"¡Arre, caballo!", Quim Monzó

¡Arre, caballo!

El otro día, el diario El Economista daba la lista de algunos de los retratos de políticos que diferentes administraciones han encargado estos últimos tiempos, con la cifra del coste final de cada tela. De toda la lista, el retrato que nos ha salido más barato es el del exministro de Defensa y expresidente del Congreso de Diputados Federico Trillo. Lo pintó Cristóbal Toral por 36.000 euros y ahora luce, tan pancho, en una pared del Congreso. El retrato de Felipe González salió por poco menos del doble -69.000 euros- pero calculo que debe ser de hace bastante más años. Once mil euros más nos costó el de José Bono que, en tanto que exministro de Defensa, el ministerio encargó al pintor Hernán Cortés, cuadro que se presentó el pasado julio -en presencia de la entonces ministra, Carme Chacón- y por el que hemos pagado 80.000 euros. La misma cifra -80.000 euros- es la que ha costado el retrato que le hicieron a Alberto Ruiz-Gallardón cuando dejó de ser presidente de la Comunidad de Madrid. También 80.000 euros nos costó el retrato que el mismo Hernán Cortés de más arriba hizo a Rodrigo Rato cuando dejó el Ministerio de Economía. Esa cantidad parece ser la más habitual, porque también costó 80.000 euros el que le hicieron a Javier Solana para colgarlo en el Ministerio de Exteriores. En cambio, el de Luis Navarrete, expresidente de la Diputación de Sevilla, costó un poco más: 81.200 euros. No se sabe si estos 1.200 euros de diferencia hay que imputarlos al tamaño de la tela, a que hubo que utilizar más pintura o si es que el autor se valora más.

Más allá de la discusión sobre si es o no una burrada gastar cifras como esas en cuadros oficiales, hay la evidencia de que todas esas instituciones viven en un mundo apolillado. Ese delirio por los retratos pintados al óleo denota que los mecanismos mentales les han quedado oxidados. No porque esos retratos sean realistas -la pintura realista es espléndida- sino porque son manieristas, sin garra. Imagino perfectamente uno de esos retratos pintado por Xavier Serra de Rivera y el resultado sería una maravilla, en las antípodas de todos esos otros de los que estamos hablando. O por David Hockney, uno de los mejores retratistas vivos actuales, que juega con el color y las formas de una forma admirable. Pero no es así: todos esos retratos institucionales son siempre banales, pobres. No corresponden a la época que vivimos. Pero es que, además, desde hace cerca de dos siglos, los retratos ya no sólo se pintan. Hay un arte que se llama fotografía, y para hacer retratos es también ideal. Pero deduzco que la fotografía les parece aún un invento demasiado innovador. Ellos, lo que quieren son pinturas al óleo y con marcos doradísimos y abarrocados. Deben considerar que les dan más prestigio. Si bien se mira, lo sorprendente es que no se hagan retratar encima de un caballo encabritado, como los reyes de antaño.

5/6-IV-12, Quim Monzó, lavanguardia