Pussy Riot, el postpunk femenino de Voiná contra Putin
Feministas y transgresoras, las rockeras de la banda punk Pussy Riot han entrado en la batalla política de Rusia con escándalo. Conocidas por sus pasamontañas de llamativos colores, en enero cobraron notoriedad cuando en medio de la plaza Roja de Moscú improvisaron un concierto políticamente incorrecto. A pocas semanas de las elecciones presidenciales del pasado día 4, antes de ser desalojadas, pudieron cantar temas con títulos tan llamativos como Putin moja los pantalones, en referencia al que iba a ser el próximo presidente del país.
Fue una de las apariciones del grupo que desde su creación, en octubre pasado, se presenta de forma inesperada en espacios públicos para entonar canciones contra el Gobierno. Para sus críticos, el grupo sólo intenta alcanzar popularidad utilizando el insulto y la blasfemia.
El 21 de febrero, varias chicas con máscaras fluorescentes, vestidos cortos y leotardos de colores aparecieron de repente frente al altar de la catedral de Cristo Salvador, el templo más grande de Moscú. Volvían a ser las Pussy Riot, que en cinco minutos montaron un espectáculo. Según ellas, se trataba de una "plegaria punk", llamada Santa Virgen y Madre, echa a Putin.
El 3 de marzo, la policía detuvo a Nadezhda Tolokónnikova y María Aliójina. Están acusadas de "actos de gamberrismo premeditado basado en el odio religioso" y se enfrentan a una condena que podría acarrear hasta siete años de prisión. El viernes pasado el juez que investiga los hechos determinó también el arresto de Irina Lokteva.
El último concierto de las Pussy Riot (pussy es coño en inglés y riot, disturbio) ha dividido estos días a la sociedad rusa. La opinión pública próxima al Kremlin las ha atacado. La Iglesia ortodoxa se divide entre los que condenan a las chicas y los que piden el perdón de estas infieles.
La oposición y el movimiento ciudadano Por unas Elecciones Libres, que en estos meses ha organizado las mayores protestas desde que Putin llegó al poder en el año 2000, ha acogido a las rockeras en su seno. Para ellos, la detención de las jóvenes es otro indicio de la represión del poder contra todo signo de discrepancia. En las dos últimas manifestaciones en Moscú, las de los pasados días 10 y 17, numerosos carteles y discursos hicieron referencia a su liberación.
Uno de los líderes del movimiento, el abogado y bloguero Alexéi Navalni, argumentó que su actuación fue una "tontería" pero que no son personas peligrosas. Tras su detención, la oposición organizó un piquete de una persona, por turnos, delante del Ministerio del Interior, donde estaban retenidas Tolokónnikova y Aliójina.
El trato dado a las integrantes del grupo punk y, sobre todo, la pena que se les podría aplicar parecen desproporcionados. El Defensor del Pueblo ruso, Vladímir Lukín, les ha mostrado su apoyo y ha dicho que la detención de las jóvenes no es razonable.
Un grupo de creyentes ortodoxos ha pedido gracia para ellas y ha recogido cuatrocientas firmas para pedir al patriarca Kiril su intercesión. La Iglesia ortodoxa ha condenado la actuación de la banda en un lugar sagrado y ha pedido que sea castigada, aunque no en exceso. El arcipreste Vladímir Viguilanski, responsable de prensa del Patriarcado de Moscú, cree que el arresto es demasiado duro. "Espero que no haya limitación de libertad. Es suficiente una pena pecuniaria para que la próxima vez reflexionen sobre cómo hay que comportarse en lugares públicos".
De hecho, la opinión de la jerarquía ortodoxa es que no se trata de un ataque contra los cristianos, sino contra el Estado o contra la sociedad. Uno de los líderes de la comunidad musulmana rusa, Muhamedgali Juzin, ha propuesto trabajos comunitarios para pagar el mal causado. "Mientras tus manos están ocupadas con trabajos mecánicos, por ejemplo recogiendo desperdicios de las calles de Moscú, tu cabeza puede llenarse de ideas útiles. Y tal vez esa sea la forma de vaciarla de basura", dijo a la agencia Interfax.
Una de las tres detenidas, Nadezhda Tolokónnikova, parece que es la líder de la banda de rock punk más famosa hoy en Rusia. Ella y su marido, Piotr Verzílov, forman parte también del grupo de arte alternativo Voiná (guerra, en ruso), conocido por sus provocativas puestas en escena, protestas callejeras que mezclan sexo, política y poder. En el 2010, el grupo pintó un enorme falo de 65 metros en un puente levadizo de San Petersburgo, que al levantarse quedaba justo enfrente de la sede de los Servicios Secretos Rusos (FSB, herederos del KGB), los mismos que dirigió Putin.
19-III-12, G. Aragonés, lavanguardia