relación Cataluña-España: la hora de la Política (con mayúscula)

+ 11 de septiembre: Diada Nacional catalana
+ mandato del Parlamento de Cataluña para un "pacto fiscal". ¿Y ahora qué?

La multitudinaria manifestación de ayer por las calles de Barcelona, y que se convertido en la más importante de la historia de Catalunya, abre una nueva época y zanja de manera abrupta el periodo de la transición a la democracia y a la autonomía iniciado en 1977. Algo más de una década de importantes desencuentros de los diferentes gobiernos catalanes con los inquilinos de la Moncloa, que se inició con la segunda legislatura de Aznar en el año 2000 y prosiguió con los dos mandatos de Rodríguez Zapatero, ha desembocado en una situación en que las demandas de la calle han superado a la propia clase política. Rajoy, en peores circunstancias que sus antecesores, no lo ha mejorado, pero habrá que esperar a su respuesta oficial sobre el pacto fiscal a Artur Mas el próximo día 20 para fijar una posición definitiva. Es muy probable que en los próximos meses veamos posicionamientos políticos nuevos tras el lógico vuelco que debe producirse tras la jornada de ayer. No es baladí que 1,5 millones de personas de tendencias ideológicas muy diferentes y de adscripciones políticas muy dispares se situaran detrás de una pancarta por un nuevo Estado en Europa y corearan reiteradamente eslóganes a favor de la independencia de Catalunya. Habrá quien en España no quiera darse por enterado, tienda a rebajar la importancia de lo que ayer sucedió y apueste por seguir haciendo oídos sordos a las reivindicaciones que se formulan desde Catalunya. No deja de ser llamativo que lo que para la BBC era la primera noticia de su edición digital, a la misma hora para TVE fuera la quinta noticia de la segunda edición del Telediario. Y así vamos.

Impresionados por la descomunal respuesta de los ciudadanos de Cataluña en la calle, la prensa internacional se pregunta: y ahora qué? De hecho, no son sólo los corresponsales de medio mundo quienes se interrogan sobre el futuro del país, sino igualmente muchos de los catalanes que se manifestaron de forma agobiante. La respuesta sería: la convocatoria de la Fiesta fue de la sociedad civil y ahora les toca dar soluciones a los políticos, por más que tengamos el temor que no estén a la altura de las circunstancias en esta hora extraordinariamente compleja. La Asamblea Nacional Catalana ha resaltado que el gentío de ayer tiene que sumarse como independentista, porque la pancarta que lo agrupaba ofrecía pocas dudas, pero no es menos cierto que muchos ciudadanos salieron para expresar la voluntad (y necesidad) de un nuevo marco fiscal y de una soberanía más amplia.

Escribía el columnista del Financial Times que, para mantener los catalanes dentro de España, Madrid los tendría que ofrecer un acuerdo similar al de los vascos, que tan buenos resultados les ha dado. El analista añadía que, desgraciadamente, esto era poco probable, por más que Artur Mas se empecine en conseguirlo por las buenas, antes de “entrar en terrenos desconocidos.” David Gardner, que así se llama el autor del artículo, no es un radical, ni uno de insensato, ni un filocatalanista. En absoluto. Es un observador de la realidad que entiende que la cuota de solidaridad que se le exige a Cataluña la está empobreciendo hasta el punto que no le queda ningún otro remedio que plantarse de una vez por todas.

Alicia Sánchez Camacho, presidenta del PPC, concedió este mes de agosto una entrevista al País donde reconocía que a los catalanes se los está exigiendo demasiado y proponía establecer un límite en la solidaridad, como existe, por ejemplo, en Alemania, donde está previsto constitucionalmente que un land no pueda empobrecerse en beneficio de la fraternidad nacional. No sé si Sánchez Camacho habrá convencido de esta tesis a Mariano Rajoy durante el verano, pero sería un buen punto de partida para las conversaciones que el presidente del Gobierno y el de la Generalitat mantendrán el próximo día 20 en el palacio de la Moncloa, con el pacto fiscal como materia de debate.

Es evidente que no será una reunión fácil. Especialmente para Rajoy, que tiene a los halcones de su partido muy tensos, una parte de la prensa de Madrid encendida y sus colegas europeos vigilantes de todo el que sucede en España. Pero el presidente español no puede sacarse de encima a Artur Mas con frases dilatarias cómo “ahora no toca” o “de esto ya hablaremos más adelante”. La Fiesta de ayer no es una anécdota más, que nadie se engañe. El mensaje de la calle no ofrece ningún tipo de duda. El sentido de la responsabilidad obliga a moverse. Es la hora de la política con mayúsculas, porque la sociedad se ha expresado claramente y quiere respuestas, no golpecitos en la espalda.

12-IX-12, J. Antich & M. Carol, lavanguardia