"Democracia preadolescente", Pilar Rahola

Algunas consideraciones sobre la salud de la democracia, con la triste convicción de que estamos ante una democracia preadolescente, tan vulnerable a las presiones como ineficaz para la defensa de derechos básicos. La democracia española aún sufre del síndrome de Estocolmo, que le ha impedido desligarse completamente de la cultura política que la dictadura propició. Ha volado hacia las libertades, pero no con vuelo alto, sino a ras de tierra, y se le han pegado lodos en las alas. Como diría Mister Proper, la prueba del algodón no engaña: esta democracia está muy sucia, y si pasamos el test básico que evalúa un estado de derecho, el suspenso es general.

Veamos el decálogo. El primer mandamiento es la independencia de los poderes de un Estado: suspenso. En España el poder político chapotea por todos los barrizales y los vasos comunicantes entre unos y otros nos han llevado a escándalos tan sonoros como los del Constitucional o los del Banco de España. El segundo sería la fuerza decisiva de las cámaras de representación, auténtico contrapoder del Ejecutivo en las democracias sólidas: suspenso. Aquí lo de las cámaras es una ceremonia de confusión donde las mayorías parlamentarias se convierten en arietes, cuya función no es debatir leyes, sino imponer decisiones del Ejecutivo. Cualquier comparación con las cámaras inglesas o el Senado norteamericano es una broma de mal gusto. Tercer mandamiento, no sacralizarás a los partidos por encima de sus militantes y menos por encima de sus votantes: suspenso mayúsculo. En España no prima la inteligencia o el liderazgo de los políticos, sino la apisonadora de poder de los partidos, cuyos aparatos deciden en función de insufribles sectarismos que propician la ascendencia hacia el poder de auténticos mediocres. Cuarto, serán transparentes las vías de financiación de los partidos, para clarificar qué lobbies influyen en según qué decisiones: muy deficiente. Aquí no hay un solo partido que tenga interés en hacer una ley de transparencia que evite cualquier mal pensamiento. Y el quinto y el sexto tienen que ver con la Casa Real: no se sacralizará a ningún funcionario del Estado, aunque sea el de nivel más alto, y no se tutelará obsesivamente la libertad de expresión al respecto. Suspenso y suspenso. España también suspende el séptimo, referido a los derechos de los pueblos, y el octavo y el noveno, referidos a la responsabilidad política, económica y penal, y que se resumen en el mandamiento mayor de toda democracia: quien la hace, la paga. Aquí se van de rositas, cobran una pasta, no dan explicaciones y se ríen de los juzgados. Y para acabar, el décimo, que asegura que a la gestión pública llegan los mejores. En este caso el suspenso rompe la tabla de valoración. España es una democracia a medias, adolescente, asustadiza e intervenida.

Por eso es un paraíso de arribistas.

17-VI-12, Pilar Rahola, lavanguardia