tensión entre Corea del Sur y Japón por las islas Dokdo / Takeshima

El presidente de Corea del Sur, Lee Myung Bak, se personó ayer en los islotes Dokod, un territorio en disputa con Japón –aunque administrado por Seúl desde 1954–, provocando una crisis diplomática con Tokio que se tradujo enseguida en una demanda de explicaciones al embajador surcoreano y la llamada a consultas del embajador nipón en Seúl.

Es la primera vez que un presidente surcoreano visita estos islotes prácticamente deshabitados, y todo apunta a motivos políticos internos. Sin embargo, el rifirrafe con Japón a cuenta de unas rocas en medio del mar no hace sino empeorar unas relaciones bilaterales que no van precisamente por el mejor camino. Los islotes, que los surcoreanos llaman Dokdo y los japoneses llaman Takeshima, son dos peñascos escarpados, con algunas rocas que emergen del agua alrededor, y tienen una superficie total de 18,7 hectáreas. Se encuentran a 87 kilómetros del territorio de Corea del Sur más próximo, la isla de Ulleung, y a 158 kilómetros de las costas de Japón. Tan sólo los habitan una pareja de ancianos y un pequeño contingente de guardacostas surcoreanos que se releva cada año.

Hay riqueza pesquera en la zona y reservas de gas natural, quizás petróleo, según el Gobierno de Seúl. Lee Myung Bak se presentó en Dokdo a las dos menos cuarto de la tarde, anunció un funcionario de Ulleung, que administra el minúsculo archipiélago. Previamente hubo un despliegue aeronaval de vigilancia ante la visita presidencial.

Lee se hizo fotografiar y grabar por televisión ante la bandera surcoreana pintada sobre cemento y ante una inscripción en una piedra que viene a decir que todo esto pertenece a Corea del Sur. Pero no se comunicó ninguna declaración por parte del presidente más allá de que “Dokdo es territorio nuestro y debemos guardarlo celosamente”. Se sabe desde el año pasado que Seúl piensa gastar en el 2013 cerca de 300 millones de euros en construir un rompeolas, una planta eléctrica, un observatorio submarino y un túnel. La reacción japonesa no se hizo esperar.

El primer ministro, Yoshihiko Noda, convocó una conferencia de prensa para denunciar lo que considera una visita “extremadamente deplorable”. El ministro de Asuntos Exteriores, Koichiro Gemba, habló durante un cuarto de hora con su homólogo surcoreano, Kim Sung Hwan. Sobre la visita de Lee, Gemba declaró más tarde: “Tendrá un gran efecto negativo sobre el sentimiento de nuestro pueblo hacia la República de Corea”. Japón “no tiene otra opción que tomar medidas apropiadas de respuesta”, añadió sin precisar más. El Gobierno japonés, a través del secretario del gabinete, Osamu Fujimura, había avisado por la mañana, horas antes de la llegada del presidente surcoreano a las islas, de que su visita sería “muy desafortunada y extremadamente lamentable”. “No debería haber nada de raro en que un líder nacional visite su propio territorio”, replicó un alto funcionario surcoreano.

La disputa sobre Dokdo-Takeshima tuvo su momento más tenso en abril del 2006, cuando buques guardacostas surcoreanos se pusieron en alerta para impedir una supuesta incursión de guardacostas japoneses. El año pasado, Seúl impidió entrar en el país a tres diputados conservadores japoneses al saber que tenían pensado acercarse a los islotes. El anuncio de unas maniobras aeronavales de Corea del Sur previstas para el próximo 20 de agosto, con una decena de barcos y cazabombarderos F-15, no pone ahora las cosas mejor. Los territorios de relativo valor estratégico en disputa durante largos años (el islote de Perejil, en el caso de España y Marruecos, o la isla de las Serpientes, en el de Rumanía y Ucrania, por ejemplo) suelen emerger oportunamente en política.

Así, en Seúl y en Tokio se entiende que Lee Myung Bak trata de dar impulso a su Partido de la Nueva Frontera ante las elecciones presidenciales del próximo mes de diciembre. Lee está acabando su mandato y no puede ya presentarse a la reelección, pero su caída de popularidad por escánda dalos de corrupción que implican a su familia y sus colaboradores perjudica a su formación política conservadora. “Tiene problemas y debe hacer alguna exhibición para demostrar su competencia, por él mismo y por el futuro candidato de su partido”, opina Kuni Miyake, director del Instituto Canon de Estudios Globales, en Tokio.

El Gobierno nipón, aunque consciente de los motivos de Lee, no puede permitirse quedarse en silencio porque tiene otros contenciosos territoriales: los islotes Diaoyu, en el mar del sur de China, y las islas Kuriles, entre Japón y Rusia, territorio ruso desde la II Guerra Mundial. Lee Myung Bak ha elegido el momento para ir a los islotes Dokdo. El 15 de agosto es el aniversario de la capitulación de Japón, en 1945, que puso fin a 35 años de ocupación colonial nipona en Corea del Sur.

Entre ambos países, a pesar de su boyante relación comercial y de que son aliados en el contencioso con Corea del Norte, sigue habiendo mar de fondo en abundancia. En Corea del Sur queda aún resentimiento por los métodos brutales de la colonia, y especialmente porque Japón no ha pagado todas las indemnizaciones individuales a las víctimas –o sus descendientes– de explotación sexual. Miles de mujeres surcoreanas fueron utilizadas como esclavas sexuales de las tropas. Pero Tokio sostiene que con los tratados de posguerra quedaba liquidado el asunto. El año pasado, unos activistas plantaron ante la embajada japonesa en Seúl una estatua de una joven en representación de aquellas víctimas.

Esta tensión siempre latente habría dado al traste, hace un par de meses, con el primer acuerdo de colaboración militar entre Corea del Sur y Japón. Se trataba de un pacto de intercambio de información de inteligencia, y el ministro surcoreano de Defensa, Kim Kwan Jin, tenía que viajar a Tokio para firmarlo. Fuentes militares explicaron que el acuerdo se suspendía por “los sentimientos del público” surcoreano. En este ambiente, mañana Japón y Corea del Sur se van a disputar la medalla de bronce en el torneo olímpico de fútbol.

11-VIII-12, agcs/red, lavanguardia