"Cara y cruz del 15M", Pilar Rahola

Tiende a recibir las coces de los extremos el espacio del medio, y no resulta fácil habitar en ese territorio inhóspito y solitario. A diferencia de los hooligans de uno u otro lado, que viven bajo la protección de los paraguas respectivos, la opinión propia vive a la intemperie, y es la más difícil de mantener. Así pasa, por ejemplo, con el 15-M, polarizado entre los que lo aplauden como si hubieran visto a la virgen de la Revolución, y los que lo rechazan, como si fuera el demonio. ¿Es posible hacer una reflexión intermedia sin que caigan encima los coléricos rayos de los dioses? Es posible y necesario, no en vano este movimiento presenta tantas caras como cruces, y algunas de sus bondades inapelables se ven contaminadas por maldades también inapelables. Así pues, ni el aplauso acrítico de izquierdas asustadas que quieren monopolizar el movimiento para recuperar la moral perdida, ni la demonización de derechas irredentas, que hacen portadas donde se estigmatiza a los líderes juveniles.

No. El 15-M no es del todo malo, ni del todo bueno, pero está aquí y se ha ganado su espacio en el debate público. Aspectos positivos: es bueno que la indignación ciudadana explote por la vía de la protesta. Es bueno que haya jóvenes que luchen por mejorar el mundo. Y lo es que repiensen la democracia, y se impliquen en las injusticias que el sistema propicia. También es bueno que empujen a los partidos políticos y señalen sus miserias. No hay duda que el sistema democrático de partidos es el más democrático de los sistemas, porque en sociedades complejas no hay otra forma de interpretar la voluntad popular. Pero también es cierto que hay fórmulas más participativas que este sistema cerrado de partidos donde tienden a promocionarse los serviles y los mediocres, y cuyo blindaje los preserva de los errores que cometen.

Además, algunas de las propuestas de los indignados conforman el tronco central de la mejora democrática y son difícilmente discutibles. Es, pues, un movimiento que debemos mirar de cerca. Pero también hay que poner en evidencia algunas cruces que el movimiento acarrea. Por ejemplo, su nula capacidad autocrítica, que los hace incapaces de aceptar que la acampada en plaza Catalunya degeneró en un auténtico basurero, o las barbaridades que llegan a escribir en la red, cuando se les critica. También es problemática su incapacidad de romper completamente con los grupos violentos, y su demonización de la policía. Y finalmente, es un hecho que algunas de las propuestas que presentan nos llevarían a una sociedad caótica, más propia del revolucionarismo fallido de otras épocas que del futuro, y lo hacen desde una cierta tendencia mesiánica a creerse la voz del pueblo. Con todo, bienvenida la crítica, la reflexión y la protesta. Porque quizás no afinan en las propuestas, pero tienen razón en la indignación que los moviliza.

15-V-12, Pilar Rahola, lavanguardia