Aung San Suu Kyi, la Nelson Mandela de Birmania

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He aquí que el mundo se pregunta ahora si Birmania, después de seis décadas de dictadura militar, se ha embarcado en una verdadera transición política que podría acabar con la situación de país pària. Está a punto Birmania, como Suráfrica bajo el mandato de De Klerk, de salir de medio siglo de aislamiento autoimpuesto? Y pueden Aung San Suu Kyi, la líder heroica de la oposición, y Thein Sein, presidente de Birmania, forjar una transición política tan pacífica y de manera tan habilidosa como Mandela y De Klerk hicieron en el caso de Sudáfrica en los noventa?

A pesar de dos décadas de arresto domiciliario y aislamiento, Suu Kyi tiene dos de los dones que permitieron a Mandela llevar a cabo su gran tarea: una serenidad sosegada y una falta absoluta de deseo de revancha. A la vez que las autoridades birmanas ensayan ciertas reformas, los dones de Suu Kyi, junto con su capacidad negociadora y, sobre todo, su enorme autoridad moral, serán puestos a prueba como nunca antes.

Además, a diferencia de Nelson Mandela durante los 27 años de prisión, Suu Kyi ha visto renacer –y ser defraudadas– sus esperanzas. A mediados de los años noventa y otra vez en el periodo 2002-2003, parecía que se divisaba la reconciliación entre la Liga Nacional para la Democracia de Suu Kyi y la junta militar. En las dos ocasiones, pero, la línea dura del régimen se impuso chafando las perspectivas de reforma.

Con todo, Suu Kyi y una buena parte de la oposición birmana están empezando a reconocer que la liberalización política actual podría ser un poco real. Dado que los generales birmanos no dicen casi nada en público, es difícil comprender por qué permitieron unas elecciones que elevaron Thein Sein al poder o explicar la voluntad de aceptar el diálogo con una oposición largamente reprimida.

Los acontecimientos recientes sugieren una posible explicación: los gobernantes de Birmania han crecido bajo el miedo del abrazo
casi asfixiante de la China. Las protestas públicas contra la explotación comercial china de los recursos naturales de Birmania se extendieron hasta el punto que el Gobierno paralizó la construcción de la presa Myitsone –de proporciones enormes y daños consiguientes para el río Irrawaddy–, de financiación china.

Casi a la vez, Thein Sein ofreció señales enérgicas que la actual Administración birmana representa un gobierno muy diferente: ha liberado presos políticos y ha invitado Suu Kyi a conversaciones directas con él. De hecho, después de que Suu Kyi haya sido elegida diputada hace unas semanas. Parece evidente que Thein Sein y su gobierno están realmente decididos a sacar el país del aislamiento.

Tanto para Suu Kyi cómo para Thein Sein, cada paso que hagan a partir de ahora será delicado y habrá que calibrarlo con el mismo cuidado y reflexión que Mandela y De Klerk usaron en la reducción de sus diferencias para liberar el país del aislamiento. Con todo, la comunidad internacional también tiene que actuar con mucha cautela y precaución. Aunque Thein Sein querría que las sanciones económicas y políticas impuestas en Birmania se levantaran bien pronto, es demasiado temprano para una suavización general de estas medidas, aunque algunos países ya lo han hecho. Ahora bien, el resto del mundo tiene que demostrar que cada movimiento claro hacia una apertura política más importante tendrá que ser correspondido por un compromiso político y económico internacional más grande.

La decisión del Banco de Inversiones del Japón de invertir en el desarrollo portuario de Birmania –esencial si, realmente, la economía del país presencia una apertura– es una señal positiva que el mundo seguirá a ritmo compasado el camino emprendido por Thein Sein. La decisión de Barack Obama de enviar a Birmania la secretaria de Estado, Hillary Clinton, a reunirse con Thein Sein fue otra señal clara que el mundo está dispuesto a poner fin en el aislamiento del país.

Más cerca de casa, la decisión reciente de la Asean de dar en Birmania la oportunidad de presidir la organización el 2014 subraya el deseo de sus vecinos de una plena participación del país en la creciente prosperidad de Asia. No conviene afanarse en establecer un juicio, pero las decisiones de Thein Sein, cuando menos hasta ahora, están empezando a asemejarse a las de la Suráfrica de De Klerk, cuando inició el proceso de reforma de su país. Afortunadamente, Birmania ya tiene en Aung San Suu Kyi su propio Nelson Mandela.

8-VI-12, Yuriko Koike, exministra de Defensa del Japón y asesora de Seguridad Nacional, lavanguardia