la energía nuclear, una inversión de riesgo

Cuatro países (Bélgica, Alemania, Suiza y Taiwán) han anunciado que abandonarían el uso de la energía nuclear para generar electricidad. Tras el accidente de Fukushima, Angela Merkel cerró en Alemania las ocho centrales más antiguas y organizó el cierre de las restantes para el 2022.

Además, cinco países (Italia, Egipto, Jordania, Kuwait y Tailandia) han tomado la decisión de no iniciar o de no recuperar sus planes nucleares. Y en diversos países se ha dado tanto el abandono en la construcción de algunos reactores (Bulgaria o Japón) como la cancelación de proyectos (Brasil, Francia, India y Estados Unidos).

Ahora, en todo el mundo hay 59 reactores en construcción, pero el 80% están en China (26), Rusia (10), India (7) y Corea de Sur (3), dadas sus necesidades de abastecimiento energético. En la UE hay cuatro centrales en fase de construcción: Eslovaquia (2), Finlandia (1) y Francia (1). Sin embargo, 18 centrales experimentan retrasos de varios años, mientras que los restantes 41 proyectos se iniciaron en los últimos cinco años o aún no tienen fecha para la puesta en marcha.

El retraso mas grande lo tiene la planta norteamericana de Watts-Bar-2 (Tennessee). Su construcción se inició en 1973; su conexión con la red estaba previstas para el año 2012, pero se ha retrasado otra vez hasta finales del 2015 o el 2016.

En teoría, hay un grupo de candidatos a incorporar nuevos reactores (Bangladesh, Bielorrusia, Indonesia, Jordania, Polonia, Arabia Saudí, Turquía, Emiratos Árabes y Vietnam); pero los proyectos se han visto frenados por las restricciones financieras o la oposición popular, especialmente tras el accidente de Fukushima. Y, además, deben afrontar grandes retos: condiciones naturales particulares adversas (riesgo de seísmo o inundaciones o falta de agua para refrigerar los reactores), la implantación de energías renovables o la utilización del gas natural, menos costoso y más fácil de implantar.

Pero el implacable enemigo de la energía nuclear no está siendo el síndrome del Chernóbil o de Fukushima, sino la retirada de los inversores. Los proyectos no resultan competitivos y los costes que deben soportar los reactores europeos de nueva factura (el modelo francés EPR) se han multiplicado por cuatro, dice Mycle Schneider. En el 2003, el gobierno galo estimó que el coste de construcción sería de 1,043 euros por kilovatio hora instalado, pero el Tribunal de Cuentas francés publicó a principios de este año que se han incrementado a 3,7 euros por kWh instalado.

La construcción de la central finlandesa de Olkiluoto 3, con diseño francés, lleva ya cinco años de retraso (fallos en los componentes y dificultades de diseño) y su coste se situará entre 6.000 y 6.600 millones de euros, o sea, entre el 100% y el 120% por encima del presupuesto. El proyecto equivalente francés, el Flamanville 3, también acumula demoras.

Altos costes, plazos prolongados e inversiones desbordadas hacen que "la industria nuclear sea percibida por muchas instituciones financieras como inversiones de más alto riego que otras fuentes de generación eléctrica, particularmente el gas". Esta percepción de riesgo es clave, pues puede conducir a una mayor tasa del interés que deben asumir los promotores para obtener préstamos.

En los últimos cinco años, las agencia de calificación Standard and Poor's rebajó la calificación crediticia de dos tercios de las compañías eléctricas de energía nuclear estudiadas. Su bajada en la bolsa ha sido generalizada. Tepco, propietaria de la devastada central de Fukushima, perdió el 96% de su valor en la bolsa desde el año 2007, y fue nacionalizada. Las acciones de la compañía francesa EDF perdieron el 82% de su valor; y las de la mayor constructora nuclear de mundo, la compañía estatal francesa Areva, perdieron el 88%.

El sector ve como principal motivo de esperanza la decisión, tomada el pasado mes de febrero por la Comisión Reguladora Nuclear de EE.UU., de autorizar, por primera vez en 33 años, una nueva planta en Vogtle (Georgia), que entraría en funcionamiento en el 2016. Sin embargo, el futuro de esta industria puede decidirse en el Reino Unido, que prevé construir siete centrales a partir del 2018 (más de 18.000 MW). Sin embargo, el anuncio de los gigantes alemanes (RWE y E.ON) de retirarse del consorcio Horizon para construir nuevas centrales en Gales ha sido un duro revés. El sector apuesta por prorrogar el funcionamiento de las centrales. En EE.UU., 72 de las 104 plantas habían conseguido la prórroga hasta los 60 años.

La situación de la energía nuclear está estabilizada en las últimas dos décadas, mientras que en paralelo el desarrollo de las energías renovables ha continuado creciendo. La potencia nuclear instalada acumulada ha aumentado en la última década 6 GW. En cambio, la energía eólica acumuló 221 GW, una cantidad 37 veces superior.

15-VIII-12, A. Cerrillo, lavanguardia