"Un show de sombras chinas ", Ian Buruma
Corren tiempos interesantes en China. Un veterano funcionario del Partido Comunista, Bo Xilai, ha sido destituido (acusado de delitos que incluyen pinchar los teléfonos de otros líderes del partido, entre ellos el presidente Hu Jintao); mientras tanto, su esposa está siendo investigada por su presunta implicación en el posible asesinato de un hombre de negocios británico. Al mismo tiempo, un activista de derechos humanos ciego huye de su arresto domiciliario ilegal, encuentra refugio en la embajada de los Estados Unidos en Beijing y no deja el lugar hasta que recibe informes de que las autoridades chinas han amenazado a su familia en su pueblo de origen.
A pesar de la amplia cobertura que estos acontecimientos han recibido en la prensa, es notable lo poco que sabemos en realidad. Respecto del hombre de negocios británico, se presume que su cadáver fue cremado sin autopsia. De las historias siniestras que se cuentan de la esposa de Bo, ninguna está comprobada. Y las razones de la desgracia política de su marido todavía son, por decir algo, confusas.
Es habitual que las cosas se pongan interesantes en China antes de cada Asamblea Popular Nacional, que es cuando se designa a la siguiente generación de líderes del Partido. En la mayoría de las democracias, el relevo del liderazgo es un proceso relativamente transparente, que se deriva de las elecciones nacionales. Por supuesto que también las democracias abiertas tienen su cuota de manipulaciones secretas y negociaciones lejos de miradas indiscretas (especialmente en países del Extremo Oriente como Japón).
Pero en China, todo pasa en secreto. Como no se puede desplazar a los líderes por medio de elecciones, los conflictos políticos se deben resolver de algún otro modo, y a veces, eso implica dar deliberadamente espectáculos públicos.
Sin duda, la desgracia de Bo, ex líder del Partido en Chongqing, entra en esta categoría. Bo era un populista carismático y apuesto, miembro de la élite del Partido desde su nacimiento y con reputación de funcionario duro, cuyos métodos para combatir al crimen organizado (y a otras personas que se le interpusieran en el camino) a menudo no obedecían límites legales. El ex jefe de la policía de Bo, presuntamente encargado de hacer el trabajo sucio, dejó al Partido en posición complicada al huir en febrero al consulado de Estados Unidos en Chengdu tras enemistarse con su jefe. Bo es un nostálgico de la retórica maoísta, pero eso no le impide ser visiblemente rico. La prensa describió con lujo de detalles el costoso estilo de vida que lleva su hijo como estudiante en Oxford y Harvard.
En otras palabras, Bo reunía todas las características propias de un jefe pandillero: era corrupto, implacable con sus enemigos y mostraba un total desprecio por la ley, pero se presentaba a sí mismo como un moralista. Sin embargo, lo mismo se podría decir de la mayor parte de los líderes del Partido en China. Todos tienen más dinero del que su sueldo oficial puede explicar. La mayoría tiene hijos estudiando en costosas universidades británicas o estadounidenses. Todos se conducen como si las leyes que rigen para los ciudadanos normales no fueran para ellos.
Pero con Bo, la diferencia era que no ocultaba su ambición. Tanto los jerarcas del Partido en China como los políticos japoneses (o, por qué no, los padrinos de la Mafia) deben ser discretos en sus ansias de poder. Pero el comportamiento de Bo era más afín al de un político estadounidense. Le gustaba mostrar su poder en público. Eso bastó para generar el malestar de otros líderes del Partido.
Puesto que la rivalidad entre facciones del Partido no se puede resolver en forma discreta, algunos de sus colegas consideraron que era momento de dejar partir a Bo. Tanto en China como en Japón, la forma en que los jerarcas partidarios se libran de rivales irritantes consiste en tumbarlos a través de escándalos públicos que se filtran a una prensa obediente, que a su vez se encarga de avivar las llamas.
En China, los escándalos públicos suelen incluir la aparición de una esposa inmoral. Cuando en tiempos de la Revolución Cultural, Mao Zedong purgó al jefe más veterano del Partido, Liu Shaoqi, la esposa de Liu fue paseada por las calles con pelotas de ping pong alrededor del cuello, como símbolo de inmoralidad decadente y extravagancia. Después de la muerte del propio Mao, su esposa Jiang Qing fue arrestada y presentada como una versión china de Lady Macbeth. Es posible que las acusaciones de asesinato contra la esposa de Bo, Gu Kailai, sean parte del mismo tipo de espectáculo político.
De hecho, en su caída en desgracia, Bo no solamente arrastró consigo a su esposa, sino también a toda su familia, otra tradición en China. La familia es responsable por los delitos de uno de sus miembros: si esa persona cae, lo mismo les pasará a ellos. Pero cuando está en ascenso, los familiares se benefician; esto es lo que les sucedió a muchos de los parientes de Bo y a su esposa, que hicieron buenos negocios mientras él mantuvo el poder.
Se ha especulado mucho acerca de las consecuencias que pueden traer la caída de Bo y el audaz escape del activista de derechos humanos, Chen Guangcheng, tras 18 meses de arresto domiciliario. ¿Será que su huída a la embajada estadounidense llevará a los líderes chinos a endurecer su postura? ¿Forzará a Estados Unidos a ser más exigente en relación con los derechos humanos en China? Y en tal caso, ¿qué vendrá después?
Bo se presentaba a sí mismo como un populista crítico del moderno capitalismo chino y como un autoritarista promotor de la ética maoísta, de modo que sus enemigos naturales dentro de la conducción del Partido deberían ser los jerarcas más “liberales”, los que propugnan el capitalismo de libre mercado e incluso tal vez algunas reformas políticas. El líder de esta facción parece ser el actual premier, Wen Jiabao, quien ha dado discursos a favor de las reformas democráticas y ha sido abiertamente crítico de Bo. A Wen, Chen le pidió que investigara los maltratos a los que fueron sometidos él y su familia.
En definitiva, ¿la caída de Bo conducirá a una sociedad más abierta y menos hostil respecto de las voces disidentes? Es posible que los comunistas chinos partidarios de una mayor liberalización económica también sean más receptivos respecto de una sociedad más abierta. Pero también puede ser al revés: cuanto más amplias sean las disparidades en la distribución de la riqueza y más gente proteste contra la desigualdad económica, mayor la fuerza con que el régimen suprimirá a los disidentes.
El motivo de esa represión no será proteger al comunismo (por no hablar de lo poco que queda de maoísmo). Por el contrario, se trata de proteger la variante de capitalismo impulsada por el Partido Comunista de China. Tal vez fue por eso que había que derribar a Bo; y sin duda, explica por qué disidentes como Chen, lo mismo que su familia, deben sufrir tanto que en su desesperación no les queda otra opción que refugiarse en una embajada extranjera.
Traducción: Esteban Flamini
22-VI-12, Ian Buruma, lavanguardia