tensión interreligiosa en Birmania occidental

Estado de emergencia en el oeste de Birmania. El presidente del país, Thein Sein, ha dado plenos poderes al ejército en el estado occidental de Rajine (Arakán) para atajar los violentos choques entre budistas y musulmanes que tienen lugar desde hace una semana. El resurgimiento de estas tensiones interreligiosas constituye la crisis más importante a la que se enfrenta el Gobierno birmano desde que empezó su apertura política y económica.

El presidente de Birmania, Thein Sein, decretó a última hora del domingo el toque de queda en el estado fronterizo de Rajine. Las tropas del ejército empezaron a patrullar por las principales ciudades de la zona y se desplegaron por los alrededores de las mezquitas y las pagodas. Con esta medida el Gobierno birmano pretende acabar con unos violentos disturbios que han provocado la muerte de al menos siete personas. Otras diecisiete han resultado heridas y más de quinientas casas han sido quemadas.

El origen de esta crisis no es nuevo. Es la plasmación de unos brotes de repetida violencia antimusulmana en Rajine, donde convive una mayoría de seguidores del islam con una minoría budista. Una situación que evidencia la complejidad de este país, donde ser birmano significa generalmente ser budista (89% de la población), sin tener en cuenta que también hay musulmanes (4%) y cristianos (5%), entre otras minorías religiosas.

En esta ocasión, los disturbios estallaron al encontrarse el cuerpo violado de una joven budista a finales de mayo. El pasado 3 de junio, una turba de budistas bloqueó un autobús, donde supuestamente viajaban los culpables, y golpeó brutalmente a diez musulmanes. La reacción no se hizo esperar y el pasado fin semana siete budistas perdieron la vida y más de quinientas casas ardieron en llamas en las localidades de los distritos Sittwe, Maungdaw, Kyaukphyu y Thandwe, en Rajine, el estado fronterizo con Bangladesh.

Se trata, sin lugar a dudas, del mayor desafío al que se enfrenta Thein Sein desde que asumió el poder, en marzo del 2011, y empezó a adoptar decisiones para situar a este país del sudeste asiático en la vía democrática. Por esta razón, el mandatario birmano ha apelado al conjunto del país a secundar su decisión de sacar a las tropas a la calle en Rajine. Emplazó “a las personas, partidos políticos, líderes religiosos y medios de comunicación a unir sus fuerzas con el Gobierno para ayudar a restaurar la paz y la estabilidad y evitar una mayor escalada de tensión”.

Consciente de que todos sus esfuerzos prodemocráticos se pueden ir al traste por este choque interreligioso, Thein Sein no se anduvo con rodeos a la hora de advertir que “si las dos partes se matan, los unos contra los otros en un odio y una revancha sin fin, esto se podría propagar más allá del estado de Rajine”, en alusión a que las partes más conservadoras del régimen birmano decidieran que el ejército volviera a tomar las riendas del país.

Su advertencia, sin embargo, no parecía ayer haber calado entre la población. Según France Presse, grupos de civiles armados con machetes y bastones patrullaban por el centro de la ciudad de Sittwe y prácticamente nadie se atrevía a salir de sus casas sin ir provisto de un arma blanca. Este clima de tensión impulsó ayer a los responsables de la ONU y de las oenegés colaboradoras a evacuar a todo su personal ante el clima de tensión reinante en la zona.

12-VI-12, I. Ambrós, lavanguardia