Aung San Suu Kyi recoge el Nobel de la Paz... 21 años después

Con 21 años de retraso, la líder opositora birmana Aung San Suu Kyi pronunció ayer en Oslo su largamente esperado discurso de recepción del premio Nobel de la Paz. Sin duda, “uno de los acontecimientos más remarcables en toda la historia de estos premios”, aseguró el presidente del Comité, Thorbjørn Jagland, al inicio de la ceremonia. Suu Kyi destacó la importancia que el galardón ha tenido estos años para el pueblo birmano, puesto que ha conseguido que su lucha por la libertad y la democracia no cayera en el olvido.

La opositora birmana fue premiada el 1991. Aun así, el arresto domiciliario a que la junta militar lo había sometido desde el 1989 le impidió ir a Noruega para recoger el galardón. En lugar suyo, fue su marido, Michael Aris, muerto de un cáncer en 1999, y sus hijos Alexander y Kim. Ahora, más de dos décadas después, la gradual apertura política que está viviendo el país le ha permitido viajar por primera vez al extranjero sin temor a verse forzada a quedarse en el exilio.

“Te hemos estado esperando durante mucho tiempo”, afirmó Jagland ante la menuda y delicada Suu Kyi, que este martes hará 67 años. Vestida de color violeta y con los cabellos recogidos con un adorno de flores, la tenaz opositora birmana rememoró las emociones vividas más de 20 años atrás, cuando una noche sintió por la radio que había ganado el premio.

En medio del aislamiento forzado en que se encontraba, este hecho la devolvió “otra vez el mundo”. “Restauró en mí el sentido de la realidad y lo que es más importante, atrajo la atención del mundo a la lucha por la democracia y los derechos humanos en Birmania –añadió–. No seríamos olvidados”.

Suu Kyi, que pasó un total de 15 años bajo arresto domiciliario entre el 1989 y su liberación definitiva a finales del 2010, se había negado a abandonar su país incluso en los breves periodos en que las autoridades le habían concedido la libertad por miedo que el régimen militar le impidiera volver. Esto hizo que no pudiera despedirse de su marido cuando cayó gravemente enfermo, aceptando este sacrificio como el precio personal que tenía que pagar para conseguir que algún día su gente lograra la libertad.

Después de rememorar este y otros episodios de su atribulada vida, Jagland destacó su “impresionante tenacidad, sacrificio y firmeza en los principios” que lo han traído a convertirse en “líder moral para el mundo entero”. El presidente del Comité Nobel noruego recordó otros galardonados, como Carl von Ossietzky, Andrei Sàkharov y Lech Wallesa, que tampoco pudieron ir a Oslo por culpa de la opresión política. Jagland dedicó una mención especial a Liu Xiaobo, ganador del premio el 2010, a quién deseó “que no tenga que esperar tanto de tiempo” antes de recibir el galardón.

17-VI-12, G. Moreno, lavanguardia