buena campaña viral en pro de la captura de Joseph Kony

Hace dos semanas apenas sabíamos quién era. Ahora lo tenemos identificado: es elmayor criminal del planeta.

Su nombre es Joseph Kony, y desde hace años encabeza la lista de criminales más buscados. Inició su actividad hace veinte años, principalmente en el norte de Uganda. Pero últimamente se ha trasladado a otros países africanos. En esos años ha secuestrado miles de niños: los críos son su especialidad. A ellos los convierte en soldados y, si se niegan, los mutila y mata. A ellas, en esclavas sexuales. No es el hombre del saco ni el diablo, pero ejerce de ello, pues no tiene más ideología y moral que su voluntad...

Pero a estas alturas seguro que ya conocen de sobras al malvado de Kony; lo conocen muy bien a menos que vivan lejos de internet, Twitter, Facebook o cualquiera de las otras redes sociales. Un vídeo/película, un corto de apenas 30 minutos, ha sido responsable de la repentina fama del asesino, y de una campaña mundial para acabar con él. Kony es famoso, pero ni mucho menos celebrado. El fin de ese filme, impulsado por la ONG Invisible Children era precisamente ese: que Kony no pase nunca más desapercibido.

Pero el efecto colateral es que el filme Kony 2012 , como se conoce la película realizada por Jason Russell, tampoco pasa desapercibido en sí mismo, convirtiendo el medio en el mensaje como dirían los viejos teóricos. Alcanzó el domingo pasado los 100 millones de visitas, y en estos momentos puede haber superado ya los 150 millones de reproducciones. Traducido a diferentes idiomas, entre ellos al español, aparece en cerca de un millar de páginas web y, según Visible Measures, organización dedicada a medir el impacto de la red, acumula más de 850.000 comentarios.

A este paso la obra Russell alcanzará, si no lo ha hecho ya, el récord de Bad romance , el clip de Lady Gaga que acumula más de 900 millones de reproducciones, o el de Baby, de Justin Bieber, que supera los mil millones de reproducciones. Pero con la salvedad de que es un filme político, de intervención directa.

Su éxito viene en buena medida del apoyo decidido de los famosos. El tuit de Justin Bieber, por seguir con la joven estrella pop, decía al respecto: "¡Debe ser parado! Gracias por extender la noticia. El poder está en los números". Angelina Jolie, por citar una estrella, aseguraba hace poco: "No conozco a nadie que no odie a a Kony". Y la administración de Obama se ha congratulado públicamente por los "cientos de miles de norteamericanos que se han movilizado en esta crisis única de conciencia mundial". El apoyo a la campaña para identificar y detener a Joseph Kony ha sido el tema del momento número uno del planeta durante días, lo cual quiere decir que es, o ha sido, el asunto del que más se ha hablado en Twitter.

Que Kony 2012 es efectivo como producto audiovisual es evidente. Quizá por lo que ahora más se le critica: su excesiva simplificación de la realidad, su banalización del mal, en una emulación del lenguaje Gran Hermano.

Russell utiliza a su hijo en el mismo con resultados asombrosos. Con el crío se reduce todo a una cuestión de principios: de buenos y malos. Y el filme emociona precisamente por su desarmante simplicidad.

Además de las habituales sospechas sobre la ONG —la utilización del dinero recaudado—. sus criticos aseguran que esta intervención llega tarde y mal, cuando Kony ya no ejerce su reinado del terror. "Ahora ya no es un peligro para Uganda", asegura Onyango Kakoba, representante del Parlamento panafricano. Pero el éxito está ahí, y abre un un futuro de movilizacines mediante los 140 caracteres de Twitter.

16-III-12, S. Llopart, lavanguardia

1 de marzo del 2003. El exmissioner José Carlos Rodríguez Soto, que vivió 17 años en Uganda, se convirtió este día en una de las pocas personas que tuvo contacto directo con Joseph Kony, líder de la guerrilla- secta Ejército de Resistencia del Señor (LRA). El excapellà español, que hizo funciones de mitjancer, fue citado a la selva ugandesa para iniciar conversaciones de paz. Cuando va se presentó con dos religiosos al lugar acordado, se encontró un centenar de milicianos armados hasta los dientes y un transmisor de radio. Al otro lado de las olas, se esperaba Kony. Apenas llegar, el líder rebelde los acusó de ser espías y dijo que tenía que consultar con el espíritu santo si los tenía que matar. “Cuando volvió de su tránsito rió por los codos, dijo que éramos sus mejores amigos y lamentó que no pudiera abrazarnos. De repente, se enfadó y nos amenazó. Y después se puso a reír. Da miedo pensar el que puede hacer con la mente de un niño”.

Kony es astuto e inteligente, pero también un lunático despiadado. Utiliza su aura de mèdium divino para infundir terror y manipular. Aboga por un estado bajo la ley de los diez mandamientos con una mezcla de elementos de la religión tradicional Acholi y del Islam. El escondrijo que proporcionan la selva y el apoyo financiero del Sudán –el presidente Al-Baixir, también buscado por el TPI, le apoyó para castigar el favor de Uganda a los independentistas del Sudán del sur– suman motivos al fracaso internacional para pararle los pies. El LRA vive hoy a caballo del Congo y República Centroafricana, apenas 200 o 300 hombres, acompañados de centenares de rehenes que utilizan como sirvientes o esclavas sexuales. Kony es el horror. Se proclama portavoz de Dios y es uno de los señores de guerra más sanguinarios del mundo: ha asesinado, mutilado y violado miles de víctimas. Soto da un testigo que provoca pánico: “Un niño me dijo: ‘Kony sabe qué pienso, Siempre sabe donde soy. Tiene poderes’”.

16-III-12, X. Aldekoa, lavanguardia