"Premio a los ladrones", Pilar Rahola

Un país que en 25 años ha decretado tres amnistías fiscales no es un país serio. De entrada porque demuestra una endémica incapacidad de atajar el gran fraude fiscal, ese que acumula tantos ceros como desvergüenza. Es decir, envía la imagen de que España es jauja para los grandes defraudadores, y que la persecución fiscal siempre es inversamente proporcional al montante defraudado. Oséase, que puestos a defraudar, hay que hacerlo por muchos ceros para conseguir la impunidad. Pero además, este gusto por la amnistía fiscal -perpetrada tanto por socialistas como por peperos- envía otro letal mensaje: en España cíclicamente el gran fraude se perdona. Es decir, uno puede ser chorizo durante años, esconder sumas ingentes de dinero que pueden venir de cualquier actividad ilícita, pasearse por los paraísos bancarios del planeta y después volver a España blanqueado gracias a una linda amnistía. Que ese dinero perdonado provenga de la especulación salvaje del ladrillo, o incluso de la droga, es lo de menos. Y todo, dicen, se hace para dar un poco de nutriente a las depauperadas arcas del Estado. Aceptemos este argumento, considerando la amnistía una medida traumática, pero necesaria en tiempos de severa crisis. Si esa es la idea, ¿cómo es posible que el ministro de Economía hable de una recuperación paupérrima, que sólo llegaría a los dos mil millones?

¡Pero si dos mil millones son el chocolate del loro! ¡Pero si el fraude fiscal ronda los 80.000 millones, según los expertos! Es decir, van a perdonar por tercera vez a los grandes defraudadores, van a enviar mensajes de buenismo fiscal, van a consolidar la idea de que la Hacienda pública no es cosa de todos (depende de los ceros) y van a volver a mostrar la enorme debilidad de España para con el gran fraude, y todo lo van a hacer por una miseria. ¿Pero esto qué es? Es lo que parece... un país en el que cualquier mindundi es perseguido como una rata si no paga sus obligaciones puntuales, pero se perdonan millones de euros a los equipos de fútbol, ¡dios le dé gloria al circo! Y es el mismo país donde los autonómos, las pymes y el global de la sufrida clase media paga cantidades ingentes e indecentes de dinero a Hacienda, hasta el punto de llegar a trabajar medio año entero sólo para el Estado, mientras el capital más sucio y más delictivo se escurre alegremente por la puerta de atrás. Y luego le dan billete limpio para la vuelta. ¿Es así como pretenden remontar la situación económica? ¿Es así como ganarán credibilidad en el concierto de naciones serias? Pues vamos apañados si una de las grandes medidas del Gobierno es perdonar a los ladrones que se han llevado el dinero a paletadas, después de conseguirlo de cualquier manera, y encima decretar dicho perdón para conseguir una limosna. En fin, seré lerda, pero no consigo verle una sola bondad a tamaña maldad.

3-IV-12, Pilar Rahola, lavanguardia