el fiscal acusador, el Sr. Lojacono, en una arenga tan sexofóbicamente violenta y fuera de lo corriente como para inspirar un cuento sarcástico-surrealista de Dacia Maraini, feliz excepción de compromiso civil, por aquel entonces.
Tiempos en los que un artículo, adoptar una postura, una recogida de firmas acreditadas - cabe recordar que de entre los pocos que defenden a Braibanti, Guido Calogero - son gestos de valor, y todavía sirven de algo. Tal y como sirve asimismo la presencia de Aministía Internacional en el juicio de segunda instancia, en donde, de nueve años la condena se reduce a cuatro.

La movilización radical probablemente llega tarde. Pero tal vez se deba al querer recuperar el tiempo perdido, en aquella gratuita y vana pasión se aprecia la nobleza, de la memoria y para el futuro.

Peppino Loteta, actualmente periodista de "Il Messaggero", antaño ferviente director de Noticias Radicales, viejo amigo de Pannella desde los tiempos goliárdicos, recuerda bien que, "a Marco, que se había llegado hasta el Palacio de Justicia casi por casualidad, no necesita más que veinte minutos en el aula del proceso para comprender, inmediatamente, que ahí dentro se está destruyendo a alguien por ser "distinto".
"Distinto", no cabe la menor duda, es el profesor Braibanti. "Distinto", pero también en la acusación que le encasquetan, tras haberlo hallado en los más oscuros meandros del código penal: el artículo 603, que se halla inmediatamente después de los relativos al comercio de esclavos. Braibanti, en resumidas cuentas, es acusado de haber subyugado, sometido y esclavizado a dos menores de edad. Se le acusa de capción.

Meses antes, los abogados de la casa Savoya intentaron soltar - en vano - a Maurizio Arena durante la tempestuosa love story con Maria Beatrice de Saboya que ha desencadenado un escándalo terrible en la derecha y gran diversión en la izquierda. Pero no hay nada de divertido. Al contrario de los merodeadores de la "dolce vita", Braibanti es un hombre triste, introvertido. En su época fue partisano, para más inri torturado por los fascistas sádicos de la banda Caridad, ex comunista, ahora se declara anarquista. Escribe cosas que nadie lee, hace hermosas cerámicas que no vende (Gio Ponti, que le pidió si las podía comprar, le contestó que no). No tiene relaciones cómodas ni de poder, no desempeña cargos académicos.

Y sin embargo, es intelectual y artista lo suficiente para que a través de él, mejor dicho a su costa, se pueda ajustar cuentas con otras muchas cosas: la filosofía india, el psicoanálisis, la vanguardia, en resumidas cuentas, la complejidad de una sociedad que está cambiando. Bajo proceso se halla sobre todo la homosexualidad. Una homosexualidad agigantada, "una idea de homosexualidad", protesta Alberto Moravia (21*), "disfrazada de cultura". (52)

Aquí también meten de por medio - se equivocan de lleno - al diablo.
"Perversión demoníaca", acusa el fiscal Lojacono. "Diabólico invasor de espíritus", según el abogado Taddei, "la reencarnación del demonio". "Un demonio" amonesta el abogado Alfredo De Marsico,
príncipe de los penalistas, "que tiene que ser expulsado al infierno".

Braibanti. Un ser sin patria, sin casa, sin familia, sin demora fija, entre Fiorenzuola d\'Arda y Roma. Una mala conducta ejemplar. "Prácticamente un fracasado", escribe el juez Orlando Falco, "que vive una vida de miseria, de bocadillos, de colada que se lava el sólo, de la caridad de los amigos..." (53)

Por si no bastase, se dedica a estudiar hormigas. Que tampoco le gustan al juez: "Horribles gusanos negros", los define Falco. Indicio de peligrosidad social, como si las cajas llenas de insectos que Braibanti lleva siempre consigo fuesen "el laboratorio secreto en el que experimenta sus utopías filosóficas sobre la aniquilación de la voluntad de sus discípulos". (54)

Los discípulos: dos jóvenes con los que ha tenido relaciones, también sexuales. Uno, ahora casado, sostiene que se libró de su esclavitud mental con el sonido de las campanas de la iglesia. El otro tiene una historia complicada a sus espaldas, fugas, secuestros, hospitales psiquiátricos, electroshock. Es, sobre todo, la familia del segundo chico, echa polvo, la que intenta el juicio y solicita el castigo ejemplar. En vano, Leopoldo Piccardi, que de nuevo se ha puesto la toga, les recuerda a los jueces que el último proceso famoso por homosexualidad fue celebrado hace setenta y tres años en Gran Bretaña contra Oscar Wilde" (55)

Cuando llega la condena, de veras ejemplar, gran parte de Italia se queda con la conciencia tranquila: "los jueces han defendido con valor", esta es la opinión del periodista Franco Salomone, en Il Tempo, "el bagaje tradicional ideológico y moral de todos nosotros". 56)

Pero "nosotros" ¿quiénes?, y asimismo con respecto al contenido del bagaje, en el verano del 68, es comprensible y razonable tener algunas dudas al respecto.

Mientras tanto, Braibanti vuelve a la cárcel. Entonces, para Pannella, el único camino es subirse él, lúcidamente, al banquillo de los acusados, una vez más de echarse encima el escándalo para luego derramárselo encima a quien se escandaliza, abriendo la zanja de la contradicción: "No hay más que atacar a los poderosos, si se quiere realmente defender a sus víctimas. Hay que sacar al condenado, pero más aún, lo que hay que hacer es meter entre rejas a quien ha abusado de las leyes para realizar un linchamiento infame..." (57)

Junto a Loteta ataca en frío a los jueces Falco y Lojacono así como la maxisentencia presentada, con mucho retraso, en primavera de 1969. Escribe sobre la "oscura vocación de rasgar con la cuchilla de la Inquisición y de la persecución las conciencias de cada cual"; de la "obsesiva y alucinante necesidad del sexofóbico y del impotente de hablar de sexo y verlo en todas partes".

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