"¿Fútbol o circo?", Pilar Rahola

Ciertamente la tentación política del pan y circo se ha mantenido inalterable al paso de los siglos, y continúa siendo la principal baza en tiempos de carestía. Lo cual no significa que el circo actual, es decir el fútbol, no sea un deporte bello, audaz, capaz de generar poderosa sinergias sentimentales. Disfrutar con ese deporte de estrategias e ingenio forma parte del sentido lúdico del ser humano, y no tengo nada en contra. Pero cuando ese divertimento se convierte en una poderosa cortina de humo para atontar conciencias, entonces la cosa es menos simpática.

Y para muestra, el botón de los muchos comentarios periodísticos que han asegurado que la selección derrota a la prima de riesgo o vence a la crisis o cualquier otra estupidez. Pero el ejemplo paradigmático nace de la propia política, cuando el presidente de un país al borde del abismo llega a decir que nosotros nos divertamos, que "yo ando con mis líos europeos y mis cosas...". Y luego añade que ahora somos más felices. Sin querer ofender, me ha recordado el famoso consejo de Franco: "Haga usted como yo y no se meta en política". Mientras tanto, llegamos a la delicada cifra de 4.615.269 parados, pero como estamos felices con Xavi y el resto de genios de la pelota, no tenemos de qué preocuparnos. Ya está Rajoy ocupándose de "sus líos" europeos... Y así, como el fútbol es el circo romano, el Estado se apresta a perdonar deudas millonarias a Hacienda o a la Seguridad Social de los clubs deportivos, mira hacia otro lado cuando el reyecito Villar ofrece "medidas de gracia" a los violentos del juego y permite que los jugadores de la selección tengan la prima más alta de los europeos.

¿Cómo es posible que consideremos normal que cobren primas como los alemanes y que, hasta hace poco, ni tan solo tributaran? Lo consideramos normal porque el fútbol lo digiere todo, y cuántas más dificultades tiene un país, más resistente es su estómago futbolístico.

Por cierto, la idea de la web Change.org para que los jugadores donen la prima a fines sociales (como han hecho los italianos) me parece una linda iniciativa, aunque es una lástima que no haya salido de los propios jugadores. Pero más allá de ello, lo cierto es que resulta preocupante la facilidad con que un país pasa de la depresión al orgasmo, sólo porque se ha conquistado una copa.

Me parecería bien, si con la copa hubiéramos salido de la crisis. Pero si la copa sirve para taparla, atontar al personal y vender patriotismo barato, entonces estamos peor que los romanos. Ellos daban pan y circo. Aquí nos quedamos sólo con el circo.

4-VII-12, Pilar Rahola, lavanguardia