"La edad de la apariencia", Juan-José López Burniol

...En el campo de la política, la prevalencia de la apariencia sobre la realidad ha sido aún más generalizada en el espacio, más sostenida en el tiempo y más obscena en el resultado. Han sido y son legión, a babor y estribor, los políticos que se niegan a dar el nombre de las cosas; los que eluden o dilatan la adopción de medidas necesarias por razones electorales; los que están obsesionados por la imagen; los que son esclavos de las encuestas y obsesos de los sondeos; los que se muestran obsequiosos y serviles con los fuertes, y altaneros y déspotas con los débiles; los que están ligados por una enfermiza relación de amor-odio a unos medios de comunicación de los que en buena medida dependen; y los que permanecen, en fin, en el primer tiempo del saludo ante los poderosos, a los que podrían repetir con unción las palabras del Magnificat: "Ecce ancilla Domini, fiat mihi secundum verbum tuum", esto es, "He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra".

Una penosa noticia reciente revela la sima de ignominia a la que ha descendido la vida pública española: las comunidades autónomas de Madrid y Valencia han aflorado un déficit oculto de 3.000 millones. En concreto, la previsión para la Comunidad de Madrid alcanza al doble de lo anunciado (2,2%). La consecuencia es inevitable: España va a ser inspeccionada por la Unión Europea para conocer la situación real de las finanzas públicas. Asimismo, auditores internacionales investigarán también de forma inmediata la solvencia de los bancos españoles, en especial el valor de sus activos inmobiliarios. Pero, ante esta situación agónica, no se produce ni la más mínima reacción que revele la existencia de un último reducto de dignidad -antes se decía de vergüenza torera- en forma de dimisión inmediata. ¿Cómo puede seguir en su cargo el responsable máximo de la inspección del sistema bancario, es decir, el director del Banco de España, señor Fernández Ordóñez?...

La insoportable levedad de nuestra clase dirigente en su conjunto, incapaz de generar un proyecto nacional amplio en el que cupiésemos todos, enzarzada en una grotesca lucha cainita y sin la mínima grandeza de ánimo necesaria para afrontar la realidad, ha hecho inviable nuestro futuro colectivo tal y como muchos lo habíamos deseado. En todo caso, la edad de la apariencia ha terminado. No sé lo que vendrá, pero la realidad nos espera.

26-V-12, Juan-José López Burniol, lavanguardia