Egipto tiene Presidente demoislamista (el Ejército, el poder)

La declaración constitucional emitida por el Consejo Supremo Militar el pasado día 17 limita sobremanera los poderes del nuevo presidente.

Leyes. El poder legislativo está en manos del Consejo Supremo Militar. El presidente puede oponerse, pero los militares pueden ignorar sus objeciones.

Gobierno. El presidente nombra a sus ministros y altos funcionarios como los gobernadores.

Nueva Constitución. La redacción depende de una asamblea supervisada por la Junta Militar, que tiene derecho de veto sobre cualquier artículo.

Declarar la guerra. Prerrogativa del presidente pero sólo con el visto bueno de los militares.

Fuerzas armadas. El jefe del Consejo Supremo Militar (y no el presidente) es el jefe del ejército y controla el presupuesto.

Seguridad. El presidente puede pedir la intervención del ejército para mantener el orden pero sólo tras recibir autorización de la Junta Militar.

26-VI-12, lavanguardia

Morsi llega al poder cuando los problemas de la grave situación económica, la inseguridad y la incertidumbre abruman a los egipcios. Con un Parlamento disuelto, con una Constitución que todavía hay que redactar, y con unas enmiendas impuestas por la Consejo Supremo Militar que reducen sus prerrogativas, no le va a ser fácil desmantelar la máxima autoridad, que sigue en manos de las fuerzas armadas.

Las negociaciones siguen en curso para encontrar un compromiso que permita un traspaso de poderes. A finales de mes, Morsi debe tomar posesión de su cargo en una solemne ceremonia en la que los militares tienen que dar por concluido su mandato provisional al frente del Estado. Se han emprendido contactos con dirigentes políticos que apoyan al presidente, como Mohamed el Baradei o el islamista independiente Abul Futuh, para formar un gobierno de unidad nacional.

Con una figura de presidente a la que se le han recortado importantes atribuciones, Morsi se expone a ser un jefe de Estado débil, al capricho de la voluntad de los generales que han dominado la república 70 años. Egipto cuenta con un presidente civil en un tiempo de gran inestabilidad. La cofradía, pragmática, tiene que encararse ante todo a las necesidades urgentes de su población antes de comenzar a imponer sus controvertidas normas de legislación islámica, muy temidas sobre todo por la minoría copta, que votó a Shafiq...

Por vez primera la República de Egipto tiene un presidente civil: Mohamed Morsi, candidato del Partido Libertad y Justicia, engendrado por los Hermanos Musulmanes, que con 13,2 millones de votos (51,7%) ha ganado estas históricas elecciones. Su rival, el general Ahmed Shafiq, el hombre que representaba la continuidad del régimen militar, obtuvo 12,3. De ser elegido, hubiese sido el quinto jefe de Estado militar –tras Naguib, Naser, Sadat y Mubarak– de esta república establecida por el ejército en 1952 y acusadamente presidencialista.

Las primaveras árabes se han convertido en primaveras islámicas. El éxito de los Hermanos Musulmanes es resultado de un paciente esfuerzo político –“ejerce la paciencia como la misma tierra”, dice la Biblia– que la poderosa organización integrista musulmana inició hace siete décadas bajo la dictadura militar, al principio populista y con su peculiar socialismo árabe, más tarde con tendencia a la apertura económica liberal, y al final hacia el capitalismo salvaje y especulador. Ha sido, además, fruto adulterado de las jornadas revolucionarias de la plaza Tahrir, en las que inicialmente reformistas laicos compartían con islamistas su voluntad de derrocar al rais Mubarak, y de un progresivo fenómeno de islamización de la sociedad egipcia que va a la par con otra acusada tendencia a la occidentalización.

En su primer discurso, Morsi con un estilo sencillo, quiso dirigirse a toda la nación de Egipto –“a mi pueblo, a mi familia, a mi tribu, a los musulmanes y cristianos”–, evocando ante todo a los mártires de la revolución, asegurando que su sangre no se derramó en vano. Se refirió con respeto a las fuerzas armadas, a la policía y al poder judicial. Enumerando ciudades y pueblos, afirmó que era el presidente de todos los egipcios, que haría todo lo posible para consolidar la nación y darle estabilidad y prosperidad. Aseguró también que Egipto respetará “todos los acuerdos y convenios internacionales”.

Morsi no fue durante la campaña un candidato carismático. En tanto que secretario del Partido Libertad y Justicia fue designado para reemplazar al anterior candidato de la cofradía, Jairat Shater, excluido por la comisión electoral junto con otros candidatos. Morsi fue diputado parlamentario en el 2005, cuando la cofradía consiguió un buen número de escaños, pero hasta su designación como candidato presidencial era poco popular. Nacido hace 60 años en Sharqia, en el delta del Nilo, estudió Ingeniería en la Universidad de El Cairo y se doctoró en EE.UU., en cuya Universidad de Carolina del Sur enseñó varios años. A su regreso continuó la labor docente en Egipto hasta que, después de la caída de Mubarak, fue nombrado para dirigir el nuevo partido. En sus primeras declaraciones aseguró entonces que sería “un partido civil con fundamentos musulmanes”. “Los partidos teocráticos pertenecen a la edad media”, dijo.

La Casa Blanca felicitó ayer a Morsi y “al pueblo egipcio por el hito en su transición hacia la democracia”, pero también llamó al país a seguir siendo “un pilar de la paz, de la seguridad y la estabilidad en la región”. También Israel reaccionó con cautela. “Israel valora el proceso democrático en Egipto y respeta los resultados electorales –dijo Netanyahu en una breve nota–. Israel espera seguir la cooperación con la administración egipcia sobre la base del acuerdo de paz, que es de interés para ambos pueblos y contribuye a la estabilidad regional”.

25-VI-12, T. Alcoverro, lavanguardia