"La sinceridad de Àlex Fàbregas", Francesc-Marc Álvaro

El jugador de hockey sobre hierba Àlex Fàbregas, deportista del Real Club de Polo de Barcelona y uno de los dieciséis catalanes que integran la selección española que estos días compite en los Juegos Olímpicos, ha tenido que cerrar su cuenta de Twitter después de recibir más de dos mil mensajes insultantes o amenazadores a raíz de una entrevista en el diario Ara.

Al parecer, lo que más ha ofendido a ciertas personas es que Fàbregas explicara con total sinceridad (y de una forma tranquila) la diferencia entre competir bajo la bandera española y sentirse más o menos español: "Juego con España -explica- porque es con quien me toca jugar, no tengo otra opción. Mi sentimiento es catalán, no siento lo mismo escuchando el himno español que Els segadors". Fàbregas es especialmente claro cuando añade: "Me lo tomo como un trabajo". Y, en esta línea, también comenta que ni él ni sus compañeros están pendientes del himno español cuando suena, se concentran en lo que deberán hacer y repasan la táctica. La frase que resume su actitud es una herejía insoportable en la moderna democracia española: "En ningún momento juego pensando que lo hago para España". ¿Mercenario? ¿Desagradecido? No, peor todavía: un catalán al que le basta esta identidad para ir por el mundo. La anomalía que ni Franco extirpó. El imperativo legal no es suficiente, España también exige amor.

Los que se han calentado con estas palabras deberían tener más en cuenta que Fàbregas hace muy bien su trabajo. Y gracias a su eficacia y a la de sus compañeros (la mayoría catalanes, hay que repetirlo) España consiguió la medalla de plata en los Juegos de Pekín. Todo esto pesa poco entre cierta opinión. Este deportista ha osado ser sincero y ha dicho en voz alta lo que piensan muchos catalanes. Ha roto el gran tabú y ha puesto en evidencia que los sentimientos no pueden ser regulados por ninguna constitución ni ningún código penal. Hay quien quiere también la jaula mental.

Pero la catalanofobia rabiosa desatada contra Fàbregas no es la noticia, eso cada día lo notamos. Lo es la enorme sinceridad de este olímpico sobre uno de los asuntos que muchos deportistas catalanes prefieren no tratar en público. ¿Por qué Fàbregas ha elegido este momento para ser tan sincero? Este es el asunto que debería ocupar a las autoridades de Madrid (no sólo deportivas) y que debería hacer reflexionar a los patriotas españoles de buena fe que -supongo- no comparten las reacciones extremistas.

No me parece que Fàbregas quiera ser ningún héroe ni busque el protagonismo fácil. Sólo ha hablado con normalidad de un hecho completamente normal. Como se decía hace unos años, se ha limitado a hacer oficial lo que es real. ¿A quién le da miedo hoy la modesta verdad?

8-VIII-12, Francesc-Marc Álvaro, lavanguardia