"España necesita el Pacto de la Modestia", Enric Juliana

Baqueteada por la crisis, desorientada, España se pregunta cómo reaccionar ante un sombrío futuro. Enric Juliana, desde el 2004 delegado de La Vanguardia en Madrid, perspicaz y agudo renovador de la crónica política, propone en su nuevo libro abrazar la modestia. Modesta España (RBA) será presentado el jueves en Barcelona por José María Lassalle, secretario de Estado de Cultura, y Ferran Mascarell, conseller de Cultura de la Generalitat.

Este es su tercer libro en ocho años, los del agitado zapaterismo. ¿Qué ha pasado?
Los tres libros tienen un hilo conductor: explicarme a mí mismo, y al lector, lo que hay detrás del ruido español. Modesta España corrobora lo anticipado en los anteriores (La España de los pingüinos y La deriva de España) e intenta trazar una perspectiva.

¿Hacia dónde vamos?
Europa es el continente que ha alcanzado más altas cotas de civilización y protección social. Ahora, en crisis, no se reconoce en el espejo. Desde los ochenta, España ha vivido una etapa euforiz ante, asociando por primera vez democracia y bienestar material. En este marco, la reacción inicial ante las primeras señales de avería fue de incredulidad. Empezando por el Gobierno. Después llegó la perplejidad, los brotes de ira (el 15-M), y ahora hay indicios de resignación, pese a la próxima huelga general. En el ciclo traumático, el siguiente paso es la depresión, y, después, la aceptación. Sugiero que, para evitar la depresión, seamos modestos y afinemos el principio de realidad.

¿Hay alguna alternativa?
Sólo la depresión. Y el regreso de los fantasmas del pasado. Históricamente, las grandes desgracias de España surgieron de la mala digestión del declive.

Reivindica al cervantino Caballero del Verde Gabán, paradigma de esfuerzo, cordura, inteligencia y moderación, frente a Don Quijote y el Tenorio.
Ese es el quid del libro. La tradición erasmista tuvo su lugar en el acervo español, aunque no triunfó. El español modesto -que no pusilánime- y opuesto a la ensoñación, la locura y el cinismo era el Caballero del Verde Gabán.

Zapatero ha contribuido a traernos hasta aquí. Defínalo.
Es un profesional de la política con un concepto exagerado de sí mismo, que no supo librarse, estando en la Moncloa, de su fondo de quijotismo provincial.

Rajoy debería contribuir a sacarnos de la crisis. Defínalo.
Otro profesional de la política, más experto y probado que Zapatero, con un concepto más disimulado de sí mismo, y algo más alejado de la matriz provincial.

La suerte de ambos la marca una economía fuera de control. ¿Quién está hoy al timón?
Nadie. El sistema mundo ya no obedece a ningún estado mayor. El grave problema de España es que hace quince años tomó alegremente la autopista de Florida: turismo, servicios, casas... Se otorgó una confianza ilimitada a la creatividad financiera. Y España es un país solar: sol y suelo. Una fuente de riqueza que no requiere industria ni alta tecnología. Una fuente de la que España ha bebido hasta la borrachera; hasta que el colapso financiero ha dejado más de un millón de casas y pisos por vender... Hay pocas herramientas de recuperación; la salida es la devaluación interior.

¿Qué será de la clase media?
La gente quiere creer en la teoría del paréntesis. También el PP: algún día todo volverá a ser como antes. Yo me temo que no. Zapatero quiso creer que sufríamos un resfriado. Y luego vinieron la gripe, la pulmonía, la neumonía y ahora la hospitalización. Pero seguimos pensando en un paréntesis. En el culmen del delirio, sectores de la élite española -de la élite madrileña- consideraron la industria cosa del pasado; o de los chinos... Por otra parte, España es un país de gente sufridora. Su resiliencia es muy elevada. ¿Qué viene? Aguante, resistencia y una procesión de chivos expiatorios. Chivo expiatorio número uno: las autonomías, presentadas como causa de todos los males.

Vaticina que Catalunya no se desgajará de España.
No veo la independencia como una cuestión de fe. Ni creo, ni dejo de creer. Yo apelo al principio de realidad. Y digo dos cosas. Una: que la nacionalidad catalana es ya un hecho irreversible, guste o no al resto de España. Dos: el secesionismo sentimental puede acabar siendo un costumbrismo excitado. Válvula de escape del català emprenyat. Modificar fronteras en una Europa en grave crisis no es una broma. ¿Qué piensan en Berlín de ello? La obsesión catalana ha de ser Europa. La Europa real. Catalunya, nacionalidad europea.

Dice que hay que reformular el Estado de las autonomías. ¿Qué asimetría admite España?
Distingamos dos planos. Uno es el de los esfuerzos fiscales. No hay equidad en España. Ahí están las tres excepciones: el País Vasco y Navarra; Madrid, capital con poco territorio, beneficiada por el Estado y por el mapa radial, sin obligaciones de solidaridad extras; y ahí está el estatuto moral del Sur, sin cláusula de revisión. El principio de equidad obligaría a revisar todo eso, a la luz de la actual crisis. El otro plano es el de la distinción entre nacionalidades y regiones que formula la Constitución y que nadie se ha atrevido a desarrollar. La solución sería una España de autonomías asimétricas que no usase la palabra igualdad en vano.

¿Hemos sufrido una pérdida de ilusión y masa democrática?
Hay agotamiento. La representación política está estresada.

En su libro recurre a los mapas, pero más parece un cartógrafo temporal que espacial.
Los mapas organizan el pensamiento. Y me gusta tener una idea de lo que viene.

¿Hay riesgo de catástrofe?
El capital humano europeo es muy fuerte. Europa es fuerte. Pero la catástrofe no es imposible.

Acaba pidiendo modestia a los de arriba y aguante a los de abajo. Improbable ecuación...
No es un libro con moralina. Es una crónica periodística, con ánimo de reflexión. Advierto contra la moda que dice que todos hemos vivido por encima de nuestras posibilidades. Ojo. Unos más que otros. El pequeño bienestar conquistado por los humildes se presenta ya como pecaminoso. Ojo. La modestia debería ser un pacto político y moral entre los de arriba y los de abajo, para salir del bache. El Pacto de la Modestia, treinta años después de los pactos de la Moncloa. No ocurrirá. Pero he querido escribirlo.

18-III-12, Ll. Moix, lavanguardia