"¡Dios salve a la irreverencia británica!", Toni de la Torre

“¿DISCULPE, ME PERMITE SER SARCÁSTICO?”

Ésta es la gran diferencia entre nuestra televisión y la británica. Que aquí, para ser políticamente incorrecto, luego hay que pedir perdón a los ofendidos. La tradición televisiva de nuestro país no cuenta con los mismos fundamentos que la británica, a pesar de que el sentido del humor local está cargado de bilis y, en particular, de excrementos (el humor escatológico es un auténtico tesoro de nuestra cultura, un tesoro que ofende a los mismísimos británicos, que no logran entender cómo tenemos la osadía de poner un caganer en el belén). Sin embargo, mientras Mr. Bean le arreaba un cabezazo a la reina de Inglaterra, en nuestro país la mofa de unas imágenes de la infanta Elena emocionada, en Persones humanes, acabó con Jordi Pujol pidiendo disculpas a los Borbones.

Desde aquella época, nuestros canales han seguido fomentando un tipo de televisión que tiene como objetivo complacer a un elevado número de espectadores y, por encima de todo, no ofender a nadie. Las series que surgen de esta actitud están a las antípodas de cualquier forma de transgresión y beben, todavía, de una tradición de humor blanco que tiene sus raíces en la serie familiar para todos los públicos. La delimitación del humor dentro de las fronteras de lo políticamente correcto es el gran enemigo de la crítica social y la irreverencia que lleva a planteamientos innovadores. Si todavía nadie se ha atrevido a poner a nuestro presidente copulando con un cerdo, es porque ninguno de nuestros canales lo emitiría. Por eso, cuando uno se encuentra con una joya como Black Mirror, no puede hacer más que exclamar “¡Dios salve a la irreverencia británica!”.

28-IV-12, Toni de la Torre, TVmania/lavanguardia