el radical Matteo Mecacci, coordinador OSCE, denuncia las elecciones en Bielorrusia
Las elecciones parlamentarias del domingo en Bielorrusia no fueron “ni libres ni justas”, denunciaron ayer los observadores de la Organización par la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE). Su coordinador, Matteo Mecacci, dijo que “la gente no fue libre para hablar, organizarse y competir”. Como en el 2008, ni un solo político opositor logró entrar en la Asamblea. Ésta ha sido copada por los cinco partidos que apoyan al presidente Alexánder Lukashenko.
La república exsoviética de Bielorrusia celebró ayer las elecciones parlamentarias más tranquilas y silenciosas de su historia. Los principales partidos de la oposición se negaron a participar en lo que consideran un drama ya escrito por el presidente del país, Alexánder Lukashenko, quien desde las presidenciales del 2010 ha reprimido a las voces críticas con su poder. Un país con nueve millones y medio de habitantes renovó ayer una Asamblea compuesta por 110 diputados.
Irse de pesca, recoger setas o preparar una sopa de remolacha eran ayer mejores ocupaciones que ir a votar, según la oposición. “Es nuestra reacción a unas seudoelecciones para elegir a un Parlamento falso”, explicó Anatoli Lebedko, líder del Partido Cívico Unificado, que una semana antes retiró a sus candidatos de las elecciones. La otra formación que boicoteó los comicios fue el Frente Popular de Bielorrusia. Estos son los dos partidos más importantes de la oposición bielorrusa, y antes del boicot tenían, entre ambos, 65 candidatos.
“La situación es totalmente absurda, y Lukashenko ni siquiera se preocupa de crear una fachada democrática”, dijo Vitali Rimashevski, uno de los candidatos a la presidencia del país en el 2010.
El 19 de diciembre del 2010 Alexánder Lukashenko, que gobierna el país desde 1994, ganó las elecciones con casi el 80% de los votos. Esa desmesura provocó masivas manifestaciones. Varios miles de personas salieron a las calles de Minsk, la capital bielorrusa, pero fueron dispersados a la fuerza por agentes antidisturbios. La policía detuvo a unas 700 personas. Once de esos detenidos todavía continúan hoy en prisión, incluido Nikolái Stankévich, uno de los rivales de Lukashenko en esas elecciones.
Lo sucedido desde entonces explica la apatía ante las elecciones de ayer. La oposición intentaba utilizar estas elecciones para recuperarse. Pero la máquina del poder creada por el régimen bielorruso no se lo ha permitido. El Partido Cívico Unificado denunció que sólo dos de sus candidatos pudieron acceder a la televisión. Además. la prensa estatal se ha negado a publicar sus programas electorales, aseguran.
Cinco partidos opositores dijeron ayer que las elecciones no han sido “ni limpias, ni transparentes, ni democráticas”. En el comunicado los representantes del Frente Nacional, del izquierdista Mundo Justo, del Partido Socialdemócrata, del movimiento Por
la Libertad y de la campaña ciudadana Di la Verdad, se dirigen a las organizaciones internacionales “para que endurezcan su política de presión sobre el Gobierno de Bielorrusia para poner fin a la represión política”.
Destacados líderes opositores, como Alexánder Milinkévich o Mijaíl Pashkévich, no pudieron registrarse como candidatos por irregularidades técnicas.
Tras los sucesos del 2010, Estados Unidos y la Unión Europea impusieron sanciones económicas a Bielorrusia y restringieron permisos y visados a miembros del Gobierno bielorruso.
Aunque las elecciones se celebraron ayer, un 26% de los electores depositaron sus votos en los cuatro días anteriores. Para la oposición, el voto anticipado es un elemento esencial del fraude electoral que practica el poder. Las urnas donde se depositan las papeletas permanecen sin vigilanciaen los colegios electorales y supone una gran oportunidad para falsificar las papeletas. Desde el poder esta práctica se fomenta entre estudiantes, en residencias, en cuarteles militares y entre trabajadores de compañías estatales. La organización Por unas Elecciones Libres denunció que en el 16,8% de los colegios se observaron presiones para que
miembros de esos colectivos acudieran a votar anticipadamente.
Para los 110 diputados de la Asamblea Nacional se presentaron 293 candidatos, elegibles en circunscripciones individuales. El ganador tenía que recibir la mitad más uno de los votos y que la participación supere el 50%. Si no se cumple ninguna de estas dos condiciones, hay que celebrar una segunda vuelta.
Iniciado el recuento de las papeletas, los partidos de la oposición que decidieron participar en las elecciones, Mundo Justo y el Partido Socialdemócrata, difícilmente lograrán meter a un diputado en el Parlamento. La última vez que salió elegido un diputado de la oposición fue en las elecciones del 2004. Los otros movimientos de oposición, como Di la Verdad, no están registrados como partidos políticos, pero presentaban a varios candidatos independientes.
Los escaños de la Asamblea Nacional de Bielorrusia están copados por diputados de los dos partidos progubernamentales, el Partido Liberal Democrático y el Partido Comunista.
Como es habitual, Alexánder Lukashenko evitó pronunciarse sobre sus preferencias de partidos o de candidatos. Pero sí dejó claro quiénes son los que no le gustan. El presidente de Bielorrusia depositó su voto ayer, acompañado por su hijo de siete años, Nikolái. “Dejen que nos envidien por unas elecciones aburridas y tranquilas. Nosotros no necesitamos ni revoluciones, ni peleas, ni golpes”, dijo, refiriéndose a los disturbios que siguieron a las elecciones del 2010.
Lukashenko mostró una leve esperanza de que las relaciones con occidente mejoren. Pero no parece dispuesto a hacer concesiones: “Nosotros mismos decidiremos cómo construir nuestras vidas. No hace falta meterse con tus estatutos en jardín ajeno”.
25/24-IX-12, G. Aragonés, lavanguardia